Epílogo

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El eco de los pasos resonaba por toda la torre, tal sonido daba una sensación de extrema pesadez, esto se debía a la enorme carga mental de la persona que avanzaba por las escaleras.

Adrion avanzaba paso a paso en lo que parecía una interminable marcha hacia el cielo, esta torre que se encontraba en uno de los principales puntos de la fortaleza, estaba equipada con innumerables trampas y sistemas defensivos. Ni siquiera él mismo tenía la confianza de atravesar las defensas del lugar. Dada la importancia estratégica que representaba, incluso los campeones no tenían la autoridad para caminar por tales escaleras.

Solo el mismo Adrion tenía la autoridad para acceder al lugar, e incluso él estaba restringido al activar el tesoro albergado en tal prohibido lugar. Aunque ya había tomado la decisión, y los campeones estuvieron de acuerdo con su resolución, no podía evitar sentirse angustiado por lo que estaba por hacer. Sin duda la acción que estaba por tomar, tendría consecuencias catastróficas en este mundo.

¿Cuánta gente morirá por esto? ¿Serán decenas de miles? ¿Cientos de miles? ¿Tal vez millones?

Adrion apretó fuertemente sus puños mientras estos pensamientos lo envolvían, pero antes que su resolución vacilara, las imágenes que había visto en la ciudad le devolvían el coraje.

A lo largo de su lenta subida, esos pensamientos se repetían una y otra vez, siempre llegando al mismo resultado, permitiendo que continuara su marcha a la cima.

Adrion fue recibido por lo que podría describirse como una habitación demasiado espaciosa y vacía. Pero eso solo era para las personas que desviaban la mirada del objeto que se encontraba en el centro de la habitación. Un enorme cuerno cubierto por cientos de cadenas negras, en su superficie se encontraban extrañas runas que desprendían energía mística. Uno no podía imaginarse la inmensa criatura que poseía semejante cornamenta, ni tampoco la cantidad de trabajo que debió costarle a los herreros rúnicos semejante logro.

El nombre de este objeto era: Cuerno de la llamada.

Este era un objeto de nivel divino, solo existían tres de estos objetos en todo el continente, durante el juego el efecto de este elemento se podía considerar simple, pero tan simple como era, tenía un efecto inmenso. Al activar el objeto se producía un llamado de ayuda a todos los ejércitos de las razas circundantes, sin importar rangos o afiliaciones, debían desviarse de su camino y abandonar cualquier misión para brindar apoyo a la fortaleza.

Era un elemento que solo se debería activar si la seguridad de la fortaleza se viera amenazada. Tenía un costo enorme, no solo en recursos, sino que también generaba una perdida inmensa de prestigio para el jugador.

Pero ahora el efecto del objeto había cambiado, su descripción era la siguiente: Al activar este objeto el usuario obtiene la autoridad para enviar un mensaje a todos los miembros de las razas sin restricciones.

No era necesario explicar nada más, un objeto que permitía hablar con todos los miembros de las razas sin importar si ellos quisieran o no.

Adrion planeaba usar este objeto para transmitir un mensaje a todos los miembros de las razas que seguían con vida en este mundo. Dio varios pasos hasta estar frente el tablero que se encontraba debajo del cuerno y coloco su mano en su superficie.

El artefacto resonó ante la presencia del propietario de la fortaleza.

Desactivando el último punto de seguridad, las cadenas hicieron varios sonidos de tensión hasta que no pudieron soportar más y cayeron en pedazos. De esta forma, el objeto divino estaba listo para su uso.

A diferencia de lo que uno esperaría, no había necesidad de soplar el cuerno, ni siquiera hacía falta tocarlo, desde que fue reconocido como el propietario, el objeto ya estaba listo para su activación.

Señor de la fortalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora