8.- Una maldición gitana

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❀*ೃ༄Fandom: Kuroko no basquet

❀*ೃ༄Ship: AkFuri

*ೃ༄ Advertencias: Universo canon, Yaoi, Violencia, Intento de terror, Gore, abuso físico y mental

❀*ೃ༄ Seijuuro sabe muy de donde proviene el odio y el desprecio que le tiene su padre. Pero también es algo de lo que aprendió a sacarle provecho❀*ೃ༄



 Pero también es algo de lo que aprendió a sacarle provecho❀*ೃ༄

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Seijuuro; ahora en su adultez sabe bien el alcance de sus poderes, de su "maldición". Sus ojos malditos. Es en su presente sabe cómo sacar provecho a esto con quien lo merece, con quien se mete en su camino, pues recuerda con claridad las palabras de su madre, esos breves pero concisos recuerdos de las peleas que sostuvo con su padre.



Estas maldita, no sé porque me case contigo, me has dado un demonio como hijo



Esas siempre fueron las palabras con las que era reconocido. Era por eso que se esforzó, que quiso ser el modelo de hijo que su padre desearía, pero lo cierto era que nunca lo logro. Ese hombre siempre lo vería con miedo, con un recelo palpable. Seijuuro no tenía nada de él y todo de su madre.

Su madre siempre había creído que el poder de la palabra tiene la fuerza de moldear destinos, le mostro como sus antepasados habían usado el poder de esas palabra para amenazar y aprovecharse la superstición.



Los hombres necios y temerosos son las presas más fáciles— le había enseñado



Pero después de perderla obligo a su mente a olvidar cada palabra y enseñanza, enfocado en ser el mejor, el numero uno y ganador. No debía aceptar la derrota, es más; ni siquiera debía tener esa infame palabra en su vocabulario.

Lastimo a quienes quería en el camino, a quienes de buena fe se habían preocupado por sus sentimientos, por lo que sentía y lo que no.

Fue en ese momento que conoció a Kouki. Y este sin saberlo se maldijo con una de esas poderosas palabras, una frase que se convirtió en todo significado a su alrededor.



Tus ojos son hermosos— le había dicho una tarde, fue espontaneo, lleno de energía y vergüenza pues el castaño había creído que lo dicho estaba solo en sus pensamientos.



La magia gitana puede ser increíblemente beneficiosa, así como dañina y vaya que de muchas formas en el negocio de su padre lo había comprobado, y es a través de conjuros malignos o decretos cósmicos de mucho poder que usaba como venganza.

Y Seijuuro no comenzó a usar de esas habilidades hasta que Kouki se volvió su pareja formal.




Y Seijuuro no comenzó a usar de esas habilidades hasta que Kouki se volvió su pareja formal

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—¿Sei? ¿Estas en casa? —



Kouki volvía después de un arduo día de escuela en la universidad, en una de sus manos tenia su maleta que usaba en los fines de semana cuando visitaba a su novio y en la otra, una cesta de pastelillos de los cuales se sentía muy orgulloso.

El lugar se hallaba a inusualmente vacío, por lo que reviso la hora en el teléfono.





—Aun es temprano — murmuro



Pero no dio ni tres pasos por la sala cuando escucho un extraño sonido. Le parecía un murmullo agónico de un animal, un ruido forzado entre el dolor y la muerte cercana.

Seriamente se asusto y corrió en dirección de lo que oía, pues al instante miles de aterradoras visiones vinieron a su mente, en presagio del mas doloroso de los accidentes. Se dio cuenta que a la par de que se acercaba a la dirección de donde provenía, más extraño le parecía el ruido.

Sus pasos fueron disminuyendo ya que el lugar era aquel donde Kouki no tenía permitido entrar, algo que tenía años en reparación pero que Seijuuro había olvidado. Se detuvo ante una mohosa puerta, escucho cadenas y jadeos de dolor.

No podía ser un animal, puesto que conocía a su novio y aunque no gustaba de los perros no era un maltratador de animales.



La vibración intensa en su mente que le decía que huyera, que no descubriera lo que había tras la puerta, pero el sonido de dolor le causaba necesidad de ayudar, pese al miedo que sentía. Tomo el pomo oxidado y lo giro, encontrándose con un horror comparable con el infierno.

Masaomi Akashi estaba en una esquina del lugar. No podía llamarle habitación porque las condiciones eran inhumanas, el hombre parecía en otro lugar; es decir su mente. Sus ojos desenfocados parecían ver cosas terribles porque de vez en cuando se sobresaltaba, bajaba la mirada del techo y llevaba sus manos al cuello, rascaba su piel hasta hacerla sangrar, dándose cuenta que la razón por la que la tela alrededor de su cuello se veía negra era debido a las manchas viejas de su propia sangre.



El aroma tan nauseabundo le causo arcadas, aumentando la sensación cuando entro y su zapatilla deportiva hizo un son ido chicloso al despegar la suela del zapato cuando dio el siguiente paso.



—Dile que me perdone, no quise matarte, no quise hacerlo— decía mientras usaba sus largas y sucias uñas para arañar su ya marcada piel del rostro



Se agacho temblando, sin saber dónde tocar sin lastimar.



—¿Masa-omi... san? ¿Es usted... Masaomi-san?—



—Dile, dile, dile, dile, dile ¡Díselo! ¡Tenme piedad! —



Masaomi le tomo de los brazos, sus huesudos dedos apretaban de tal forma que enojaba sus uñas por sobre la ropa, pero Kouki seguía incapaz de hacer nada. Fue el momento en el que paso por su mente el quitar las cadenas de sus tobillos que una sombra les eclipso. Kouki se quedó con las manos levantadas, volteando a ver su pareja en la puerta.



—Suéltalo — susurro Seijuuro y el despojo de hombre que habitaba ese lugar lo hizo como si el fuego reptara por cada resquicio de su cuerpo —Kouki, ven—



Necesitaba muchas explicaciones e iba a obtenerlas, su Seijuuro era bondadoso, una persona que se preocupaba por los demás y hacia lo que debía como miembro funcional de la sociedad.

Kouki no lo noto cuando Seijuuro le tomo por los hombros, este usando su pulcro pañuelo para limpiar manchas inexistentes en su rostro. Pero Masaomi vio como los labios de su primogénito y único hijo se movieron, fue rápido pero entendible para él.





Mal fin tenga tu cuerpo, desearas verte en las manos del verdugo, pero no lo lograras. Serás arrastrado como las culebras, sentirás que te mueres de hambre, que los perros te comen, que malos cuervos te saquen los ojos, que los diablos te lleven en cuerpo y alma al infierno.

Pero nada de eso será real, y así cada día al despertar y al ir al dormir, por el resto de la eternidad.

¡Que sufras el doble de lo que me has hecho sufrir a mí!



La puerta se cerró sin que pidiera hacer nada, escuchando palabras dulces ser susurradas al oído del castaño.



—¿También lo tiene hechizado a él? —

FICTOBER CLICHES DE TERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora