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Era tarde, demasiado tarde, a decir verdad. Salía de trabajar y eran las 6 de la noche en Londres, las calles estaban solas a esa hora, tal vez no tanto pero el solo pensar que alguien puede estar acechando en la oscuridad de en medio de algunas casas me asusta de sobre manera.

Caminaba lento, no tenía tanta prisa de llegar a mi casa. No es como si nadie me esperara al volver, bueno si era eso, pero de lo contrario si me agrada el estar solo pero a la vez no. De todas maneras no deseaba estar en ella, la casa es muy grande como para estar solamente una persona en ella, tantos cuartos vacíos, paredes que al solo verlas te dan tristeza, cuadros que te observan y árboles alrededor de ella, acechándote, viéndote. No era un lugar muy bonito que digamos, pero era mi casa, no mi hogar.

Pase por una estación de policía y lo que escuche me quedo helado.

- Mantenerse atentos, nunca se sabe en qué momento llegará a aparecer - decía el comandante a los demás policías - no sabemos con claridad si es hombre o mujer, sólo sabemos que mata por diversión.

No podía creer lo que estaba escuchando. Un asesino en las calles, EN ESTAS CALLES. Veía a todas las personas que pasaban a mis lados, no sabia quien podría ser, dijeron que no sabia quien era en realidad, pero ¿cómo que mataba por diversión? eso era lo que me daba más miedo.

Comencé a caminar más rápido por las calles, la gente me miraba y veía que era lo que estaba haciendo y me detuve. Estaba dando la impresión de que estaba huyendo. Recordé lo que dijo el comandante y me tranquilice. Genial. Ahora iba a dar sospechas de que YO era el asesino.

En mi andar choque con una señorita y esta cayó al suelo. La iba a levantar cuando ella me vio. Sus ojos, desgarrando lágrimas por el golpe, no pensé que la había lastimado tan duro.

- Déjeme ayudarle - dije, ofreciéndole mi brazo.

Ella lo aceptó y la levanté del suelo. Su piel tan blanca como la nieve, labios rojos muy rojos y su cabello negro, era muy hermosa. Visualice la herida y me di cuenta que si estaba muy mal. La sostuve por el brazo y la llevé a una de las sillas que estaba más cerca de donde estábamos.

- Llévame a tu casa - dijo la señorita.

- ¿Está usted segura?, ¿no quiere mejor que la lleve con un médico? - no sabia porque me había

dicho eso ella.

- Si, segura - dijo, ignorando la otra pregunta.

No sabia que hacer, ella estaba en la silla que me dispuso un restaurante cerca. No entendía porque quería que la llevara a casa, es mas, no sabia porque me emocionaba el hecho que me dijera eso. La observé por un momento, se veía tímida, insegura, pero había algo en ella que me daba seguridad y confianza.

- Está bien, la llevaré - dije observándola fijamente, seguro.

Ella me observó sorprendida y asintió con la cabeza.

La tome del brazo y cintura, la levante y nos dispusimos a caminar a mi casa. La suerte era que no estaba tan lejos, solo a unas 3 cuadras de donde estábamos. 

LorelayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora