Capítulo 4.
Unas risitas dulces y suaves se colaron por mis oídos, molestando mi bonita relación con morfeo. Con una dificultad extraña logro abrir los ojos, la luz golpea con fuerza mi vista obligandome a entrecerrarlos, al inicio todo es un poco borroso, incluso los recuerdos, pero poco a poco mi visión mejora, más aún todo es confuso. Intento levantarme pero la parte trasera de mi cabeza palpita en protesta.
—¡Despertaste! —escucho una cálida voz femenina que denota emoción
Giro el rostro para enfocar a la persona dueña de semejante sonido. Una niña de unos quince años, que mantiene entre sus manos una tablet, su vista fija en mi y en su rostro una impresionante sonrisa.
—¿Donde estoy? —pregunto luego de a duras penas lograr levantarme, mantengo mi mano en mi nuca por el dolor.
—Espera, dejame llamar a alguien —contesta
—¡Niña! —la llamo en vano, pues ya ha salido por la puerta
¿Quién es? ¿Donde estoy? ¿Y porque no recuerdo nada?
Miro de esquina a esquina, admirando cada rincón de esas cuatro paredes. Esta habitación es enorme en comparación con la mía, que es sólo un cuadrado minúsculo dentro de un departamento. Cerca del ventanal de la derecha hay un escritorio, minuciosamente organizado, y al otro extremo una estantería con libros, en la parte superior de este hay algunos trofeos.
La puerta se abre, dejando paso a es figura con la que he fantaseado tanto, esos ojos en los que me he perdido tantas veces desde la distancia y esa sonrisa que he deseado provocar.
Ahí estaba él, frente a mí.
Casi se me sale el corazón.
«Esto no es real» intenté convencerme a mi misma mentalmente.
Pestañee unas cuantas veces, aún así el seguía ahí con una sonrisa de diversión plasmada en el rostro, pero jodidamente guapo como siempre.
Cuando por fin me convencí de que esto no era un sueño y que lo estaba viendo en vivo y a todo color, en mi rostro se formó una expresión que hizo reír a las dos personas frente a mí. Justo ahora no se como tomarme esto, por un lado tenía la oportunidad de hablar con el por primera vez, sin embargo por el otro, tenía un golpe en la cabeza y no estaba durmiendo en mi cama como debería.
Una lamida en la mano hace que salga de mi extraño trance.
Espera, ¿¡Qué!? ¿¡Cómo que una lamida!?
No tardo en darme cuenta de los jadeos de un hermoso husky siberiano que está sentado a un lado de la cama. Los colores de su pelaje, notoriamente muy bien cuidado, son blancos y negros. Me picaba más que nunca la curiosidad.
—¿Tú?
Esto es totalmente irreal. Todo dentro de mi gritaba de emoción por compartir palabras con él.
—Si yo —aseguró. Eros mantenía su sonrisa divertida, claro, la única a la que no le parece nada divertida la situación es a mi —esperaba que ya supieras donde estás, sólo necesitas girar un poco el rostro y notarás de quién es esta propiedad —dijo fijando su vista en un objeto detrás de mí
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¡Mi crush es Cupido! ©
Teen Fiction¿Podría el dios del amor caer en su propio hechizo?