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   Cuando la pantalla del teléfono mostró una llamada entrante, no pude evitar sentirme nervioso. Casi de inmediato contesté y apareció en la pantalla la imagen de una pared en blanco. Rápidamente aparté mi rostro de la cámara para evitar ser visto.

   —Ya te vi.

   La voz de John salió del dispositivo móvil, haciéndome sentir asustado.

   —Eres más bonito que en las fotos, bebé.

   —Muéstrate tú también —le exigí, todavía evitando que la cámara del móvil enfocara mi rostro—. No es justo.

   Escuché una risita.

   —Me da vergüenza, pero aquí voy...

   Pronto apareció en la pantalla el rostro juvenil de un chico de cabellos castaño con cejas gruesas y ojos pequeños, tal y cómo aparecía en la foto de perfil que yo había dibujado hacía unos días atrás.

   Esbozó una sonrisa y yo no pude evitar pensar en lo simpático que era.

   —¿Y tú no piensas aparecer para que hagamos maldades maliciosas, bebé?

   —Te dije que nada sexual.

   Volvió a reírse.

   —Lo siento... Aparece de una vez, quiero volver a verte...

   Poco a poco dejé que la cámara enfocara mi rostro. Busqué el mejor ángulo y nos mantuvimos mirando por varios instantes.

   —Eres lindo.

   —Pues gracias —le contesté—. Tú igual.

   —Lo sé, pero gracias por decírmelo...

   John rió y yo sólo me quedé serio, mirándolo y pensando en cuán egocéntrico era.

   —¿Entonces trabajas en un taller de mecánica?

   —Sí —contestó—, con mi tío...

   Movió el móvil y dejó que la cámara enfocara una pared de su pieza, en la que habían distintos afiches de autos pegados. Luego volví a ver su cara.

   —Me gustan mucho los autos.

   —Ah, genial... —carraspeé—. ¿Y de casualidad no te gustaría escribir bien?

   —¿De casualidad no te gustaría ser mi novio?

   —Pues antes me molestaba eso de la mala ortografía —le dije, ignorando lo otro—. Pero ya no. Creo que comencé a tolerar tus faltas ortográficas.

   —¿Te conté que soy disléxico?

   —¿Cómo? —arrugué el entrecejo, confundido—. ¿Cómo que disléxico?

   —Sí, la dislexia es cuando al leer alteras el orden de las sílabas o palabras.

   —¿Sí? —todavía no estaba muy claro—. Dame un ejemplo.

   —Por ejemplo, guardé tu número de teléfono cómo 'Paul', pero yo leo 'mi novio'. ¿Entiendes? Eso es dislexia.

   —Agh, idiota —chasqueé mi lengua, haciéndolo reír—. Creí que hablabas en serio.

   Escuché su risa.

   —Es broma, pero en realidad es algo así... —dijo—. Un ejemplo en serio y que me pasaba de niño era que  confundía 'casa' con 'caso' o 'lobo' con 'lodo'.

   —Ah, comprendo... Ya estoy entiendo... Lees palabras familiares.

   —Algo así —él asintió—. ¿Y tú qué tienes para contar?

   —¿Yo? Pues... Nada, no soy interesante. —Encogí mis hombros—. Digo, es que... no soy muy relevante...

   —Tienes un rostro relevante.

   Carcajeé.

   —Qué tonto... ¡Ah, por cierto! —hablé en seguida—. ¿Y tu novia?

   —Bien. ¿Por qué preguntas por ella?

   —Porque quiero hacerlo... —encogí mis hombros—. ¿No puedo preguntar por ella?

   —Sí, virgencito celoso —rió.

   —Deja tu idiot...

   Me interrumpí porque escuché una voz femenina seguido del rechinar de una puerta. John giró su rostro hacia la derecha.

   —¿Ahora? —hizo una mueca—. Está bien... Dame un minuto. —Me miró—. Oye, bebé, tengo que irme... Mi tía está pidiéndome que la ayude en unas cosas...

   —Oh, perfecto. Está bien —le dije—. Hablamos otro día.

   Lanzó un beso a la cámara.

   —Adiós.

   —Bien.

   Cuando nuestras respectivas cámaras se apagaron, mi corazón estaba latiendo fuerte y estaba sonriendo como idiota.

   —¡Qué lindo es John!

Wrong Number ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora