dieciocho.

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Sigo esperando tu respuesta. Todavía tengo la esperanza de que vas a volver, pero cada vez está desapareciendo. Poco a poco.

Me estoy quedando sin fuerza.

Miro a los lados y tú no estás. Si te digo la verdad: estoy sufriendo.

Me siento agobiada, me cuesta respirar.

Si no estás a mi lado no podré volver a ser la misma.

Muero por volverte a ver, por volver a dormir contigo en la misma cama. Muero por volver a sentir tus labios en mi cabeza después de desearme las buenas noches.

¿Qué hay de ti, Elliot? ¿Cómo estás? Quiero saber. Te echo de menos. Sólo quiero volverte a ver, nada más.

No sé, pasa el tiempo lentamente y no vuelves. Sigo siendo positiva, estoy segura de que volverás. Sólo tienes que pensar y aclararte las ideas. Sí, la cagué y lo siento. Jodí lo que teníamos. Pero perdóname, por favor.

¿Qué más tengo que hacer? Dímelo, que lo haré.

Hablo con sinceridad: muero por volver a verte.

Me torturo y le doy vueltas. Ya no estoy tan segura de si volverás.

»

16 de Diciembre. Mi cumpleaños. Felices 22 para mí. Un año más... más vieja.

Me despierto sin ganas. Cada año me gusta menos este día. Mi teléfono no deja de sonar y no me apetece contestar a nadie pero estoy obligada. Cuanto antes me los quite de encima a todos, mejor.

Lo único bueno es que es lunes, siempre me han gustado.

Me preparo para ir a trabajar. Camisa de cuadros, pitillos y botas negras. Un moño en la cabeza y un poco de bálsamo labial.

Voy a trabajar con niños, para qué más.

Las chicas me han preparado mi desayuno preferido: tostadas con mantequilla y mermelada de frambuesa con un buen café cargado pero dulce. Desayuno a gusto junto con mis mejores amigas.

- No te entretengas cuando termines de trabajar, iremos a un bar a festejarlo.

- Espero que no tengáis ninguna fiesta preparada porque sinceramente no me apetece.

-Nada de fiestas sorpresa, prometido - añade Isabella.

- Eso espero. Nos vemos luego, chicas - me levanto de la silla a toda prisa y cojo mi bolso junto con mi abrigo - Que tengáis un buen día.

- Y tú - las escucho decir antes de que cierre la puerta.

De camino a la guardería, recibo más llamadas. Maldita sea. Hoy todo el mundo madruga. Familiares, amigos que hacía tiempo que no hablaba con ellos se han acordado de que hoy es mi cumpleaños. Menuda memoria.

Al aparcar, pongo mi móvil en modo avión para no recibir llamadas en medio de la clase.

Me dirijo a mi aula. 4 años. La clase de los Koalas. Cada una tiene un nombre diferente. Escucho las voces de los niños. Que pronto han llegado hoy. Al abrir la puerta los veo a todos y chillan a la vez un: "Felicidades, profe".

Me emociono al instante. Últimamente estoy muy sensible y lloro al mínimo afecto de cariño.

Los niños son geniales, le dan alegría a todo. Son la perfección dentro de nuestra imperfección. Pequeños y a la vez tan grandes. Capaces de alegrar a cualquiera con la más pequeña de sus sonrisas y sus abrazos tan cariñosos. Pequeñas criaturas que dentro de ellas solo hay amor y más amor. La mejor etapa de una persona es la infancia. Sin preocupaciones ni problemas. Solo risas, diversión y amor.

Si te enamoras, pierdes.© [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora