Prólogo

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Y sin darme cuenta, mi vida se estaba acabando en la cama de un hospital.

Yo era el único hijo de una de las familias de empresarios más poderosas del mundo. Por ese motivo, desde pequeño se me inculcó la más estricta de las disciplinas.

Matemáticas, literatura, física, idiomas, música; son alguna de las diferentes materias que llenaron completamente mi niñez y parte de mi adultez.

Desde mis primeros años se me enseñó que así era el mundo, y que estaba predestinado a ser alguien muy importante.

No lo cuestioné.

Cientos de horas completamente aislado en mi habitación estudiando para cumplir con las expectativas que se tenían.

Para satisfacción de mis padres, con el pasar de los años mi esfuerzo académico empezó a dar frutos: Medallas, títulos universitarios, libros publicados, entrevistas y ofertas de trabajo envidiables.

Había logrado seguir el plan de mis progenitores a la perfección... Sin embargo, no lograba sentir nada.

Esa felicidad que se me había prometido desde pequeño simplemente no estaba ahí.

"Quizá aún no logro sentirlo porque no me estoy esforzando lo suficiente" — Me dije a mi mismo y, con ese pensamiento en mente, entré en negación absoluta.

Ya siendo un adulto, llevé mi esfuerzo laboral a niveles incluso más extremos que los enseñados por mis padres.

Los halagos por personas de gran estatus social empezaron a llegar aún más que antes, el dinero en mi cuenta bancaria era la envidia de países completos y existían programas de televisión enteramente dedicados a repasar todos mis logros... Sin embargo... ¡Nada!

Era incomprensible, no existía posibilidad alguna que unas personas tan reconocidas y de alto estatus social como mis padres se hayan equivocado de esa manera.

Algo dentro de mi mente se quebró y llevé mis esfuerzos a niveles inhumanos.

Gracias al distinto uso de drogas y suplementos alimenticios, me las arreglé para llevar el ritmo de "auto-esclavisación" durante unos años. Hasta que, sin previo aviso, un día simplemente me desplomé en mi lujosa oficina.

Al llegar medio inconsciente al hospital, fui capaz de oír como se reunieron importantes médicos para intentar encontrar la manera de salvarme. Solo se pudo llegar a una conclusión: Yo moriría inevitablemente.

En mis momentos finales, solo y sin esperanza, pude al fin y por primera vez en mi vida ver la verdad. Los sentimientos de culpa y arrepentimiento provinieron desde lo más profundo de mi cabeza haciéndome maldecir mis decisiones.

Antes de finalmente morir solo alcance a susurrar: 

"Si tan solo tuviese una segunda oportunidad viviría sin desperdiciar un solo segundo, viviría siguiendo exclusivamente los impulsos de mi instinto..."

Reencarné como el hijo de Lana RhoadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora