Capítulo III

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CAPÍTULO
III

El Laberinto De Los Fantasmas


Anastasia corría con todas su fuerzas, tratando de alcanzar a los gemelos que estaban muy cerca de llegar al laberinto. Los tres se encontraban metidos en una carrera, y Anastasia se encontraba perdiendo con el par de diez años que estaban ganando. Vislumbró a lo lejos como los pequeños llegaban y reían de ella por su lentitud, tras las burlas los ojos de la pequeña se cristalizaron y estalló en lágrimas, haciendo al par que tenía frente a ella cesar sus burlas y disculparse repetidas veces, hasta que la niña dejó de llorar. Y juntos se adentraron en el laberinto.

—Ni siquiera porque es mi cumpleaños me dejan ganar —dijo Anastasia, que mantenía los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Las cosas no son fáciles para nadie, Ana —contestó Oliver, que estaba frente a ellos, guiándolos hasta el centro del laberinto, pues el lo conocía a perfección —Ni siquiera porque sea tu cumpleaños.

—Al menos pudieron correr un poco más lento —mascullo la pequeña encogiéndose de hombros.

—Que sentido tiene el de sugerir una carrera cuando no existe la adrenalina por ganar —señaló Charlie.

—Por algo se le llama competencia —añadió Oliver.

—Tontos —dijo una vez más Anastasia.

Siguieron caminado en silencio por el laberinto. Cruzaban tantas veces que ya Anastasia y Charlie pensaban que se habían perdido. Izquierda, izquierda luego hacia el frente y después derecha, luego izquierda otra vez. Así estuvieron durante unos diez minutos hasta que llegaron al centro, donde había un grupo de sátiros y algunos de los pocos semidioses que habitaban en los terrenos del Castillo. Al llegar los recibió Montt y les entregó a cada uno una castaña. Esperaron un rato hasta que los últimos que iban a ayudar a recolectar bayas llegaron, eran alrededor de veinte. Frente a todos se paro un sátiro llamado Rolland, mayor pues aparentaba veinte pero seguro tendría más.

—Bueno, somos dieciocho —anunció mirando una tabla de madera —Asignare dos grupos de cuatro y dos de cinco, en cada grupo hay alguien experimentado en los caminos del laberinto para que nadie se pierda, te todas maneras cada quien tome un silbato de los que están en la caja marrón —señaló la caja y cada persona tomó uno, cuando la caja estuvo vacía el volvió a hablar —En el primer grupo están Albert, Callaghan, Antin y Selena, ustedes irán por allí —dijo señalando uno de los seis caminos.

Los chicos señalados se adentraron en el laberinto y cuando desaparecieron Rolland volvió a aclarar su garganta, llamando la atención del grupo.

—Grupo dos; Montt, Alec, Sebastián y Jasper. Por allí —señaló otro camino.

Montt se despidió de los niños y junto a su grupo se perdieron de vista dentro el laberinto.

—Grupo tres; Asteria, Tetter, Jhonsson, Aristo y Robert, camino tres.

Dicho esto los tres se perdieron, quedando solamente cinco personas, sin contar a Rolland, Oliver percatan doce de esto levantó una mano, llamando la atención del sátiro, que aún observaba la lista.

—Dime —dijo Rolland sin mirar a Oliver.

—Usted no se asignó a ningún grupo —señaló Oliver.

—Oliver, cierto? —preguntó el sátiro a lo que él niño asintió con la cabeza —Yo estoy supervisando, si alguno se pierde o sucede algo y suena el silbato no puedo andar por el laberinto a mis anchas recolectando bayas —dijo sentándose sobre la fuente que estaba en el centro —Ustedes cinco irán por el camino cinco, no tarden más de una hora, ese es tiempo suficiente para llenar las canastas.

Anastasia Crale Y El Cetro De Los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora