12-"Contexto sin metertela sin pretexto"

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Omnisciente

La niña de 3 años yacía sentada en el amplio patio que daba hacia un bosque, jugando con las flores rojas que estaban plantadas en el suelo.

Unos señores, que la pelinegra no conocía, hablaban con su padre, parecía una discusión, pero ella entre su inocencia confirmó que así charlaban los adultos. Ya que su mamá y su papá hablaban de esa forma la mayoría de veces.

Pero en lo que se equivocaba esa niña era en que no era una conversación para nada, estaban subastando su cabeza.

—No van a matar a mi hija.—dijo el pelinegro con semblante serio y una ceja alzada.

—John, la suprema lo dice.—exclamó el encapuchado—Además, ha matado a mucha gente en la secta. La diosa Lili no está de acuerdo con eso.

—¿Saben una cosa? no les creó un carajo.—Dijo cruzando los brazos, dejando ver sus venas por la fuerza que ejercía en estos para poder calmarse.—Y no se atrevan a mentir, sé muy bien lo que quiere Lili y de seguro no es la muerte de mi hija.

—Está bien, matenlos a los dos.—Dijo un viejito de barba larga saliendo de entre el grupo de hombres.

Rápidamente se hizo una cúpula alrededor de John y Elizabeth, una cúpula de protección. Una muy difícil de hacer, pero con práctica era posible.

Así es, estamos hablando de una cúpula hecha de magia.

—Que quede como advertencia, a mi hija no la van a matar mientras yo siga vivo. Bueno creo que nadie lo va a saber.—Una sonrisa torcida apareció en el rostro de John al oír y ver como se incineraba el grupo más importante de la secta, se dio media vuelta y entró a la cúpula, camino hacia su hija y miró atrás por última vez. Llegó al lado de su hija viendo como movía sus pequeñas manitas mientras cantaba una canción infantil.

Estrellita, ¿dónde estás? Me pregunto quién serás en el cielo o en el mar un diamante de verdad.

—Elizabeth cariño ¿Qué estás haciendo?—preguntó dulcemente a la niña de sus ojos.

—Estoy jugando con un pájaro carpintero papi, ¡Míralo!—exclamó alzando sus manos ensangrentadas y mostrándole a su padre el pájaro muerto, abierto por la mitad dejando ver sus órganos.

—Elizabeth hija, mataste a otro pajarito.—dijo John dando un suspiro, cada día su hija iba empeorando.

—No papi, nosotros estábamos jugando.—Elizabeth hizo un puchero para empezar a llorar por haber matado al pobre pajarito bebé.—Y...yo...yo lo siento mucho papi.—lloró aún más fuerte cuando volvió en sí.

—No mi niña, no llores, está bien. No hay por qué llorar.—John la cargo y la empezó a arrullar así calmando poco a poco su llanto.—No te preocupes está bien amor, todos tenemos que morir alguna vez. Al final, ese es el ciclo de la vida. Ven, vamos a hacerle una urna con la caja del cereal que se acabó esta mañana ¿Te parece?—La niña asintió y se puso a pensar apoyando su barbilla en el hombro de su padre cómo decorar la cajita para el pajarito, se decidió por un color rosa y unas estrellitas doradas.

Mientras John caminaba al mismo tiempo pensaba, él sabía que no le quedaba mucho tiempo para que Elizabeth matara todo a su alrededor, hasta él, era temprano aún, aunque no se sabía con exactitud ya que con esa enfermedad era imposible determinar cuándo empeoraba o no.

Todo estaba muy turbio, así que después de enterrar al pajarito, acostó a Elizabeth y le cantó hasta que se quedara totalmente dormida, se aseguró más aún inyectándole un calmante para que pudiera dormir corrido y no despertarse mientras él salía. No quería que matara a la nana número 36 que contrataba en ese mes.

No llores pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora