Capítulo 11

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 Los lirios de Donghae perfumaban el aire mostrando sus tonalidades veraniegas de escarlata brillante, amarillo mantequilla, rosa caramelo y blanco deslumbrante. La novia que iba a casarse la mañana del 5 de julio no había encajado bien que la manicura hubiera fallado, pero en aquel momento posaba radiante para Wook mientras Heechul intentaba localizar la chaqueta y la corbata que uno de los acompañantes del novio había perdido.

Tras comprobar que no había urgencias que atender, Sungmin llevó en persona la pieza central del pastel al salón de baile. Era un jarrón de azúcar moldeado a partir de un cuenco hexagonal que había completado con unos lirios enanos.

Los lirios de Donghae no podían compararse con los suyos en cuanto a tiempo empleado y a su confección. Sungmin había forrado un rodillo con una cinta de otomán de textura gruesa para marcar la pasta de goma y luego había recortado con meticulosidad cada uno de los pétalos. La composición final, una vez hubo atado y sumergido los tallos en un glaseado real clarificado, resultaba refinada y elegante.

Examinó con detenimiento el pastel de boda que presidía el salón sin prestar atención al bullicio del montaje. Había adornado cada uno de los pisos con más pétalos en relieve que repetían esos colores intensos en una danza circular. Finalmente, sobre el tablero que conformaba la base del pastel había esparcido unos cuantos más para darle un toque bello y orgánico.

Sungmin sacó el jarrón de su envoltorio en el preciso instante en que alguien volcaba una silla en un descuido. Ni siquiera parpadeó.

Kyu advirtió el detalle. Era como si ese joven fuese inmune al ruido, los gritos y el movimiento. Observó que centraba el cuenco de flores en el piso superior, se retiraba para comprobar el efecto, sacaba de la caja uno de sus útiles de repostería y dibujaba una línea, o mejor dicho, trazaba una línea con la manga pastelera. Kyu, por la cuenta que le traía, procuraba hablar con precisión. Sungmin trazó un par de líneas perfectas alrededor del cuenco con unas manos precisas como las de un cirujano.

Dio la vuelta a su creación y asintió.

—Es fantástico.

—¡Oh! —Sungmin dio un paso atrás—. No sabía que estabas aquí. Ni que ibas a venir.

—Era la única manera de averiguar si estarías libre este sábado por la noche.

—Qué detalle...

Kyu le acarició la mejilla con el pulgar.

—¿Tengo glaseado en la cara?

—No, tienes una cara preciosa. ¿Cuántas flores has puesto ahí?

—Unas cincuenta.

Kyu observó los adornos florales.

—Parece como si Donghae y tú hubierais hecho combinaciones de pétalos.

—Eso es. Bien, como hasta ahora todo ha ido como la seda, quizá pueda...

—¡Código rojo! —gritó Donghae a través de sus auriculares.

—Mierda. ¿Dónde?

—En el salón principal. Venid todos.

—Ahora mismo. Código rojo —le dijo a Kyu antes de salir corriendo hacia las escaleras—. Es culpa mía. He dicho que todo iba como la seda y jamás se ha de hablar así.

—¿Qué problema hay?

—Todavía no lo sé. —Sungmin llegó al rellano del segundo piso y se encontró con Heechul, que venía del ala opuesta.

—La madrastra y la MDNA se están peleando. Wook y JongWoon están con la novia, que todavía no se ha enterado.

Sungmin se quitó el pasador del pelo y se lo metió a toda prisa en el bolsillo de la chaqueta del traje.

Sabor de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora