JUDAS

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LUCRECIA

––¿Entonces, lo tienes todo claro? –– le pregunté por última vez a Ander. ––Solo tendremos una oportunidad.

El chaval me observó y me otorgó un leve asentimiento. Estuve elaborando cautelosamente lo que haríamos para destruir a Manu Benavent, aunque, había un as bajo la manga que solo utilizaría en caso de emergencia.

––Tienes que volver al instituto, yo volveré a la mansión de mis padres. –– comenté con desinterés. ––Espero que no la cagues, darling.

––Gracias por tu gran confianza. –– respondió con sarcasmo. –– Me estás motivando bastante.

Solté un bufido con exasperación y me despedí sin mucho entusiasmo. Había pasado cuatro días después de lo sucedido con el vídeo, no quise encender mi celular para nada, por lo que tuve que verme obligada a usar las malditas cabinas que quedaban, patético. Solo hablaba con Valerio para que calmase a mi madre, no me gustaba hablar con él más de lo necesario. Ander había vuelto al instituto sin mucho problema, aunque no me lo decía, sabía que su relación con Guzmán ya estaba de por sí jodida, ni siquiera hablar de lo que tuvo con Omar.

Mi cuerpo me pedía a gritos tomar las pastillas en busca de relajación, Ander no había sospechado demasiado de la cantidad de tilas que tomaba, siempre me acordaba de esconder la cantidad de bolsitas que realmente consumía, eso me aseguraba de que no hiciese preguntas innecesarias. Ahora, lo duro sería regresar a la que decía ser mi casa, puesto que aún seguía portando la misma ropa de hace varios días. Obviamente, Ander me había dejado meterla en la lavadora, durante ese lapso de tiempo, me tuve que mantener callada mientras usaba algunas prendas suyas.

Inspiré profundamente y me repetí que podía con esto. Sin mostrar debilidad alguna, me adentré en la mansión y observé cómo algún que otro personal de limpieza me escaneaba con evidente sorpresa. Llegué hasta el salón con una mueca de decepción al no encontrar a nadie o por lo menos, eso era lo que pensaba. Me mantuve estática cuando observé a mi madre bajar por las escaleras con rapidez y arrojarse sobre mí con bastante desesperación. No sabía cómo corresponderle, por lo que me mantuve quieta y ella me susurraba lo mucho que me había extrañado, entre otras cosas, me pedía que no volviese a hacerle esto nunca más.

––Tu padre no vio el vídeo. –– me susurró con la voz quebrada. –– Me encargué personalmente de que se eliminase de forma permanente.

––No tenías porqué hacerlo. ––respondí en voz baja con vergüenza. –– ¿Decepcionada, madre?

Se separó lentamente de mí y pude observar cómo estaba llorando, la imagen solo lograba que me partiese más de lo que ya estaba. Su bofetada no me sorprendió, sabía que me la merecía. El golpe no fue tan duro, pero, dejaría alguna marca, siempre tuve la piel demasiado sensible. Después me volvió a abrazar cómo si tuviese miedo de que me escapase, de alguna manera, solo me sentí calmada entre sus brazos.

––Te quiero demasiado. –– soltó entre varios sollozos. –– Solo lo hago por tu bien, Lucrecia.

La rodeé con mis brazos tratando de hacerla entender que lo sabía, no sé en qué momento mis lágrimas comenzaron a salir sin control alguno. Ya no me sentía con más fuerzas para fingir, no con ella delante. Tenía tantas ganas de dormir sin alguna posibilidad de despertar, pero, no podía irme de este mundo sin arreglar todo el desmadre que provoqué.

––Necesito descansar, mamá. –– espeté en tono vacío. –– Han sido demasiadas cosas.

Mi madre asintió y me dio un beso en la frente, se volvió a separar de mí y se limpió las lágrimas cómo si se tratasen de imperfecciones que nadie podía ver. Me ordenó que hiciese lo mismo y sacó un pañuelo de su bolsillo, me lo ofreció y se lo agradecí. Cuando ambas nos vimos algo mejor, mi madre demandó en voz alta y con autoridad que me llevasen a mi habitación.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2022 ⏰

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