3- ''Desilusión''

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Y empezaron los problemas

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Y empezaron los problemas.

—No no y no, me va a disculpar pero a mi hija no la va a internar en un psiquiátrico—.dijo arrugando sus cejas castañas perfectamente depiladas y pintadas.

Buuu, que aburrida, ahora no conoceré ningún loco psicópata que mate por mí.

Muchos libros de fantasía.

Pero volviendo al tema.

Gracias mamá, por no dejar que me curen.

—Señora, es importante, la vida de su hija está en peligro, ¿cree que no lo volverá a hacer cuando tenga otro bajón emocional?—.Elevando una ceja miró molesto a mi madre.

—No señor, mi hija está bien, solo finge, a lo mejor se creó ese cuento de que se iba a suicidar junto con el que supuestamente la salvó, mi hija no haría eso.

El ambiente estaba en una profunda tensión palpable, yo no hablaba solamente observaba, mi madre echaba humo por los oídos y el doctor tenía la cara arrugada de la molestia.

—Mamá creo que lo mejor es que dejemos esto así—.dije tratando de calmar la situación—Solo tranquila no será por mucho.

—¡No Elizabeth! Tú estás perfectamente bien, no necesitas psiquiátrico un coño, vámonos a casa—.parándose agarro la silla de ruedas y me dirigió hasta la salida de aquella bonita oficina.

—Señora por favor, no quiero que la próxima vez que venga, no vea a su hija en una camilla descansando. Si no en la morgue. Muerta. Recapacite, piénselo—.me miro—Piénsalo—asentí con sumo cuidado de que mi madre no se diera cuenta, para no formar nuevamente un problema.

Ashley nos vio salir y corrió rápidamente hacia mí.

—Maldito hijo de perra—.murmuró mi madre agarrando su cartera y yéndose de la clínica.

Sentí un vacío cuando salí y no la vi en su carro esperándome.

Aunque sea.

Tendríamos que caminar ahora.

Me paré y le entregué la silla de ruedas a un guardia de la salida, que rápidamente la llevó a un sitio donde habían muchas más. Varias enfermeras las sacaban como si fueran carritos de supermercado.

Vi a mi hermano en la salida y lo abrace oliendo el perfume que siempre usaba.

Invictus de Paco Rabanne.

Me dió una sonrisa cálida sin antes preguntarme.

—¿Cómo te sientes?

—Muy bien, por ahora—.murmuré bajando la voz al decir las dos últimas palabras.

—¿Cómo?

—Nada nada, ¿Cómo te va en el nuevo trabajo?

—Muy bien y adivina qué—.saco unas llaves del bolsillo interno de su saco y apunto a un lindo Corolla negro aparcado en el estacionamiento.

No llores pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora