Con las primeras luces de un amanecer de mayo, éste es el aspecto que tiene el cuarto de estar de mi apartamento: encima de la chimenea de mármol blanco y granito con fuego de gas cuelga un David Onica original. Es un retrato de un metro ochenta por un metro veinte de una mujer desnuda –en el que predominan los grises y verdes oliva apagados– que está sentada en una tumbona viendo la cadena de vídeos musicales. El fondo es un paisaje marciano, un fulgurante desierto malva con peces muertos y destripados, y varios platos rotos dispersos por él, que se alza como unos fuegos artificiales por encima de la cabeza amarilla de la mujer. Todo ello con un marco de aluminio negro.
El cuadro domina un largo sofá blanco y un televisor digital Toshiba de treinta pulgadas; es un modelo de alto contraste y alta definición que tiene incorporado un sistema de vídeo con tubo de tecnología punta de NEC con sistema de efecto digital imagen a imagen (más congelación de imágenes); el audio incluye un MTS incorporado a su estructura con amplificador de cinco vatios por canal. Un vídeo Toshiba se encuentra en una estructura de cristal debajo del televisor; es un modelo Beta de banda super y tiene incorporado un sistema de montaje, que incluye un generador de caracteres con memoria de ocho páginas, grabadora y reproductora de alta definición, y programador temporal para tres semanas y ocho posibles grabaciones. Hay una lámpara halógena en cada uno de los rincones del cuarto de estar. Persianas venecianas blancas cubren las ocho ventanas que van del suelo al techo.
Delante del sofá hay una mesa baja con la parte de arriba de cristal y patas de roble de Turchin, con animales de cristal Steuben situados estratégicamente entre los carísimos ceniceros de cristal de Fortunoff, aunque yo no fumo. Junto a la máquina de discos Wurlitzer hay un gran piano de concierto Baldwin de ébano negro. El suelo de todo el apartamento es de brillante roble blanco. En el otro extremo del cuarto, junto a un escritorio y un revistero de Gio Ponti, hay un sistema estéreo completo (lector de CD, pletina, sintonizador, amplificador) de Sansui con bafles de un metro ochenta Duntech Sovereign 2001 de palisandro brasileño. Un futón encima de una estructura de roble ocupa el centro del dormitorio.
Pegado a la pared hay un aparato Panasonic de treinta y una pulgadas con pantalla superplana y sonido estéreo y, debajo de él, en una estructura de cristal, hay un vídeo Toshiba. No estoy seguro de si la hora que marca el despertador digital Sony es correcta, conque tengo que sentarme y mirar la parpadeante hora del vídeo, luego coger el teléfono Ettore Sottrass que descansa en la mesilla de acero y cristal situada junto a la cama y marcar el número del servicio de la hora. En una esquina hay un sillón de cuero crema, acero y madera, diseñado por Eric Marcus, y en la otra un sillón de madera contrachapada moldeada. Una alfombra beige y blanca con puntos negros de Maud Sienna cubre la mayor parte del suelo.
Una pared está tapada por cuatro hileras de cajones inmensos de caoba blanca. En la cama, llevo puesto un pijama de seda de Ralph Lauren, y cuando me levanto me pongo una antigua bata de tela escocesa y me dirijo al cuarto de baño. Meo mientras trato de distinguir mi reflejo en el cristal del anuncio del partido de béisbol enmarcado de encima del retrete. Después de cambiarme, poniéndome unos pantalones de boxeador Ralph Lauren y un jersey Fair Isle, y deslizar los pies dentro de unas zapatillas de seda con diseño de lunares de Enrico Hidolin, me sujeto una bolsa de hielo de plástico a la cara e inicio los ejercicios de estiramientos de la mañana.
Después me pongo delante de un lavabo de cromo y acrílico Washmobile –con jabonera, sujetavasos y raíles que sirven de toalleros, que compré en Hastings Tile y que utilizo mientras me pulen los lavabos de mármol que encargué en Finlandia– y contemplo mi reflejo con la bolsa para hielo todavía puesta. Echo un poco de Plax fórmula antiplaca en un vaso de acero inoxidable y me enjuago con él la boca durante treinta segundos. Luego pongo Rembrandt en un cepillo de dientes de concha de tortuga falsa y empiezo a cepillarme los dientes (¿usé el hilo dental ayer por la noche?), y me enjuago con Listerine. Luego me miro las manos y uso un cepillo de uñas. Me quito la bolsa de hielo y uso una loción limpiadora y dilatadora de los poros, luego una máscara facial de hierba de menta que me dejo puesta diez minutos mientras me observo las uñas de los dedos de los pies.