–Tomaré un poco –le digo, y cojo un trozo de berenjena de la fuente, aunque no vaya comérmela porque está frita.
Los de la mesa se ponen a servirse, ignorando a Stash. Yo observo a Courtney mientras mastica y traga. Evelyn, en un intento de iniciar una conversación, dice, después de lo que parece un largo silencio:
–Vanden va a Camden.
–¿De verdad? –pregunta Timothy, gélido–. ¿Dónde está eso?
–En Vermont –responde Vanden, sin levantar la vista del periódico.
Miro a Stash para ver si le gusta la flagrante mentira de Vanden, pero se comporta como si no estuviera escuchando, como si se encontrara en otra habitación o en un club punk de los arrabales de la ciudad, pero consigue que al resto de la mesa sí le guste, lo que me molesta pues estoy casi seguro de que todos sabemos que se encuentra en New Hampshire.
–¿Dónde fuisteis vosotros? –dice Vanden suspirando, después de que ha quedado claro que a nadie le interesa Camden.
–Bueno, yo fui a Le Rosay –empieza Evelyn–, y luego seguí cursos de Economía en Suiza.
–Yo también sobreviví a unos cursos de Economía en Suiza –dice Courtney–. Pero yo estuve en Ginebra. Evelyn estuvo en Lausana.
Vanden deja el ejemplar de Deception junto a Timothy y suelta una risita desmayada y maligna, y aunque a mí me da un poco por el culo que Evelyn no encaje la condescendencia de Vanden y se la devuelva, el J&B me ha calmado la tensión hasta un punto en que no me preocupa no tener nada que decir. Probablemente, Evelyn cree que Vanden es encantadora, está confusa y perdida, es una artista. Price no come, tampoco Evelyn; a lo mejor por la cocaína, pero lo dudo. Mientras toma un trago de su copa, Timothy levanta el ejemplar de Deception y ríe ahogadamente para sí mismo. –«La muerte del centro de la ciudad» –dice; luego, señalando cada una de las palabras del titular, añade–: ¿A quién coño le importa? Yo espero automáticamente que Stash levante la vista de su plato, pero sigue mirando el solitario trozo de sushi, mientras sonríe para sí mismo y asiente con la cabeza.
–Oye –dice Vanden, como si la hubieran insultado–. Eso nos afecta.
–Nada de eso –dice Timothy, aleccionador–. ¿Nos afecta eso? ¿Y qué pasa con las matanzas de Sri Lanka, guapa? ¿No nos afectan también? ¿Qué pasa con Sri Lanka? –Bueno, eso es un club del Village. –Vanden se encoge de hombros–. Sí, también nos afecta. De repente, Stash se pone a hablar sin levantar la vista.
–Ese club se llama El Tonka. –Parece molesto, pero su voz es inexpresiva y baja, y sus ojos siguen clavados en el sushi–. Se llama El Tonka, no Sri Lanka. El Tonka. Vanden baja la vista, luego dice sumisamente:
–Oh. –Me refiero a que si no sabes nada de Sri Lanka. A que los sij están matando a toneladas de judíos allí –la aguijonea Timothy–. ¿No os afecta eso?
–¿Quiere alguien rollo kappamaki? –interrumpe Evelyn alegremente, con una fuente en la mano.
–Vamos, vamos, Price –digo yo–. Hay problemas más importantes que Sri Lanka de los que preocuparse. Seguro que nuestra política exterior es importante, pero hay problemas más apremiantes aquí mismo.
–¿Como cuáles? –pregunta él, sin apartar la vista de Vanden–. A propósito, ¿por qué hay un cubito de hielo en mi salsa de soja?
–No –empiezo yo, titubeando–. Bueno, tenemos que terminar con el apartheid de una vez. Y frenar la carrera de armas nucleares, detener el terrorismo y el hambre del mundo. Asegurar una potente defensa nacional, evitar que el comunismo se extienda por Centroamérica, trabajar por un acuerdo de paz en Oriente Medio, evitar la intervención norteamericana en ultramar. Tenemos que asegurar que Estados Unidos sea una potencia mundial respetada. Eso no significa que haya que descuidar nuestros problemas domésticos, que son igual de importantes, si no más. Una atención mejor y más adecuada a los ancianos, controlar el sida y encontrarle cura, evitar los daños ambientales producidos por los desechos tóxicos y la contaminación, mejorar la calidad de la educación primaria y secundaria, reforzar las leyes contra el crimen y las drogas ilegales. También debemos asegurar que la clase media tenga acceso a la educación universitaria, y que los jubilados tengan seguridad social, aparte de preservar los recursos naturales y las zonas de bosque, y reducir la influencia de los comités de acción política.