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Me despedí de mis padres y de Jeongin con un abrazo cuando nos bajamos en el mismo sitio de la última vez de la estación. Seungmin había decidido quedarse en casa y estudiar en vez de venir con nosotros, a veces pensaba que era muy inmaduro.

― Avísanos cuando llegues a casa y come y estudia mucho, ¿entendido? ― dijo mi madre mientras me arreglaba la capucha de la sudadera. ― Mándale muchos saludos a Jisung y a Changbin de nuestra parte. ― asentí y vi que mi padre se me acercó más de lo normal.

― Hijo... Toma esto. ― me extendió un sobre blanco cerrado y un poco arrugado. Lo agitó y negué, no podía aceptarlo sabiendo que tenían más gastos y deudas. ― Cógelo y ahórralo para cuando lo necesites de verdad. ― iba a volver a negar, pero al final mi padre se hartó, me cogió la mano y con la palma extendida dejó el sobre sobre ella. ― No rechistes. Es lo que nos dieron a tu madre y a mí por las horas extras. ―

― Papá... Sabes que no puedo aceptarlo. ― dije aún teniendo la mano en la misma posición.

― Hemos decidido dártelo entre los dos, así que te lo vas a quedar y punto. ― en ese momento supe que solo tenía que callarme y aceptarlo. Guardé el sobre en la mochila y escuchamos la última llamada para mi tren. Abracé a mis padres al mismo tiempo mientras Jeongin me abrazaba la cintura, le despeiné el pelo como de costumbre y me despedí de ellos.

Busqué con cansancio e impaciencia mi asiento y cuando lo encontré vi que estaba ese chico de la última vez, el rubio, ni siquiera sabía cómo se llamaba. Me senté a su lado y le miré de reojo antes de empezar a sacar mis apuntes y libros porque tenía que ponerme las pilas.

Releí una y otra vez el mismo párrafo, hacía anotaciones por cualquier cacho blanco del papel y buscaba infinitas maneras para acordarme de todo lo que ponía en los apuntes.

Me removí incómodo por lo pequeño que era el espacio e intenté seguir leyendo en voz baja. "Celebro", "cerero", "cerebro" joder con lo que me había costado decir bien la bendita palabra.

Miré a través de mi flequillo al chico rubio que tenía al lado, que me dio con la rodilla y entreabrió los ojos, quedándoseme viendo por unos instantes.

― Tú... Me suenas de algo. ― le escuché decir aunque simplemente me limité a fulminarle con la mirada y seguir leyendo mis apuntes, ignorándole por completo. ― Oye... ― llamó y se sentó en una mejor postura, acercándose a mí.

― Qué. ― espeté sin más porque no estaba con el humor para ponerme a socializar ni hablar con nadie.

― ¿Tú eres ese que me pidió cambiarle el sitio? ― hice un sonidito de aprobación mientras seguía leyendo los apuntes. ― ¿Cómo te llamas? ― me quedé en silencio el suficiente rato como para que se rindiera y dejara de insistirme en contestarle. ― Veo que eres de pocas palabras... ― dijo rendido y le vi sacando su teléfono.

Fui al baño y más de una vez casi me caigo por el vaivén del tren, pero conseguí encerrarme en el cubículo sin romperme nada. Apoyé mis manos heridas sobre el lavabo y me miré en el espejo. Vi que tenía restos de lágrimas secas y olí mi sudadera porque sentía que desprendía un olor un poco fuerte a soju y cerveza. Saqué de la mochila una chaqueta negra, me quité la sudadera para guardarla y me quedé con la camiseta blanca que traía debajo.

Volví a mirarme una última vez en el espejo antes de salir del pequeño baño y no me agradó lo que vi. No me gustaba mi físico y por mucho que intentara no centrarme mucho en eso, no lo conseguía. Tenía unas cejas y ojos pequeños, una nariz más grande y notoria de lo normal y labios abultados, tenía la piel llena de espinillas y granos curados de la adolescencia - aunque eso era lo que estaba a la vista-, porque esas cicatrices solo se las había enseñado a una persona, a Chanbyul.

smile. [ Bang Chan y Kim Seungmin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora