En la noche…
Pasé todo el día esperando esa llamada. Incluso en el trabajo, a pesar de estar muy ocupada, mi mente seguía pendiente.
Ni siquiera sabía qué podía haberle dicho Susana, aunque lo más seguro es que lo hubiese llamado para quejarse, y si todo era como pensaba, quizás me había dejado a un nivel mas alto de mal.Era patética en el trabajo.
Nunca en mi vida había trabajado, excepto una vez que hice de cajera en la tienda de repuestos del papá de Lucero, y una vez que mi madre me enseñó a rellenar hojas de cálculo, lo cuál también me salió muy mal.
Una de las cosas que siempre tuve claras en mi vida es que nunca iba a estudiar algo que tenga que ver con hojas de cálculo, por eso, cuando tampoco me funcionó artes escénicas junto a Lucero, me cambié inmediatamente a educación, y estaba por culminar esa carrera para hacer un postgrado en pedagogía para ser educadora especial. Era un sueño por el que estaba luchado para que se hiciera realidad.Muchas personas me dijeron que no servía para eso, y solamente porque nunca me vieron hablando con niños, ni siquiera haciéndole muecas. Además me decían que yo era demasiado introvertida y que para ese trabajo debía desenvolverme; bueno, hasta ahora era la mejor de mi clase y ningún profesor me ha dicho que no valgo para eso.
Lo que sí estoy segura es que no valgo para trabajar así. Podrán decirme vaga, floja, mantenida o lo que sea, pero eso no me iba a hacer mejorar, porque realmente trabajar en algo que no sea con niños, no me va, y trabajo de niñera no había disponible.
A parte tenía mucho sueño, sentía que me iba a morir. Estaba cansadísima de las clases, de mis pensamientos, de todo, así que cuando solo quedaron dos mesas llenas y no eran las mías, corrí hacia los baños para cambiarme.
Me cercioré de que no debía hacer nada más, me despedí de las pocas personas que conocí y salí del restaurante. Hoy debía irme en autobús así que caminé hasta la parada con el celular escondido en la manga de mi sudadera con capucha.Aquí los autobuses no tenían hora fija para pasar y casi no trabajaban de noche, entonces tuve que rezar para que pasara uno porque no tenía dinero para pagar un taxi, todo lo que tenía ahorrado lo gasté en el alquiler del apartamento, gracias a Sebastián era por contrato y debíamos pagarlo cada seis meses, así que tiempo para reunirlo había.
Luego de varios minutos sola, con frío y sin esperanzas de que pasara un bus, pensé en aceptar que Oliver me viniera a buscar a pesar de saber que a estas horas veía clases en línea o estaba trabajando por la vía telefónica, pero entonces pude divisar las luces y el sonido del transporte público y respiré tranquila.
Varias personas se bajaron y luego subí yo, antes de poder acomodarme en un asiento (lo cual no era ningún problema porque estaba casi vacío) mi celular comenzó a vibrar. Me senté en los asientos del medio y contesté con el corazón en la garganta.—¿Diga?
Yo sabía quién era, pero no me iba a ir de lanzada a decir “hola Ignacio”.
—Buenas noches para ti —su voz profunda y con un leve acento español invadió la línea, y yo quise llorar.
—Creo que para ti es de madrugada —comenté bajito.
—Así es —él se quedó en silencio aproximadamente por treinta segundos—. ¿Cómo estás, Laura?
Sonreí irónica.
—¿Me llamas para esto? ¿Solo quieres saber cómo estoy? ¿Con qué fin? —inquirí burlesca, sin agregar nada más porque no quería ser grosera.
—Dios sabe que me gustaría hablar contigo en persona, pero ahora no puedo viajar, por eso solo puedo intentar disculparme por este medio.
—¿Disculparte? ¿Por qué deberías?
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Descúbreme ✔️
RomanceLaura siempre tuvo todo bajo control. ¿Estudios? Bajo control. ¿Trabajo? Bajo control. ¿Familia? Bajo control. ¿Amigos? Bajo control. ¿Amor? Bajo control. ¿Sexo? Sí, eso no lo tenía bajo control, y por esa razón recurrió a la línea telefónica más s...