Capítulo 2: La primera crisis

43 3 0
                                    

Nota de la autora: En este capítulo aparece por primera vez una escena explícita. En caso de que quieras evitarla, te avisaré en qué momento comienza y en cuál termina. 

------------------------------------------

Después de varios días, la rutina se volvió la misma. Teníamos clase con el profesor, comíamos, luego a veces había un juego o alguna actividad por la tarde y al final, eramos libres de hacer lo que quisieramos en la noche. Por supuesto, debíamos permanecer en la casa y de preferencia solos. Las clases era muy entretenidas y un tanto extrañas a veces. El profesor tenía todo en control. Nos pedía aprender nombres, mapas, planes e instrucciones. Todo estaba calculado milimétricamente que me parecía asombroso pensar en cómo alguien podía gastar su vida en planear algo así. Algunas clases eran más prácticas que otras, algunas podíamos salir y practicar un poco de tiro.

—Venga, pues yo no lo he hecho muchas veces, la verdad. —Río me comentó mientras salíamos de la casa hacia el campo dónde podríamos disparar contra algunas botellas.

—¿Y usted Profesor? ¿Ha disparado antes? —le pregunté al profesor quien iba detrás de nosotros

—Tal vez lo he practicado alguna vez, pero estoy seguro que nunca con la puntería de usted, señorita Verona. —responde y yo sonrío un poco.— Espero que hoy podamos ver un poco de eso.

—Espero que sí. —Río sigue la conversación y me voltea a ver para luego apurarse y ponerse junto a Tokio

Hay seis filas y en cada una tenemos a unos cinco metros unas botellas. Todas las botellas deben estar rotas antes de que Oslo y Helsinki se acerquen a cambiarlas. Tokio es de las primeras en tomar una pistola y disparar en su fila. Río la observa expectante como un niño emocionado desde las gradas. Junto a ellos está Nairobi pidiendo su turno. Estoy segura que ella buena puntería sí tiene. En la siguiente fila, Denver dispara y en cuanto la bala rompe la botella suelta una carcajada. Su padre le da una palmada en la espalda y Denver le pasa la pistola para que se espere a la segunda ronda. La cuarta fila está vacía creando un espacio hasta la quinta donde se encuentran Oslo y Helsinki. Para ellos disparar con pistola es sencillo, entonces una vez que lo hace uno esperan a que se rompa la última fila que queda. La fila el quedaría a Berlín, pero él se queda junto al profesor tomando una copa de vino. Desde unos días atrás traemos un juego de miradas espantoso. Luego se torna más morboso cuando en clase se me queda mirando a las piernas o a mi trasero. Se acerca a mí y me ofrece de su copa.

—No, gracias. —le respondo y aleja su copa para darle un sorbo.

—¿Vas a disparar? —me pregunta en una voz grave y atrevida.

—Esperaba que tu lo hicieras primero.

—Vale, venga. —me responde y se va a tomar la pistola que quedaba libre.

Deja la copa y le dispara a la botella. Ha sido un buen tiro, pero se le ha ido chueco. Luego recarga y tira otra vez para por fin darle a la botella.

—A veces en la vida no hay segundas oportunidades, ¿no? —le digo y voltea con una sonrisa

—Helsinki, pon otra fila de botellas. —le habla a Helsinki, pero todo el rato me mira— Hagamos una apuesta. Dejemos todos a Verona que tire esta ronda completa. Si le da a todas las botellas, ella se convierte en la líder del atraco.

—Pero, Berlín, que los roles ya están decididos. —el profesor interrumpe y Berlín se ríe

—Vamos, profesor. Deja que nos divirtamos un poco.

—Dame la pistola. —le respondo y me da su pistola. Después vuelve a tomar su copa de vino con la mano izquierda.

Reviso el cartucho, le recargo los 6 cartuchos límite y me planto en la cuarta fila. Tokio me miraba con mirada incrédula. Nairobi se quedó seria y miraba al profesor esperando que él hiciera algo. Los demás me miraba, pero sólo había una mirada que importaba en realidad. Tomé aire, y me acomodé. El recuerdo de la primera vez que disparé siempre me llegaba y siempre terminaba recordando cómo era que me habían acomodado las piernas esa vez. Cerré los ojos y disparé, abrí los ojos para admirar mi premio. La fila cuatro, cayó. Me seguí con la tres, la dos y la uno. Todas caían una a una. Puntería de oro. Cambié de dirección y seguí con la cinco y la seis. Todas abajo. Primero hubo silencio y el primero que lo rompió fue el profesor para aplaudirme. Luego Moscú se acercó y me dió otras palmaditas como lo había hecho previamente con Denver. Los demás aplaudieron y reían.

Recuerdos de un atraco (Berlín x Verona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora