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09/01  8:15 a.m.

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—Y... ¿ya te llamaron?—

—No, pero supongo que ya lo harán.—

Daba un último repaso a mis cosas antes de salir rumbo a la facultad mientras averiguaba el desenlace de la vida laboral de mi compañera de piso, y siendo siempre lo mismo era evidente el veredicto, pero no sería yo quien desenmascarara la verdad tan pronto. De cualquier forma, me desilusionaba tanto como a ella.

Esa mañana caminé a través del parque. Claro, no era una ruta obligatoria, pero casi siempre la tomaba si quería ahorrarme ocho o diez minutos de camino a mi destino. El sendero en sí era solitario, durante la semana no acudían más personas al parque mas que algunos adultos mayores y estudiantes, así que aprovechaba a disfrutar de la tranquilidad fresca del lugar. Un momento idóneo para estar a solas con mis pensamientos, y lo habría hecho de no ser por el ruido de hojas quebrándose a mis espaldas que había estado siguiéndome un par de minutos.
Los sonidos eran paulatinos, y pese a mirar varias veces, nada parecía estar produciéndolos; posteriormente desaparecieron, y le resté importancia.

No es que en un inicio no me preocupara, pero siempre trataba de encontrarle la razón a ese tipo de eventos. Ese tipo de eventos que se habían estado manifestando en fechas recientes y esporádicas, eventos que debían de ser insignificantes.
Pequeños detalles tanto en casa como en las afueras, tales como el cambio de lugar de algunas cosas, la desaparición de otras y la momentánea sensación de algo observándome a ciertas horas del día. Recuerdo alguna vez haberle preguntado discretamente a Lucy si algo de esa índole le estaba sucediendo, y la respuesta que obtuve fue un contundente "no", claro, seguido de un extrañado "¿por qué?" que nunca contesté. Después de eso llegué a la única conclusión de sólo debo estar siendo yo, y que tanto trabajo comenzaba a afectarme.

[...]

Mis horas clase eran breves, no demandaban excesivo tiempo y esto era una ventaja precisa a la hora de cumplir con mi responsabilidad laboral.
Usualmente, al poco tiempo de iniciar mi turno, el chico de la sudadera hacía acto de presencia atravesando el umbral del lugar con una tenue sonrisa en labios.
La tarde de ese día transcurría con poco ajetreo, así que podía tomármelo con calma mientras mi otra compañía de trabajo ya se ocupaba de lo poco por hacer.

—¿Y cómo va todo?— preguntó suavemente el chico en tanto yo llegué a acercarme, trayéndole su orden de siempre. Solté un suspiro, sentándome en el asiento continuo.

—Sin mucho que hacer.— sonreí logrando el mismo efecto en el contrario, mientras que dejaba a su lado un par de menús que solo llevaba por mera formalidad. —¿Qué hay de ti?—

—No me quejo.— su dedo dibujaba figuras sobre el enmicado de aquellos papeles descriptivos. Su boca se curveó más antes de que continuara. —¿Sabes?.. hoy te vi en el parque.—

La sentencia me extrañó un poco y fruncí el seño en un acto de incredulidad. Salió de mí una sonrisa vacilante. —¿Enserio?—

—Uh, sí... ¡p-pero no me malinterpretes!— mi pecho se sacudió un poco al contener una pequeña risa. —tan solo yo... te vi pasar, heh.— 

—Lo entiendo.— bajé la vista a mis manos entrelazadas entre sí. —Estaba yendo a mis clases, digamos que ese camino me ahorra el rodeo... Yo no te vi, ¿por qué no saludaste?— le volví a mirar arqueando la ceja en una acusación juguetona.

La pregunta pareció tomarle por sorpresa mientras tomaba un largo sorbo de su bebida.

—Uh bueno, soy algo tímido en ese aspecto. No quería molestarte.— llevó su mano a la parte trasera de su cuello.

•Stockholm◦ | YourBoyfriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora