Prólogo

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De las puertas del Tártaro apareció Nix, batiendo sus alas negras y adentrándose en la oscuridad del Hades. Sus alas acariciaron la oscuridad y se elevaron por todo el infierno, volando sobre el río Estigio. Vislumbró a lo lejos el palacio, donde se encontraría con Perséfone. Batió fuertemente las alas cruzando a gran velocidad sobre el Elíseo.

Plumas negras y brillantes se deprendieron de las alas de la Noche, bajando sutilmente hasta reposar sobre el Eliseo.

Hades recorría el inframundo, aquel dios oscuro salió de los confines de su palacio para recibir a las nuevas lastimeras almas que entraban a las profundidades de su reino, en el cielo percibió a Nix y él le dio la bienvenida a su antigua amiga. Sin mirar el suelo piso unas plumas que se convirtieron en cenizas y siguió caminando. El era un rey en su mundo de tinieblas, temido por la mayoría pero sin ser respetado por los que resultaban más alabados y queridos que él. Controlaba todo un mundo solo, con súbditos incontables. Un mundo de riquezas y sombras apartado de los otros.

Mientras a sus espaldas de las cenizas salía una pequeña mano pálida y un poco sucia. Las arpías cruzaron en ese momento volando, dejando tras de sí una pequeña brisa que hizo que las cenizas se dispersaron. Un llanto sonó, entre en todo el Elíseo, haciendo al dios de las tinieblas girarse y caminar hasta el origen de aquel sonido. Miró a suelo y estiró una mano, un bebé comenzó a levitar y al instante su llanto cesó, Hades estiró su brazo hacia aquel infante, que al instante abrió los ojos, ojos negros y oscuros.

Las pequeñas manos se cerraron en uno de los dedos de Hades, y el dios acerco a la niña a él y la cargo en sus brazos, sin saber, a pesar de ser un dios, que esa niña seria la luz del infierno. Ella sería la luz en la punta del cetro de los muertos, su padre los guiará y ella los iluminará.

Anastasia Crale Y El Cetro De Los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora