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Jinri bajaba su cabeza apenada mientras se inclinaba de manera repetida, el rubio ya le había dicho que le restara importancia, esa última semana se había acostumbrado a los nativos que lo trataban despectivamente cuando notaban que era extranjero.

—Nos asustamos fácilmente con los extranjeros, más en ciudades pequeñas como estas. —Mencionó Hyori mientras guardaba su suéter en su bolso y devolvía la bolsa de plástico a el chico que había doblado con sus dedos mientras conversaban— Lo lamento.

—No lo sabía, no se preocupen.

El chico rascó su cabeza y desvió la mirada, Jinri lo observó unos segundos y luego tomó la mano de su amiga.

—Ya es tarde, vamos. Gracias por el suéter y perdón de nuevo por la cachetada. —Se disculpó por última vez inclinandose e intentó irse jalando la mano de la pelinegra pero esta no se movió ni un milímetro de su lugar.

—Ya te alcanzo. —Murmuró Hyori. La castaña simplemente dudó con la mirada pero decidió esperar en la vía publica.

El rubio no entendía bien, no entendía a la chica que tenía en frente, era muy diferente a como la recordaba y para ser sincero, pensaba que saldría corriendo cuando se acercara, pero no había sido así, e incluso ahora se había quedado a solas con ella. 

—Gracias.

Hyori agachó su cabeza haciendo una pequeña reverencia hacía el chico, le parecía extraño que alguien como el se hubiera preocupado por sus pertenencias, pero se sentía agradecida, gracias a el podrían levantarle el castigo por extraviar su suéter.

El la miró volver a su posición y con algo de temor tomó su mano estirandola hacía el, sintió como la pelinegra se estremecía bajo su tacto con desconfianza.

—No fue nada. —Abrió su palma y puso sobre esta el pequeño llavero de gato que estaba intentando y las mismas monedas que ella había abandonado en la maquina antes de salir corriendo— Soy Felix por cierto, nos vemos.

Sin decir más, giró sobre sus talones y desapareció por las calles, mezclándose con la gente del oscuro callejón. Hyori reaccionó unos segundos después y cerró su mano para atrapar las monedas y guardarlas en su bolso. Al cruzar la calle tomó la mano de Jinri para continuar su camino a casa sin antes guardar el llavero para que no fuera visto.

—Estas temblando, ¿Te dijo algo? —Preguntó la castaña acariciando su mano.

Hyori sonrió de lado ocultando su rostro de su amiga. Sentía de todo en ese momento, menos miedo. Podría mas bien nombrar a ese sentimiento que predominaba en su cabeza, adrenalina.

Sus ojos brillaban de una forma que parecía única, estaba extasiada por un encuentro que fue para Jinri nada especial pero salía tanto de la rutina de Hyori hablar con otros en especial chicos desconocidos que para ella era algo que seguía dando vueltas en su cabeza.

—Vamos, no fue para tanto. —Se quejó la castaña cuando la chica le contó— Apenas te dio la mano y te pones así, ¿Segura que no quieres ir a tratarte psicológicamente?

Hyori sonrió como pocas veces lo hacía.

—Eres graciosa Jinie. —Tomó su bolso y se adentro a su casa luego de despedirse, su amiga suspiró cansada y se despidió con la mano para seguir su caminata una cuadra más hasta su casa.

Dentro de esas cuatro paredes comenzaba a sentirse agobiada, más aun con la presencia de su madre, padre y hermanita allí. Los adultos conversaban en la mesa que estaba llena de papeles mientras la menor jugaba en el piso junto a Jihye.

Su madre apenas la vió se acercó a la entrada a recibirla, y Hyori quien era experta en ocultar cualquier cosa que su madre desaprobara, borró su sonrisa de inmediato.

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