3. El ángel sin alas

39 4 2
                                    

*Narra Árcela*

Me pregunto dónde está ahora. Debería preguntarme por Adela y dejar de pensar en él. Tengo encomendada la tarea de protegerla, pero eso no es lo que deseo cumplir en el fondo. Tengo que encontrarlo. Aunque tiene que estar allí; no hay por qué preocuparse, pero tengo esa sensación. Quizás todo había empezado muy rápido. Comienzo a recordar cómo empezó todo.

Me levanté de la cama, al ver cómo el sol salía por mi ventana. Mi hermana estaba dormida a mi lado. Me vestí rápidamente y me recogí el pelo en un moño. Salí silenciosamente de casa. Todo el pueblo estaba en silencio. El sol se reflejaba en las rojas tejas de los tejados, en los miles de verdes de todas las plantas que rodeaban el pueblo. Procuré no hacer ruido y comencé a volar. Desde lo alto se podía observar el pueblo, Angelus, situado en los Picos de Europa, rodeado de montañas que lo escondían. Aquellas montañas repletas de árboles, de bosques. Cada uno tenía un nombre, pero en conjunto eran llamados los Santos Bosques. En ellos vivían los ángeles de los Bosques. Aquellos ángeles no venían directamente del cielo, eran descendientes de humanos a los cuáles Dios les encomendó la tarea de cuidar de aquel lugar. Ello hicieron durante años, hasta que Dios les concedió el don de las alas, por ser eternamente fieles a su palabra y para realizar mejor aquella tarea. Yo era uno de ellos, pero claro, de mucho tiempo después. Era por ello que me llamaba Árcela de los Santos Bosques.

Me dirigí hacia mi arroyo favorito, el Pureza. Sentarme junto a él y oír la corriente siempre me había relajado. De repente, una fuerte corriente de aire me arrastró. Caí en picado sobre unos arbustos. Me levanté dolorida. Al incorporarme vi a un joven de cabello castaño y unos penetrantes ojos marrón oscuro. Me miraba asustado, en silencio, y yo a él durante unos instantes que me parecieron eternos. Aquel chico no tenía alas, era humano. Debía irme. No sabía si podía hablar con ellos o no, nunca había visto uno. Entonces me levanté lentamente, retrocediendo.

- No pienso hacerte daño-yo continuaba alejándome-. Soy un ángel, como tú.


Me detuve. ¿Acaso podía ser el ángel sin alas? ¿Realmente existía? ¿Vivía alejado de los demás? ¿Se escondía para que no lo expulsasen?


- Sí, soy el ángel sin alas. ¿Creías que no existía? Pues no, llevo todo este tiempo escondido, fue lo que mi madre me pidió. Me dijo que todos pensarían que sería humano y huiría, excepto tú.


En ese momento, aquella fuerte brisa de antes comenzó a soplar. Mágicamente, los árboles se apartaron, mostrando unas grandes nubes negras que se arremolinaban sobre nosotros. ¿Qué magia se atrevía a manipular a aquellos árboles? De las nubes surgió una grave voz.


- Que se presente ante Darking el ángel sin alas.


El chico dio un paso al frente.


- ¿Qué deseas?-preguntó.


- Debes unirte a nosotros. Ahora.


- ¿Por qué?


- ¿Acaso me cuestionas?-sin pensar, le cogí del brazo-. Eliminaré a todo el que me impida llevarte.


El chico dejó de mirar al cielo y comenzó a rodear mi cintura con los brazos. Mi corazón latía, puede que por miedo o por vergüenza. ¿Qué hacía?


-No te la llevarás.


¿Intentaba protegerme? Miré al cielo. En ese momento un rayo se abalanzó sobre nosotros. Sin pensarlo, cogí su cintura y eché a volar, esquivando el rayo. Volaba sin dirección, no miraba por dónde iba. Su rostro mostraba la sorpresa por lo que acababa de hacer y gratitud. Me costaba volar como íbamos, medio abrazados. Sus ojos marrones se quedaron mirando los míos fijamente. En ese momento perdí el conocimiento.


Cuando desperté estaba en Láminos. Aquellos que luchaban contra Darking me habían salvado. Me dijeron que el chico al que salvé estaba bien, pero no volví a verlo. Estaba preocupada por comprender todo aquello. Escribí cartas a mi familia para explicarles que todo estaba bien. Realmente odiaba a Darking, y cuando descubrí que a otras personas también les hacía lo que me hizo. Así me escapé para salvar a Yuri, ya que no me lo permitían por ser novata. Y junto a ella salvé a Adela, y nuestra misión ahora es protegerla. Pero anoche soñé con aquellos ojos marrones y penetrantes. Aquel sueño me hizo recordar lo que sentí en esos momentos. Por ello ahora no puedo dejar de pensar en él. Debo encontrar al ángel con alas. Debo descubrir donde está.

El elixir de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora