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—Gracias por acompañarme a mirar muebles.—Dijo Jimin con una sonrisa sobre sus labios.

—No tienes porque agradecer.—Taehyung sonrió de vuelta.—Siempre es un gusto pasar el tiempo a tu lado.

—Ah, que lindo.—Sonrió aún más ampliamente, colgándose del brazo de Taehyung. Recostando su cabeza sobre el alfa.—Tal vez haga las compras ya no más, quiero que mi casita ya tenga cosas dentro.

Jimin hablaba tan dulcemente que lograba que las mejillas de Taehyung se sonrojara.

Con la melodiosa voz del omega; la cual lograba que en su estómago se sintiese como una colonia de mariposas, recordaba todo el amor que sentía por Jimin. Un amor que había surgido desde hace mucho, desde que había observado con detenimiento el perfil del omega, desde que había contado sus pecas y lunares mientras dormía a su lado, desde que se había dado cuenta que la gran constante en su vida siempre había sido Jimin. Fue aquella la forma en la que se enamoró de su mejor amigo, fue una batalla consigo mismo al principio, la sola idea de ver con otros ojos al amigo de su vida fue abrumante, por aquello pasó muchas noches en vela replanteando sus sentimientos una y otra vez. Y cuando por fin se admitió a sí mismo que estaba enamorado de su mejor amigo, cuando por fin se dio los ánimos de decírselo; Jungkook había aparecido en la vida de Jimin, y con eso, todas sus esperanzas eran enterradas, su amor era desplazado.

Ahora que ellos no estaban juntos, ahora que Jimin se encontraba mejor, sus sentimientos se veían desenterrados. Tenía que hacerlo, no podía seguir ocultando que su corazón palpitaba con mucho amor por Jimin.

Era hora de saber si sería correspondido, o no.

Ambos siguieron recorriendo la enorme tienda, ambos viendo los catálogos de distintos ejemplares, lucía como si estuviesen buscando muebles para su hogar. Taehyung lo sentía así, ilusionado viendo de reojo a Jimin, delirando de amor.

Jimin pidió todo lo necesario, escogiendo muebles de fina madera y cálido color, se quería distraer mirando distintos catálogos, porque su cabeza le había jugado una mala; le hizo recordar a la madrugada en la que Jungkook y él se amanecieron viendo muebles en línea, comprándolos para su pequeño departamento. El recuerdo hizo un choque en su corazón, rompiéndolo un poco. Porque como era la vida, tan frágil, tan indecisa, un día estuvo tan cerca de Jungkook y ahora estaba tan lejos de él.

El destino, es lo que pensaba.

El cruel destino.

Después de haber hecho el pedido y de fijar el día de la entrega, ambos salieron del local. Siendo atrapados por los paparazzis que los esperaban, las cámaras enfocando en sus brazos enredados, en la sonrisa de Jimin y en el jalón de Taehyung para que ambos entraran a la camioneta.

La jornada del día de hoy era simple, comer en el piso del nuevo hogar de Jimin mientras hablaban. Simple, pero significativo, pues hoy era el día en el que Jimin se enteraría de los mil y un sentimientos de Taehyung.

Compraron en un restaurante de pollo frito, pidiendo un extra de papas fritas y más refrescos. En el camino se plantaron risas y pequeñas bromas sobre películas que habían visto juntos, recordando las tardes de películas de invierno o cuando estaban de vacaciones. Tiempos dorados.

Al llegar al lugar, Jimin se despidió del representante de Taehyung y le entregó una orden de papas fritas, logrando que sonriera. Aquello era lo que hacía tan brillante a Jimin, el como iba encantando a todo el mundo sin hacer mucho; solo siendo él mismo.

—He aquí, mi humilde casita.—Dijo Jimin frente a Taehyung señalándole el terreno enfrente.

—Es muy bonita.

Gold rush 🍯 kookmin au omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora