Se acercó mi cumpleaños en un abrir y cerrar de ojos. Ese fin de semana estuve motivado, feliz se podría decir. Organicé todo solo, un plan B, a diferencia del que tenía en vista meses atrás. Mis amigos conocen mi condición, nadie faltó. De hecho, ese día me tomé con humor todo esto que estoy pasando. Domingo en la noche nos reunimos todos en un bar, cada quien fue con su pareja. Se los veía contentos, se les notaba que querían apoyarme y que la pasara bien.
Todo iba sobre ruedas, esperábamos a las doce de la noche para recibir un año más. Quizás se cruzaban algunos pensamientos melancólicos pero los podía rebatir con facilidad. La estaba pasando muy bien, me reía nuevamente. Podía ver las cosas con humor, hacerlos reír a todos, contar anécdotas y demás. Irónicamente soy yo el payaso del grupo, el que tiene facilidad para desenvolverse y sacarles una sonrisa con cada ocurrencia mía.
En ciertos momentos me quedaba callado y observaba a cada uno. Me detenía a contemplarlos y sonreía. Sabía que ese era mi grupo, a donde pertenezco. Donde puedo ser quien soy, sin mascaras ni prejuicios. Son mi familia y los amo por ello. En mis días más opacos ellos me hacen brillar.
Se hicieron las doce, todos aplaudieron y cantaron en mi nombre. Mi sonrisa no tenía precio. Me tomé fotos con todos, charlé con cada uno y les agradecí por venir. Aún teníamos unas tres horas para que cerrara el bar, y nos dispusimos a seguir disfrutando.
En cierto momento, mientras hablaba con mi mejor amigo, me llegó un mensaje de felicitación. Era ella.
Toda mi estructura tembló por completo al ver aquella notificación en mi teléfono. Leímos el mensaje y no podíamos creerlo. La forma en la que narraba demostraba un desinterés enorme, era un mensaje cuya calidad aparentaba como si nunca hubiésemos sido nada, como si después de unas semanas de cortar todo hubiese sido un tramite tonto y sin importancia. La falta de empatía me destruyó. Era una felicitación que le mandaría a un amigo, un conocido. Ignoró todo tipo de tacto, se olvidó de lo que tuvimos, de lo que quizás en algún momento signifiqué para ella. Hasta mi mejor amigo se molestó al leer el mensaje, fue algo escrito por compromiso.
Mis ojos se humedecieron, él lo notó. Me levanté como pude y camine hasta el baño del bar. Lloré unos minutos ahí. Se acercó al tiempo e intentó contenerme, hacerme entrar en razón. Me senté en un banco mientras él me miraba parado en una esquina. Comencé a tener un ataque de pánico, mi respiración se agitó bastante. Me abrazó con fuerza y me quebré nuevamente. Ya para este punto el resto de mis amigos entendía que pasaba, el porqué de mi demora.
Me lavé la cara, aunque mis ojos hinchados me delataban, y volví a la mesa. Emanuel se le hervía la sangre de la bronca que tenía al verme así, estaba muy enojado. Pasaron treinta minutos y la situación era incontrolable. No podía disimular en lo absoluto.
Nos fuimos todos, cada quien era consciente de lo que pasó. Cuando podían se acercaban a mi a preguntarme como estaba, que había pasado para ponerme así. Lo suponían claramente. Intentaron levantarme el animo pero no hubo caso.
Llegué a mi casa roto nuevamente, lloré en mi cuarto hasta dormirme. No podía abrir los ojos de lo hinchado que estaban. Mi madre, preocupada al escucharme nuevamente en ese estado y mas en el día de mi cumpleaños, se puso en contacto con mi terapeuta.
Así recibí mis veintidós años. No hubo poder de dios ni antidepresivo capaz de contenerme aquella noche.
Le respondí el mensaje a escondidas de todos, me denigré una vez más en mi vida. Me arrastré por amor y lo poco de dignidad que me quedaba la tiré. Le escribí la verdad, que la extrañaba y me era difícil continuar sin ella. Ella se disculpó por ello y le dije que si algún día quería volver a intentarlo, en mi vida iba a tener un lugar reservado.
Soy un idiota.
Me suicidé de la forma mas hermosa posible, me enamoré de alguien que hoy no puedo tener.
Es todo, solo por hoy.
YOU ARE READING
Distimia
Non-FictionSolo soy yo luchando conmigo mismo, con mis inseguridades y mis temores. El quedarme solo me aterra, el sufrimiento causado por las ilusiones rotas no tiene una magnitud imaginable. Espero salir entero por la puerta y entrar en otra. Dejar que la vi...