Recompensa

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Les llevaron a un lujoso despacho ante un hombre de pelo negro, perilla y mirada astuta. Este, les dio las gracias, pero a su vez les recriminó el comportamiento temerario que habían tenido.

-De igual manera, la ayuda que nos habéis brindado hoy ha sido inigualable. Esos dragones iban camino a Egipto y en cuanto hicieron aquí parada para descansar se libraron del hechizo de control y armaron  el jaleo que habéis podido observar fuera. Al no poder pararlos se activó el protocolo de emergencia que incluye la muerte de estos, lo que conllevaría papeleo y una gran indemnización para Egipto que no nos podríamos permitir. Por todo esto os pregunto ¿Qué queréis de recompensa?

- Re… ¿Recompensa?

-Si si recompensa- dijo el hombre impaciente- algo querríais de aquí para haber venido.

-Nosotros… solo veníamos a comprar una pareja de águilas.

-¡Eso está hecho!- el hombre dio una palmada- sacó un  teléfono y escribió algo rápido- os traerán varios ejemplares para que escojáis. Por supuesto os las llevaréis gratuitamente.

Los chicos trataron de protestar, pero el hombre no se lo permitió. Al poco entró una mujer de piel color café empujando varias jaulas, unas sobre las otras.

-Aquí están- dijo ligeramente molesta.

-Chicos, os presento a Saemi, la encargada del criadero. Ella evito que os dejaran como una hoja de papel.

-Gracias- le dijeron los chicos.

Esta solo hizo un gesto con la cabeza saliendo por la puerta a la vez que decía:

-Luego vendré a por las águilas sobrantes.

El hombre asintió e indicó a los chicos que escogieran. Con cierto reparo, señalaron a una pareja de águilas calvas bastante joven.

Así, se hicieron con un par de águilas, que, aún sin creérselo, se llevaron a casa.

Emocionados, comentaron lo ocurrido y las horas comenzaron a pasar. Entonces, cuando ambos ya se habían acostado, se sintieron unos golpes insistentes en la puerta.

-¡Ya va!-gritó Eldor saliendo corriendo y poniéndose la camiseta.

Abrió ligeramente la puerta y para su sorpresa Aín, el cartero elemental asignado a la zona,  se encontraba al otro lado con cara de preocupación.

-Eldor- dijo- os necesitan en el criadero. Los dragones no responden y temen que vuelvan a armar la de la mañana.

-¿Y no se pudieron dar cuenta antes? Salimos de allí ya hace unas horitas.

Aín sonrió.

-Recuerda que somos pocos los que podemos encontrar la casa.

-Es es cierto. En fin, me visto y vamos.

-Esto… si, me han pedido que os lleve yo  directamente, para no atravesar Urloky y esas cosas.

-Vale…  pasa entonces, voy a avisar a mi hermano.

Despertó a Iset y ambos se vistieron a prisa.

A continuación, Aín les dio la mano y con una llamarada desaparecieron de allí para reaparecer en el criadero.

Eldor  e Iset 2: Dragones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora