La Elección

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Cuando cayó la noche, Lovino trató de arreglar las cosas con su humano bastardo, y limpió su rostro como antes. Antonio pareció perdonar a su Lovino rapidamente y se acurrucó con él. Lovino gruñó al estar envuelto entre los brazos del hombre y finalmente se las arregló para escapar. 

Todavía había algo que tenía que hacer. Abrió la puerta del dormitorio de Antonio y se dirigió a living. El gato se dirigió a la ventana y miró las horrendas cortinas. Sus garras le suplicaban hacer trizas la tela. Rajarla hasta que parecieran listones. Se relamió los labios y empezó a desgarrar las cortinas. 

No lo estaba haciendo por diversión, ni tampoco porque quería afilar sus garras. No, sus garras ya eran lo suficientemente filosas. Estaba haciendo eso para joder a Roderich. El hombre no se iba a ir sin su merecido después de haberlo insultado y hacer que Antonio se  molestara con él.

Sus garras se hundieron en la tela, desgarrandola facilmente, como un cuchillo en mantequilla caliente. Lovino ronroneó feliz, rajando las cortinas, despedazando los bordes de abajo en los hilos que eran antes de la fabricación de esta cortina. Cuando terminó, el gato se sentó y limpió sus garras, mirando alegremente su trabajo. Era una vista hermosa.

Lovino regresó al dormitorio, cerró la puerta y saltó sobre la cama. Soñó cosas felices esa noche.

Caminó con Antonio en la cocina y alegremente se sentó en su cama mientras Antonio se hacía un café. Lovino quería ver la expresión en la cara de Antonio cuando viera las cortinas. Quería que supiera que no le agradaba Roderich. Que no lo había hecho porque sí. Como detestaba a ese hombre.

Antonio tomó un sorbo de café y se volvió. Teminó escupiéndolo por todo el lugar. —¡Lovi! ¿Qué hiciste? —dejó el café en la mesa y caminó para tocar las cortinas rajadas. Lovino levantó su cabeza y se metió bajo el sillón.

El humano suspiró e ignoró el desastre. —Le dije a Roddy que era inutil cambiarlas... pero se va a molestar cuando llegue...

Obviamente, el Austriaco estába más que enojado al ver las cortinas arruinadas. Una cosa era que rompiera las cortinas de Antonio, pero esas eran de Roderich.

—¡Quiero que te deshagas de esa criatura! ¡Es una amenaza para ti y todos los amigos que traigas aquí!

A Lovino el corazón el dio un vuelco. No quería irse. No quería que lo botaran otra vez. Antonio seguro no lo abandonaría... ¿verdad?

—Roderich, por favor se razonable, es solo un gatito... aprenderá...

—No, Antonio, es un gato completamente adulto ahora y tu deberías saberlo bien. Eres demasiado suave con él y ahora jamás aprenderá. Rompe tus cosas y ataca los visitantes. Ni siquiera es limpio porque no deja que lo bañes. Antonio, tienes que pensar en tu bienestar —Lovino gruñó desde debajo del sofá—. Dijiste que me querías... dijiste que harías cualquier cosa por mí... bueno, si quieres que me mude contigo como me lo pediste, él tiene que irse... es él o yo, Antonio... 

Antonio parecía dolido, pero asintió. Ninguno de los dos dijo nada y Roderich se fue antes de lo planeado. El español se sentó en el sillón y dejó caer su cara en sus manos. Lovino salió de abajo y se paró en sus patas traseras para apoyar las de adelante en las rodillas de Antonio. Lamió las manos del hombre y este acarició su cabeza.

—Lo siento, Lovino... —el hombre rascó la cabeza de su gatito con suavidad—, lo siento tanto... 

Antonio cenó en silencio esa noche y tomó la guía telefónica. Lovino miró desde su cama como Antonio pasaba las páginas del libro, con lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Romo el teléfono y marcó el número que había encontrado.

NekoRoma - Hetalia [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora