Capítulo V

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—Bien compañero, ¿Entonces vamos?— Preguntó Samuel, esperando detrás de la puerta al que mencionó para poder salir finalmente juntos a hacer su trabajo.

—Sí, un momento...— Contestó mientras se ponía su calzado, para luego recoger su cámara y móvil, para al momento de salir, encontrarse al mayor con una libreta y lapicero. Ambos tenían algo de sueño, aunque estaban ansiosos. Se levantaron temprano para conocer la mayor cantidad de lugares posibles.

—Bueno, ¿A dónde iremos primero?— Lo miró como si fuera un niño pequeño, jugando con el lapicero.

—Mmm... El jefe nos dijo que tenemos que ir a estos lugares: Torre de Belém, monasterio de los Jerónimos, Bairro alto y Chiado, plaza del comercio, elevador de Santa Justa, elevador de Gloria, y la catedral— Mencionó mientras leía el mensaje que les había dejado. Samuel rio un poco.

—Lo sé, pero... ¿Cuál visitaremos primero?—

—La cafetería. Tengo hambre— Sonrió y se dirigió al ascensor, haciendo que su acompañante riera más fuerte y lo siguiera.

—Vale, lo que sea para complacer al niño— Posicionó una mano sobre el hombro del contrario, caminando a su lado.

—¿Cómo que niño? Dudo que sea tan menor que tú— Lo miró manteniendo esa sonrisa que traía, pero a la vez con curiosidad.

—Hasta pareces un adolescente chaval, con tu peinado, pendiente en tu oreja...— Dirigió su mano a ese arete, jugando un poco con él— ¿Te molesta que lo haga?— Se refirió a lo que estaba haciendo.

—No, no hay problema...— Borró lentamente la sonrisa que traía. Recordó que su anterior pareja siempre hacía ese mismo tacto para molestarle, pero cariñosamente. Aunque ya no sentía nada por él, le dolió que perdieran comunicación. Antes de decidir ser algo, se llevaban increíblemente bien. Confundieron amor con amistad.

Claro, eso pensaba Guillermo en un inicio.

—Ah... Está bien...— Claramente se dio cuenta de su cambio de actitud, y decidió dejar de hacerlo.

El camino fue silencioso, al igual que cuando desayunaron. Un silencio incómodo, pero ninguno hallaba un tema de conversación.

Hasta que Samuel notó cómo un chico y una chica intercambiaban miradas, pero ninguno se daba cuenta que el otro le observaba. Este se empezaba a desesperar de que estos dos chicos no se daban cuenta, y quiso dar un empujón.

Llamó a la mesera, para luego preguntarle algo.

—Bom dia, gostaria que você desse uma sobremesa para a menina aí, mas diga que foi aquele menino que fez o pedido. Não sei se será possível ...?— Preguntó de la forma más relajada que pudo, aunque en cierta forma seguía con ganas de emparejar a los chicos que vio. (Buenos días, me gustaría que le dieras un postre a la chica de allí, pero diga que fue ese chico el que lo pidió. ¿No sé si eso es posible...?)

—Também notou aí alguma química? Bem, sim é possível, e eu também estava a pensar em fazer algo para os ajudar— Le regaló una sonrisa mientras miraba a los que mencionaban. Samuel la imitó. (¿También notó algo de química ahí? Bien, sí es posible, y también pensaba en hacer algo para ayudarlos.)

—Perfeito, então dê-lhe a sobremesa que recomenda— (Perfecto, entonces dele el postre que recomiende.) Siguió hablando, y cuando finalizó, la mesera fue a dar a cabo su plan.

—¿Y esa emoción?— Preguntó neutro, mirando a la chica que se retiraba. No entendió nada de lo que dijeron, lógicamente.

—Ya vas a ver— Y siguió comiendo. El menor buscó con la mirada a la chica con la que Samuel había hablado, para observarla. Vio que la mesera se acercaba a la chica de una mesa, diciéndole cosas. Quitó su vista antes que siga viendo cómo conversaban.

—Ya entendí. ¿Te gusta la chica?—

—¿Eh?— Lo miró confundido— Pero mira la escena pues, así te pones al contexto de todo— Guillermo hizo caso sin muchas ganas, para luego ver cómo la chica y el otro joven se miraron fijamente para luego la mujer acercársele y abrazarlo. El chico estaba flipando, pero cuando Samuel le hizo un gesto con sus dedos cerca de su frente, el joven le agradeció dándole el pulgar arriba.

—Ejemplo de amor a primera vista— El mayor sonrió victorioso al contrario, quien rodó los ojos.

—Ni siquiera sabes si se aman. Pero bueno, en el caso de que ellos terminen siendo "el uno para el otro", no todos encuentran a su media naranja con solo verle la primera vez—

—Claro, no digo que siempre se hará presente. Yo no me enamoré de Silvia a penas la vi, ¿Sabes?— A Guillermo le sorprendió que Samuel hablara de su ex de una forma tan pacífica. A él sí le incomoda un poco, aunque el hecho de que su compañero se abriera, lo motivó un poco.

—Claro, como yo con Fra- — Se quedó callado un momento— Ni siquiera sé si hubo realmente amor—

—Entiendo— Al castaño le alegró que le compartiera algo de su pasado, iban progresando.

Terminaron su desayuno, y Samuel se sintió como el camarero que conocieron en Francia. Se estaba metiendo en la vida de los desconocidos, pero Samuel verdaderamente sintió una conexión entre ambos jóvenes. ¿El mesero de la otra vez, sintió lo mismo? Simplemente ignoró esa sensación y no dejó que ese pensamiento afectara en su trabajo.

Quedaron en visitar los primeros 5 lugares que les pidieron, ya que al día siguiente terminarían.

Así fue como llegó la noche, y ambos se encontraban en la plaza central de la ciudad, sentados en una banca, apreciando la hermosa noche que había.

—¿Cuál fue el lugar que más te gustó?— Samuel estaba abranzando al pelinegro del hombro, mientras este apoyaba su cabeza en él, pensando en qué responder.

—Todos... Me lo pasé genial. Todos los lugares a los que fuimos, me encantaron, sobretodo porque estabas tú— Las bromas que se hacían y el sentido del humor del castaño, hacían feliz al azabache.

—También me divertí mucho, Guille...— Se miraron fijamente. Sin duda pasar tanto tiempo con el otro, les hizo apegarse más y considerarse grandes amigos a pesar de conocerse hace poco. Desde un inicio, al pelinegro le pareció guapo su compañero, solo que nunca se lo diría, especialmente ahora que él sabía que era gay, y no quería incomodarlo— Me encantan tus ojos, ¿Sabes? A pesar que casi no se notan, cuando puedo verlos con claridad, me doy cuenta que son bien bonitos. Hablando de eso... ¿Ves algo cuando sonríes?— El que escuchaba se puso a reír, contagiándole al que preguntaba— Solo digo—

—Sí veo, pero algo borroso porque mis párpados se cierran, aunque eso no es novedad— Seguían mirándose fijamente, como si la persona que separara primero su vista, perdiera. Al parecer, ambos querían ganar.

—Conozco a chinos que son menos chinos que tú— Ambos siguieron con esa sonrisa que causaba el otro. Creían que era el inicio de una hermosa amistad, pero poco a poco la llama dentro de ellos se encendía, solo que aún no se daban cuenta.

"Mi Hogar Está..." [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora