2.- Una muñeca (o peluche) funciona aun sin pilas

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❀*ೃ༄Fandom: Jujutsu Kaisen 

❀*ೃ༄Ship: SukuIta

❀*ೃ༄Advertencias: Yaoi, Intento de terror, Gore, Muerte de un personaje.

❀*ೃ༄ La exhibición esta abierta, pero los productos no están en venta❀*ೃ༄


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La casa era acogedora, ciertamente pequeña, pero para su nueva familia integrada por tres, era más que suficiente.

Sukuna es el mayor, por lo que debe ser fuerte por Yuuji, quien aún despierta llorando por las noches, sabe que debe protegerlo y va a hacerlo cueste lo que le cueste.

Ambos tienen 8 años y Sukuna no debería pensar así, a pesar del dolor y la pena por la perdida, debería pensar en otras cosas que ser valiente, debería llorar y pedir ser abrazado, pero esa es su resolución y seguirá así.

Deja su pequeña maleta en la sala, viendo las fotografías viejas en las repisas cuando se sienta en el sillón, ve cada imagen como una sucesión de relatos, historias que en algún momento sus padres le contarían, pero no hicieron.



Y no harán jamás.

—...Yuuji ya duerme ¿No quieres hacerle compañía? — escucha a sus espaldas, mas niega con la cabeza

—Hare la tarea, Yuuji no entenderá nada y le explicare entonces —



Sukuna sabe que su abuelo lo considera un poco insensible, pero en el fondo sabe también que es el más fuerte de los dos. Así que no toma importancia en lo que hace, haciendo que Sukuna también de cierta forma olvide, que Yuuji no tiene precisamente buena suerte.

Sukuna solo se da cuenta del paso del tiempo por las luces que se encienden en la calle, se asoma a la ventana viendo que sí; ya ha anochecido. Tiene un poco de hambre y sueño, así que va en búsqueda de su hermano, frota sus brazos porque el cambio de temperatura le ha dado anochecido.



—¿Abuelo? — su voz se pierde en la soledad del lugar, así que comienza a moverse

Sukuna sale en busca del anciano, no lo ha visto desde que dijo que Yuuji dormiría la siesta, encontrándolo rápidamente en el patio de atrás por los ruidos de la pala que le ve en las manos.



—¿Qué haces anciano? — le pregunta



—Tirando lo que no sirve —



Sus palabras son un tanto vacías, alcanza a ver la bolsa oscura que lanza al agujero que esta en la tierra, las manos le tiemblan, el hombre ya es muy viejo; piensa. Esta vestido con un enorme mandil de lo que parece cuero, que le llega hasta los tobillos, es la primera vez que le ve algo como eso, pero de alguna forma le trae una especie de recuerdo de cuando era aún más pequeño, de un tiempo en el que tomado de la mano de Yuuji veía a su abuelo trabajar.

¿Qué era lo que hacía? Ya no lo recuerda, pues después de que sus padres se mudaran de casa, pocas veces fueron las que lo pudieron visitar. Recuerda entonces la razón por la cual ha ido en su búsqueda.



—Yuuji... Yuuji ¿Dónde está? — pregunta mientras su abuelo sigue cavando en la tierra humedecida



Comienza a sentir el aroma de esta, el frio en su cuerpo en un poco mas fuerte, las acciones de su abuelo de alguna manera le hacen sentir inquieto, con un leve pesar que no es el dolor de la muerte de sus padres.



—Esta durmiendo — vuelve a decir el anciano —Esta bien, como tu—



Sukuna camina lentamente hacia atrás, púes el aire se ha tornado tenso, aunque es un niño puede ser capaz de distinguir ciertas cosas, del miedo comienza a atenazar su cuerpo cuando el viento mueve las ramas de los arboles y con ello; un haz de luz da de lleno al cuerpo de su abuelo.

Tiene sangre en las manos, en el mandil de cuero, en el rostro.

No conoce la casa, pero corre a donde había dejado las maletas por la mañana, están al pie de la cama, tiene que ser la suya. Entra y tropieza con los zapatos de su hermano cayendo al suelo, cerrando a duras penas la puerta con la fuerza de sus piernas, frunce el ceño pues el calzado debería de estar en la entrada. La oscuridad no le deja ver del todo, más que una forma dormida en la cama.



Pero no es Yuuji.

O quizá si lo es. Al menos se le parece, ya que el muñeco en la cama tiene el color de su cabello, su rostro no es perceptible, pero sabe no igualaría de ninguna forma lo lindo que es su hermano. También tiene ese horrible pijama de donas que le es inseparable a su gemelo, así que lo levanta y baja de la cama. Pesa; lo que un muñeco de su tamaño debe de pesar, más Yuuji no está.

Deja el muñeco a un lado en el piso cuando el sonido de la puerta siendo golpeada rompe con el silencio de la noche. ¿Dónde esta Yuuji? ¿Qué ha hecho con él? Sukuna esta furiosos porque no sabe el paradero de su amado hermano, esta furioso porque las lagrimas del miedo ya corren por su rostro. El es un niño valiente, no tiene por qué llorar.



Entonces; ahí tirado en el suelo, muerto de miedo por los gritos desquiciados de su vuelo, se abraza al muñeco. Huele a Yuuji, pero es frio y duro. La cabeza se balancea un poco, cayendo flojo hacia el frente.

De esa forma es que Sukuna se da cuenta de que, en el cuello del muñeco cuelga ese collar que hiciera en prescolar como tarea, ese que le regalo con gran gusto a su hermano. Sus dedos tiemblan al tomarlo, haciendo que el muñeco caiga de espaldas al suelo.

Es hermoso, un ángel dormido. El muñeco con el color del cabello de Yuuji, no es otro sino Yuuji. Sus parpados cerrados dejan ver sus hermosas pestañas largas y tupidas, sus mejillas están coloreadas por lo que sabe es un poco de maquillaje, pero no igualarían jamás el calor de sus sonrojos.



Taxidermista.

Esa es la palabra que no recordaba, cuando veía a su abuelo preservar conejos, gatos o incluso lobos. Eso era lo que veían por las tardes en vacaciones cuando visitaban a su abuelo en el campo. Entonces el muñeco abre sus ojos, en su mirada vacía y muerta suplica, levanta una de sus manos frías en busca de algo, de alguien, Sukuna no sabe el que; pero suplica. ¿Dolor, miedo, tristeza? Tal es el shock que Sukuna no se da cuenta cuando la puerta es abierta, ni cuando el golpe en su cabeza lo asesina sin piedad.




 ¿Dolor, miedo, tristeza? Tal es el shock que Sukuna no se da cuenta cuando la puerta es abierta, ni cuando el golpe en su cabeza lo asesina sin piedad

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—¡Wasuke-san! Que bonitos muñecos ¿Están en venta? —

—Oh no. Estos dos son de la familia, lo lamento—



Quien había preguntado se sobresalto al ver que uno de los muñecos le veía como si deseara su alma; es decir, era imposible, pero juraba haberle visto mover sus ojos. Rojos como la sangre, con ira. Mientras que el de ojos como la miel, parecía tener una expresión triste y temerosa.

Y en la oscuridad del sótano de la casa de verano de los Itadori una pareja espera la pronta adición a la familia, un par de muñecos para estar en compañía, por la eternidad.

FICTOBER CLICHES DE TERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora