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07/01 07:07 a.m.
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Mi nombre es Y/N, y tenía una vida ordinaria.
Como cualquier otro vivía en un apartamento común junto a mi amiga, Lucy. Y como cualquier otro, trabajaba en una cafetería del centro para pagar ese apartamento.

Esa mañana, como muchas otras, hacía bastante frío. Aún a mediados de invierno las brisas soplaban fervientemente, amenazando congelar a todo aquel que osara no llevar un abrigo. Honestamente, hubiese preferido quedarme en cama, mi calientita cama, pero debía salir allá a ganarme el pan.
Mis ahorros se habían ido en picada con el pago de estudios. A decir verdad, a veces llegaba a replantearme terminar o no mi universidad, y ya que el pago del alquiler sería pronto y el pago de medios turnos por la tarde ya no alcanzaban, rogué para que me dejaran trabajar tiempos completos Miércoles y fines de semana. Éste era uno de ellos.

-Uh la lá~ ¿Qué hace señorita desempleo despierta tan temprano? -grazné con todo el sarcasmo que mi ánimo mañanero me permitió al pasar por la sala a la cocina.

-Tengo una entrevista de trabajo. -declaró animada y orgullosa. Aquello me hizo despertar un poco más, esa sí que era una agradable noticia. Pronto añadió, sonriente.- Después de las nueve.

-Eso es genial. -devolví la sonrisa, sirviendo un poco del café preparado en mi taza.

De alguna manera mi cansancio se vio consolado al imaginar a una Lucy con empleo. Al menos así yo no tendría que partirme el lomo con trabajo y tareas simultáneas. Pero bueno, ese no era momento para pensar en toda aquella rutina agobiante de la vida, nunca ganaría nada con ello.
Me di una ducha tibia y rápida, pues eso siempre me ayudaba a recargar.
Mi costumbre siempre había sido cambiarme en el baño, pero frente a la insistencia de la pelirosa de ducharse igual, ésa vez no lo hice.
Con toalla enrollada en cuerpo salí a regañadientes directo a mi cuarto. Enseguida me encogí del frío, aquel parecía un maldito congelador y no tardé en reparar en las cortinas agitadas, topando con la ventana abierta de par en par; juraba haberla cerrado, pero probablemente el viento la había vuelto a abrir.
Evidentemente no hice mucho caso, simplemente la volví a cerrar esta vez asegurando bien el cerrojo, para después proseguir a vestirme... confiando en la tranquilidad de la habitación.

[...]


-¿Ya te irás?

-Así es, no quiero llegar tarde, ¿sabes? -la vi tomar su bolso, acercándose a la puerta.

-Vale, está bien. Suerte.

-Gracias. -dio una última radiante y confiada sonrisa antes de desaparecer por el portal.

En realidad a mi tampoco me faltaba tanto para encaminarme al trabajo, tan sólo con empacar algo de comida para ahorrar dinero que a la hora de mi descanso no pensaba gastar, sería suficiente.

Y al menos podía agradecer el poder llegar a pie a mi destino.

[...]


El trabajo no era especialmente duro las primeras horas de la mañana: tomar una que otra orden, acomoda esto, acomoda aquello, revisa lo otro, limpia aquí, limpia allá; bastante tranquilo. Pero más allá del medio día, las familias y distintos grupos comenzaban a llegar.
Mi paciencia amenazaba con explotar con cada niño malcriado, con cada mesa deplorable que ordenar y hombres y mujeres de escasos modales.
Y desafortunadamente, el dejar fluir las cosas se volvía más difícil al estar en las primeras líneas de atención al cliente, e igualmente hacía mi esfuerzo.

Pero esa tarde, entró alguien muy particular al local.

Yo no era de ese tipo de persona que solía recordar a todo aquel al que atendía, no, ese no era mi estilo. Pero me fue imposible hacer la excepción con aquel sujeto; aquel que siempre tomaba asiento en la orilla de la barra de almuerzo; aquel que tal vez solo destacaba por su prominente altura y sudadera sin mangas en semejante frío.
A decir verdad, era un tipo bastante sencillo en todo el sentido de la palabra, y fue así que me permití entablar una relación amistosa cliente-dependiente.

-Buen día~, ¿qué va a querer hoy, señor? -pregunté con una amena sonrisa como parte de nuestro ritual habitual, sabiendo bien cuál sería su respuesta. Se tomó un momento.

-Hm... ¿Será un latte descafeinado?~ -jamás cambiaba el pedido, así como su actitud siempre amable. Asentí con el mismo gesto carialegre que me había devuelto, anotando en mi libreta. -Y por favor, deja de llamarme señor.

Una risilla nasal lo suficientemente audible se me escapó antes de que pudiera pegar la media vuelta. -Lo que tú digas.

Ya llevábamos algo de tiempo conviviendo, y nuestras interacciones se habían vuelto informales, juguetonas, incluso aún sin yo saber su nombre, así que en ese entonces para mí tan solo era " El Chico de la sudadera".
Conocí por primera vez al chico de la sudadera la segunda semana desde que inicié mis turnos completos; tan sólo recuerdo que era un Domingo, y a partir de ese día, todos los demás acudió sin una sola falta, al mismo horario, el mismo tiempo.
Era imposible no fijarse en semejante peculiaridad, y para ya pasado el mes, el chico de la sudadera, siempre respetuoso, tímido y generoso en sus propinas, se había convertido en mi cliente destacado. Tan solo mío pues, en días hábiles para el momento en el que el siguiente turno comenzaba y TK llegaba, éste ya se había ido.
Aunque por supuesto, alguna vez le llegué a contar de lo curioso que aquello me parecía.

[...]


Afortunadamente, mi salida del trabajo no era excesivamente tarde, así que tanto ésa, como anteriores noches, el trayecto de regreso fue tranquilo.

-Estoy en casa... -anuncié en cuanto crucé el marco de entrada al apartamento en vista de que Lucy no estaba en el lobby. Un escueto sonido de respuesta proveniente de su habitación me fue suficiente mientras yo me encaminaba a la mía.

Tirarme a la cama sonaba la idea más tentadora, pero ya no era una opción. Con el cambio de mis horarios, no me quedó otra alternativa, al menos por algún tiempo, mas que renunciar a mi descanso y realizar mis tareas por la noche. Así pues, tan pronto entré tomé mi laptop.

No siempre llegaba a trasnochar, generalmente terminaba mis pendientes pasada de la media noche, quizá la una a.m si decidía pausar por hambre.
Aunque, cuando me quedaba hasta más tarde, alguna vez creí ver por el rabillo del ojo a una sombra en la ventana que tan pronto miraba ya no estaba. Sin embargo, las ocasiones fueron tan contadas, que siempre lo pensé un invento de mi sugestión. Otro acontecimiento más, producto de la noche.

•Stockholm◦ | YourBoyfriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora