Ni una sola alma se encontraba cerca, era inevitable, la mayoría de animales preferían tener cierta distancia con un shadorat. Cual sombra un animal parecido a un felino, de cuatro patas, orejas caídas y delgado, se movía en la quietud. Sus patas apenas tocaban el suelo casi como si flotara.
La ladera en la que habitaba no fue visitada en todo el día. Algunas veces recibía visitas de vampiros y estos intentaban siempre capturarle. Valiéndose de sus habilidades se ocultaba en las sombras.
El joven shadorat emitió un maullido y acto seguido lamió su pata. Aprovecharía la noche para adentrarse en la ciudad cercana.
Cuando logró con éxito su cometido, nadie le notó. Vislumbró algún que otro vampiro pululando en las calles, saltando eufóricos y asustándolo en consecuencia. Cambió su figura felina a una imperceptible sombra, ocultándose en un callejón. Temía a los vampiros; únicos seres vivos que había conocido en su joven vida.Regresando a la normalidad, su piel negruzca vibró y sus ojos se iluminaron. Algo peligroso se acercaba.
Antes de siquiera tener tiempo de huir fue acorralado. Lo que se encontraba ante él no era un vampiro, sino algo más. Y tan peligroso que fue capaz de erizarle el lomo. Su piel negruzca adoptó un brillo luminiscente, soltó un gruñido al verse amenazado.
—No deberías temerme Gatlia —habló el desconocido, le miró sin entender. Tampoco comprendía como es capaz de entenderle. Y ese nombre ¿Acaso se atrevió a darle uno? Un imponente shadorat no lo requería.
—Tan orgullosa, en efecto, sí que eres imponente. Tienes una altura bastante impresionante —se acercó para demostrar su punto. Alcanzaba fácilmente su estómago.
Sin pensarlo se lanzó hacia el desconocido, atrapando con fuerza su costado. Su lengua atrapó el sabor metálico de la sangre, sintió el quebrar de los huesos y su veneno siendo incubado.
Unas manos rojizas le acariciaron el lomo, unos labios se posaron en su cabeza. No tenía sentido. Algo inexplicable le obligó a soltarle, se tambaleó hacia atrás y su cuerpo perdió toda luminiscencia.
Pudo observar mejor al ser ante sí: Piel rojiza, ojos rosa y una altura considerable. La sangre manaba de la mordida, la cual adquirió un tono negro por su veneno. Sus ojos oscuros conectaron con sus ojos rosas y lo vivió; Todo a su alrededor destruido, sangre y cuerpos destrozados por doquier. Eso era un presagio. Pocas veces su especie era capaz de eso.
—Ahora puedes decir que fuiste capaz de tener un presagio en la oscuridad —comentó el desconocido. El shadorat gruñó furioso en respuesta y cayó desvanecido a sus pies.
—Dulces sueños Gatlia —le oyó murmurar.
Relato perteneciente a la saga de La leyenda de los seis guerreros.
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NouvellesNombre anterior: Microrrelatos locos Bienvenidos a un libro que comenzó siendo para un reto y acabó por ser distintas historias ambientadas en un universo literario. Parecen no tener nada en común, sin embargo, las apariencias engañan y los caminos...