004. Corrupted

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Los parlantes del antiguo hotel reproducían música clásica a todo volumen durante la mañana. A su vez, cinco chicos se removían en sus respectivas camas, despertando en un nuevo día, con sus cuerpos bañados en sudor y sus pieles pálidas como porcelana.

Soobin se removió inquieto y cubrió sus oídos con la única almohada de la cama, intentado silenciar la música que muy lejos de agradarle, más bien le perturbaba.

La puerta de la habitación se abrió y fue estampada contra la pared, creando un estruendo por toda la habitación. Tanto Soobin como los dos menores durmiendo en la otra cama se sentaron de golpe, desorientados y alarmados, mirando en todas direcciones.

Los tres habían tenido un flashback de las madrugadas donde los guardias y las enfermeras interrumpían sus sueños para meterle las pastillas por la garganta, o los arrastraban hasta el baño donde los tocaban con brusquedad y rasguñaban sus pieles con la excusa de estarlos "limpiando."

La expresión cansina de Soobin fue reemplazada por una llena de enojo cuando el causante de dicho estruendo se adentró a la habitación de hotel con una sonrisa socarrona en su arrogante rostro y con sus brazos abiertos hacia los costados, modelando su entrada como si fuera alguien digno de ver.

—¡Arriba, princesas! —exclamó y se carcajeó al verlos medio dormidos con los cabellos disparados en todas direcciones y los ojos apenas abiertos viéndolo con sus rostros llenos de confusión.

—¿Qué mierda haces? —gruñó Soobin sin ninguna pizca de ánimo, odiando de sobremanera la actitud del mayor.

Yeonjun lo miró con una sonrisa casi tétrica y caminó en su dirección para posteriormente sentarse al borde de la cama sin dejar de mirarlo directamente a los ojos.

—Número uno: tenemos que desayunar y salir a comprar ropa que no nos hagan ver como drogadictos —explicó con voz tranquila—. Y número dos: —su mano atrapó el tobillo del pelinegro y clavó sus uñas con fuerza sobre su piel. Soobin se retorció, intentado librarse del agarre, pero Yeonjun no lo soltó— me vuelves a hablar en ese tono y voy a hacer que te atragantes con tu propia lengua —amenazó con el mismo tono.

Soobin lo fulminó con sus oscuros ojos, pero se quedó en silencio. Yeonjun se veía perfectamente capaz de hacerle daño y no quería verificarlo. No estaba tan loco como para retarlo.

—En fin —habló el mayor, cambiando su humor repentinamente al mismo de siempre: juguetón y despreocupado— bajemos a desayunar. Me muero de hambre —se llevó una mano al estómago y lo acarició, mostrándole un puchero a los tres presentes que se veían entre sí sin decir ninguna palabra.

—¿Dónde está Beomgyu? —cuestionó el rubio con una ceja alzada. No es que quisiera saber de él, sino que más bien, le ponía los nervios de punta que no estuvieran los cinco reunidos, ya que después de todo así fue como prometieron que sería.

Por alguna razón presentía que estar separados no les traería nada bueno.

Yeonjun rodó los ojos.

—Se adelantó —respondió encogiéndose de hombros y después caminó hacia la salida. Abrió la puerta e hizo una ademán que les indicaba que salieran— las damas primero —se burló.

Soobin dejó de masajear la zona de su tobillo y se levantó a regañadientes, colocándose sus pulcros -que de pulcros ya no tenían nada- tenis blancos. Eran la única pertenencia que todavía conservaba de aquel infierno del que escaparon.

Los tres se pararon sin ganas y salieron de la habitación después de entrar al baño de uno por uno. Yeonjun los esperó sosteniéndoles la puerta y mirándolos con el mentón alzado cuando pasaron junto a él, con desdén.

𝐌𝐀𝐃𝐍𝐄𝐒𝐒 |𝐓𝐗𝐓 𝐀𝐔| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora