Capítulo 9.
Hace como unas dos horas que he llegado a casa de ir al supermercado y no he hecho nada que pueda describirse como productivo, exceptuando darle de comer y jugar con mi gato, estos últimos días lo he descuidado y he visto que ha bajado de peso.
Cuando llegué mis hermanos veían nuestra serie favorita, sí, de los tres. Si no fuera por todo lo que tengo que hacer, estaría sentada en primera fila junto a ellos.
Tal vez si dejara a un lado a Eros, tendría tanto tiempo como ellos.
Me regaño mentalmente. Últimamente es el centro de mi existencia. Sigo pensando que sus reglas son una mierda y no pienso cumplirlas.
Ato mi cabello en una coleta despeinada, ahora que lo noto, no me ha dolido la cabeza y eso me alegra porque los dolores productos del golpe son verdaderamente insoportables, cuando se lo proponen. Cierro a mi espalda la puerta, saco cada prenda que cubre mi cuerpo para dejar que el agua caliente lo empape y relaje mis músculos tensos.
Hoy es domingo, no os podéis hacer una idea de cuanto odio los domingos. Los aborrezco, son...estresantes, y más cuando eres una total irresponsable que tiene millones de trabajos y tareas pendientes. Ayer no recibí señal de vida ni de Eros, ni de Iris. De él entendería que su orgullo de macho dolido no le permitiera venir a verme, pero de la enana no sé.
Estiro mi brazo por la puerta de cristal y agarro la toalla, me seco y envuelvo mi cuerpo con ella. Busco en el armario, tomo lo primero que encuentro. Un top de tirantes el cual deja ver una parte de mi abdomen y el piercing que adorna mi ombligo. Lo acompaño con un chándal, unos pants holgados y mis pantuflas.
Conecto el móvil a los audífonos por bluetooth y selecciono la música que deseo escuchar. Tal vez a muchos de ustedes esto no les funcione, pero lo cierto es que a mí me ayuda a que el tiempo estudiando pase deprisa. Acomodo distraídamente detrás de mi oreja el mechón de cabello que siempre se sale de su lugar.
A un lado de la mesa tenía un montón de libros de estudio, en el centro el portátil y en el otro extremo muchísimos más libros y cuadernos. Un segundo después de ojear y ver todo lo que había pospuesto por Eros me empezé a agitar y a poner considerablemente nerviosa. En un principio no me imaginé tener tantas materias acumuladas.
Tecleo algunas cosas para un proyecto sobre las benditas leyes de Newton, realizo anotaciones en unos post it y subrayo temas importantes.
Unas horas después, a eso de las nueve, la música se detiene y el sonido del tono de llamada repica en mis oídos, ni siquiera me inmuto en ver el nombre en la pantalla y solo me dispongo a contestar.
—Aló —respondo sin separar la vista de lo que escribo
—Nena ya estoy aquí —conozco muy bien ese "nena" y el tono femenino del que proviene.
Pista: la dueña es una enana demasiado cotilla.
—¿Dónde aquí? —mis dedos continúan moviéndose ágilmente en el teclado del portátil.
Llevo cuatro largas horas en esto, ya no sé ni mi nombre. No siento los dedos y me arden un poco los ojos.
—¿Qué estás haciendo?.
Que bien me conoce.
—Estudiando ¿por? —contesto mecánicamente a la vez que estiro mi brazo derecho para alcanzar un libro.
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¡Mi crush es Cupido! ©
Teen Fiction¿Podría el dios del amor caer en su propio hechizo?