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La misma daga

Tenía miedo, había comenzado a temblar desde que lo ví, tal vez por lo aterrada que estaba o de la adrenalina de ese momento

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Tenía miedo, había comenzado a temblar desde que lo ví, tal vez por lo aterrada que estaba o de la adrenalina de ese momento.

― Kylorn, mi familia está adentro, tengo que ir por ellos. No pienso irme sin ellos.

― No podemos hacer eso, sería ponernos en peligro a ambos. Ahora otras personas también dependen de tí.

― Me ha encontrado y si debo morir por proteger a quienes quiero lo haré. Voy a entrar y no te lo pregunto, te lo digo. ¿Voy sola o vienes conmigo?

Veo cómo lo analiza todo, cómo busca soluciones, pero aunque me lo niegue, iré.

― Iremos, pero si yo te digo que tenemos que irnos lo haremos y no me importa cuánto me odies, te sacaré de ahí sin importarme nada.

Es más una orden que una petición y pueda que lo entienda, soy la salvación para los que ahora dependen de mí.

Comenzamos a caminar lentamente, recién habíamos visto que se dirigía a la parte superior de la casa. Teníamos la ventaja para entrar a casa. Recuerdo el momento en que desperté y las piezas se unieron.

Detengo a Kylorn y hago que me observé.

― Esa persona estaba cuándo tú viniste. Yo había despertado y tenía la misma sensación, que en la del recuerdo. El ya estaba en casa, pero no lo ví, si lo hubiera notado ahora no estaríamos en esta situación.

― Darah, no lo podías ver, ahora tienes que concentrarte en salvarlos y salir de este lugar con vida.

Asiento y continuamos nuestro recorrido, entramos y todo era un desastre. Huellas de zapato estaban en el suelo, se distinguían por la sangre que ya estaba en la suela de sus zapatos.

Caminamos lentamente y eso estaba poniendo a prueba mi paciencia. Necesitaba saber si estaban bien o si estaban heridos y en el peor de los casos muertos. No quería pensar en ello, pero sabía que algo había pasado.

En cuanto supe que podía pasar a la habitación de mis padres, me apresuré teniendo el mayor de los cuidados. La puerta estaba entre abierta, pero desde ese espacio supe que era tarde.

Habían muerto y yo no podía hacer nada. Quiera entrar y decirles que estaba bien. Que no los pensaba dejar, que eran lo mejor que me pasó, pero la realidad era otra.

Mis pies parecían estar pegados al suelo. Necesitaba entrar, pero el miedo de aceptar que ya no estaban me hacía querer entrar en una jaula y perder la llave.

Luna de Sangre. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora