Después de Todo... Solo Nosotros

Destrozada

Todo esto ya lo sabéis... ¡Es lo de siempre! Así que sin más esperas, disfrutar del nuevo capítulo del fic ^^

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4.

Destrozada

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. . . Ahora . . .

Ranma tomó una ducha rápida para liberarse de los restos de aquel día y se vistió en la soledad del pequeño cuarto al que se había mudado tras regresar de Jusenkyo; más que nunca esa noche se alegraba de no seguir compartiendo dormitorio con sus padres, pues sentía un desquiciante picor por todo el cuerpo solo con pensar en verse las caras con algún otro habitante de la casa que no fuera Akane.

Por eso mismo, cuando estuvo listo, salió por la pequeña ventana del cuarto y saltó hasta el muro de piedra que rodeaba la propiedad. Lo recorrió entornando los ojos para distinguir los bordes de este en la oscuridad y no caer. Una vez que llegó al jardín trasero, saltó de nuevo hasta un árbol que quedaba muy cerca de la ventana de la chica. Las luces estaban aún encendidas.

Ranma dedicó unos instantes a recuperar la calma.

Estaba a punto de vérselas con una Akane furiosa y, por desgracia, su cuerpo aún no se había recuperado de los golpes recibidos en las últimas horas. Sintió un escalofrío cuando su mente se llenó de imágenes de mazos y espadas de madera que le golpeaban con saña terminando de transformarle en un pingajo inservible. Tuvo que sacudir la cabeza para apartarlas de sí y reunir valor.

¡No seas cobarde! Se arengó, frunciendo el ceño. Al final... es lo que toca. ¡Y podía soportarlo, pues claro! Lo más justo era que él también recibiera su parte del castigo por su responsabilidad en lo que había ocurrido durante la boda.

¡Es lo justo, es lo justo! Se repitió apretando los párpados.

Habría sido mejor dejar que su cuerpo se recuperara durmiendo unas horas, pero se moría de ganas por ver a Akane. Necesitaba saber si estaba bien; vaya, todo lo bien que podía estar dadas las circunstancias...

Si está muy enfadada... puede que desquitarse conmigo la calme se le ocurrió. Akane se desahogaría a gusto y se quedaría tranquila; y lo cierto es que él también. ¡Eso es! Purgaría la culpa que sentía y después dormiría mucho mejor.

¡Basta de pensar!

Era algo inevitable, no valía la pena prolongar la angustia previa. Lo haría por Akane, para redimirse ante ella. Y sabía que seguía siendo lo bastante fuerte como para soportar lo que fuera por ella.

Ranma cogió aire, asintió a la oscuridad con convicción y gran sigilo y saltó hasta el alfeizar de la ventana. Acostumbrado a las sombras de aquella noche oscura, la intensa luz de la lámpara le cegó, haciendo arder sus pupilar. Gruñó por lo bajo y se asomó al interior.

Todo estaba en orden, en principio, y eso le escamó. El escritorio, la silla giratoria... Todo estaba en su lugar, salvo por algo que había en el suelo. Tuvo que pegarse al cristal para identificarlo; un nuevo escalofrío barrió su columna.

Era el vestido de novia.

Estaba hecho un reburujo en el suelo y su tonalidad blanca ya no era tal sino que tenía (que él pudiera ver desde la distancia) varias manchas y desteñidos. Identificó además que estaba desgarrado y por supuesto, arrugado. Akane no había tenido mucho tacto al quitárselo... como no lo había tenido, seguramente, con los zapatos que estaban tirados a los pies del armario, como si los hubiera arrojado de mala manera contra él. Las medias estaban hechas trizas en otro rincón, y el velo asomaba por el borde de la papelera.