005. Lost Boys

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Los cinco prófugos viajaban en la cajuela de una vieja y desgastada camioneta que los dos adultos mayores en los asientos delanteros utilizaban para transportar sus cultivos. Junto a ellos habían un par de cajas vacías y otras cuantas bolsas de mandados que los ancianos parecieron haber comprando cerca de la estación.

El sol seguía acalorando sus cuerpos. Estaban sucios y malolientes, y era de esperarse ya que llevaban varios días sin tocar el agua más que para tomarla. Y pensándolo bien, también estaban un poco deshidratados.

De vez en cuando intercambiaban miradas entre sí. Miradas cómplices que se comunicaban maliciosamente, creando un plan silencioso que era de temer.

Taehyun se aseguró de memorizar el camino en su cabeza. Por suerte habían avanzando en línea recta la mayor parte del tiempo, y a juzgar por la posición del sol, llevaban al menos una hora de camino.

Tenían que estar listos para cualquier cosa.

—Me pican las bolas —se quejó Yeonjun en voz alta, no pudiendo guardarse un solo pensamiento para sí mismo.

Todos lo miraron sin decir nada, porque aunque no lo expresaran, compartían la desagradable sensación, solo que no veían la gracia en compartirlo con el resto del grupo. Pero Yeonjun era algo así como un exhibicionista, se podía esperar cualquier cosa de él.

—Alégrense. Será nuestra primera ducha sin maltratos, frío o falta de jabón —alentó Beomgyu con una sonrisa desgastada plasmada en el rostro.

—Y tenemos ropa nueva —agregó Hueningaki con más entusiasmo.

—Y un trabajo que no pedimos, pero nos dará dinero —prosiguió Soobin. Todos asintieron a la par, incluso Yeonjun, quien siempre solía tener un comentario despectivo por decir.

Estaban cansados y se les notaba a leguas. Sus cuerpos lucían escuálidos y débiles, pero sabían que solo era cuestión de tiempo para que lograran recuperar sus fuerzas, si es que alguna vez la tuvieron.

El automóvil se detuvo después de entrar por un camino angosto con árboles frondosos a los costados. Árboles que cubrían una humilde casa escondida que al finalizar el camino podía apreciarse con mayor claridad.

—Hemos llegado chicos —el hombre dijo mientras se bajaba. Se acomodó los pantalones y caminó hacia ellos con una sonrisa que con falsedad fue correspondida.

—Cariño, entremos para que los chicos puedan comer algo —la dulce voz de la anciana no se hizo esperar. Ella caminó hacia la casa con llaves en mano, dispuesta a calentar un poco de comida que les había sobrado para alimentar a los pobres chicos.

El hombre les hizo un ademán para que lo siguieran y así lo hicieron. Se bajaron de la cajuela uno por uno de un solo pequeño salto. Pequeño porque cabe recalcar que eran chicos bastante altos, así que no hicieron mucho esfuerzo al bajarse.

—Vengan, vengan —alentó el señor y caminó cojeando hasta el interior de la casa siendo seguido por los cinco chicos.

Fueron guiados a la casa de un solo piso, hogareña y extrañamente minimalista por dentro.

—Pasen, pasen —exigió el hombre con una jovial sonrisa. Soobin le sonrió por cortesía al ser el último en entrar y murmuró un débil agradecimiento.

—Les serviré arroz y kimchi. Siéntense un momento mientras lo caliento, ¿sí? —habló la anciana desde la cocina.

—Sí, gracias —respondieron al unísono con voces algo apagadas.

—Mi nombre es Jungseo y ella es mi bella esposa, Segi —dijo con amabilidad. Los cinco chicos se situaron en un sofá familiar algo desgastado con una suave sábana cubriéndolo— ¿Les puedo ofrecer algo de tomar?

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⏰ Última actualización: Feb 24, 2023 ⏰

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