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Una carta, una verdad

Una carta, una verdad

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12 de octubre.

Una carta por día era lo que en una semana se volvió un hábito, las cartas eran del mismo remitente, Kylorn Ridley. Solo eso era escrito en el sobre, pero lo que había dentro de las cartas era más importante que su nombre.

Muchas veces supe que en realidad tenía algo diferente, que tantas veces sentí que debía estar en otro lugar o que los sueños eran solo parte de mí imaginación.

Todas las cartas eran una confirmación de todo lo que nunca tuvo sentido en mi vida, pero las cartas desaparecieron el doce de octubre.

Un doce de octubre fue el día en que me dejaron en la puerta de mis padres, bueno, mis padres adoptivos, las personas que fueron las mejores conmigo y a las que les agradezco todo.

Pero cada carta decía algo que me dejaba con la intriga real de quién era yo. El día de mi cumpleaños no llegó ni una carta y supuse que todo debió ser una broma.

Lo dejé de lado y la curiosidad la enterré. Escuchaba pasos que suponía eran de mi personita favorita.

Cuándo abren la puerta, lo confirmo.

― ¡Feliz cumpleaños nena!― Dice un Mack emocionado saltando alrededor mío.

Lo tomo en mis brazos y lo primero que recibo es un abrazo. Es la única persona que podría romper mis barreras de protección con un solo abrazo o beso.

En la puerta veo a mi madre recostada en el umbral esperando su turno, sabiendo que mi hermano era una sanguijuela conmigo, nos abraza a ambos.

No creíamos que pudiera cumplir dieciocho años.

Han sido tantos años y poco he hecho con mi vida. En ese abrazo fui feliz y no sabía que serían uno de los últimos. Era viernes, pero había decido faltar por un día al instituto y mis padres habían accedido.

En la mañana había hecho muy poco, pero lo poco que hice fue con mi familia. Mi padre debía trabajar, pero no empidio que tomaramos el desayuno juntos. Mi madre, Mack y yo pasamos lo que restaba de mañana y tarde juntos.

Hasta que en un momento decidí regresar a mí habitación por un poco de tranquilidad, lo que me esperaba de tranquilidad era muy poco.

Al entrar en mi habitación veo una sombra en las esquinas de ella. Lo primero que pensé fue en gritar, pero alguien tapo mi boca.

«Maldita sea»

Comencé a patalear y tratar de acertar un golpe hacía la persona que me sostenía.

Luna de Sangre. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora