-Chapter 2-

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Las calles estaban tranquilas y silenciosas. El bullicio de la aldea de la hoja ahora se mantenía pausada gracias a la noche.

Su teléfono se apagó cuando la batería marco cero carga, la última vez había visto que eran cerca de las doce veinte de la madrugada.

El hokage había insistido mucho en que se fuera a casa y que él podía terminar los pendientes.

A medio camino se quedó ahí parada contemplado el camino a su casa pero giró y sus pasos la llevaron de nuevo a donde estaba él.

Aceleró el paso al recordar un puesto de comida que aún estaba abierto cuando paso, quizás él tendría hambre y bueno ella también tenía hambre ¿Por qué no cenar juntos?

Llegó justo antes de que cerrarán el dueño decía que pronto llovería y no quería estar ahí para cuando eso pasará. Sarada observó el cielo nocturno y confirmó aquello, la luna no estaba a la vista y una pequeña bruma se notaba, llovería a cántaros.

Cuando tuvo el pedido en sus manos y pagó siguió su camino hacía la oficina del hokage, la torre. Aquel viejo edificio era de las pocas cosas que aún se conservaban del «viejo» Konoha.

A ella le gustaba mucho y quizás pecaba de anticuada como su padre pero le encantaba como eran las cosas en la época de sus padres cuando eran más jóvenes.

Cuando su mamá y su se reunían con el séptimo y otros amigos ella solía oír sus aventuras, Shino-sensei era muy observador y juraba haber sido el primero en reconocer a las parejas de aquellos novatos.

Al oír sobre Naruto era cuando más atención solía prestar. Su historia o parte de la que ella sabía era admirable y un ejemplo de lucha constante.

Esa era una de las cosas que ella admiraba del hokage. Alguna vez Chōchō le pregunto que le veía a un viejo como él.

La respuesta era difícil de exponer pero pese que sólo le dijo que era admiración, también le gustaba físicamente.

Alto, fuerte, guapo y con una sonrisa capaz de derretir a cualquiera. Esos ojos azules que la hacían estremecer y sentir nervios.

Las pequeñas gotas de lluvia la hicieron volver de sus pensamientos —sus mejillas ardían y no podía borrar la sonrisa —corrió mucho más rápido y sin pensarlo entró a la oficina.

— ¿Sarada-chan?

Estaba más oscuro de lo que recordaba. Naruto se sentó en el sofá donde antes había estado recostado— ¿Qué haces aquí?

—Tenía hambre y pensé que usted también tendría —se felicitó a sí misma por sonar tan normal, tan ella.

— ¡Eres muy atenta Sarada-chan! —le hizo una seña para que tomará asiento junto a él en aquél sofá.

—Todos creímos que era una clase de broma—decía Naruto entre risas—Pero tu padre no era del tipo de hacer chistes así qué supe que iba en serio.

—Creo que hay cosas que papá no me ha dicho del todo—dijo Sarada con una sonrisa, nunca había oído aquella anécdota de cuando su padre dijo querer ser hokage. Sí alguien más se lo hubiera dicho jamás lo hubiera creído pero el séptimo era tan sincero y sus ojos tan transparentes al hablar que todo lo que él dijera era verdad.

—Yo puedo contarte muchas cosas, puedes preguntarme lo que sea.

Sarada meditó lo que quería preguntar, varias opciones saltaron a su mente pero se decidió por la primera opción — ¿Siempre quiso ser hokage?

Naruto masticó su comida y parecía pensar su repuesta, después de dar un sorbo a su bebida observó a Sarada y respondió —Creo que sí. Algo en mí buscaba alcanzar este sueño…

—Yo también deseo ser hokage, quiero ser tan buena como usted… como Tsunade.

—Sarada mientras ames este lugar, serás la mejor hokage ¡Dattebayo!

Los ojos de Sarada no podían dejar de mirarlo y sintió inmensa felicidad al oír aquellas palabras, él creía en ella y eso la hacía creer más en si misma.

La lluvia seguía cayendo con gran fuerza los truenos y relámpagos amenazaban con traer una de las más grandes tormentas de la temporada.

—Llamaré a mamá ¿Puedo usar su teléfono?

Naruto afirmó y le dio su celular mientras seguía comiendo.

El teléfono timbro un par de veces hasta que su madre respondió.

— ¿Mamá?

— ¡Sarada! ¿Dónde estas? Tu padre ya planeaba ir a buscarte.

Sarada rodó los ojos y suspiró —Iré cuando baje la lluvia, aún hay trabajo y no estoy cansada… no soy una bebé.

Su madre dejó escapar un suspiro—Lo sé cariño y no es eso lo que me preocupa en realidad—ambas permanecieron en silencio un corto instante—Iré a tranquilizar a tu padre, Cuidate.

Cortó antes de incomodar más a su hija. Sakura sabía mejor que nadie lo que era sufrir por amor y en verdad ni deseaba que su amada hija pasará por aquella situación jamás pero era consciente de que era demasiado tarde.

Naruto un tanto preocupado preguntó si acaso todo iba bien. Sarada asintió.

—Papá creo que estaba un poco alterado, a veces se le olvida que soy mayor.

Naruto sonrió —Lo entiendo, me pasa… ya lo sabrás cuando tengas tus propios hijos Sarada.

Sarada se ruborizó y dejó el celular en la mesita—No creo que eso suceda—rio nerviosa.

Jamás había contemplado esa posibilidad. Estaba enamorada de él ¿Cómo podría estar con alguien más?

Sería deshonesto y ruin estar con alguien cuando se piensa en otro. Quizás seguir los pasos de Tsunade y Kakashi no era tan malo.

Tsunade se divertía, bebía y festejaba con sus amistades. Jamás la había visto sufrir por amores aunque jamás le había preguntado quizás la próxima vez que la visitará le preguntaría.

—Sarada eres muy bonita, no debes anticiparte, pues estoy seguro que algún chico esta enamorado de ti—Sarada sintió el impulso de golpearlo contra la mesita, pero no era su culpa el no estar enterado de semejante locura que pasaba por su joven cabeza e inexperto corazón.

De repente Naruto soltó una carcajada — ¿Qué es tan gracioso? —cuestionó Sarada.

Naruto contuvo la risa y miró a Sarada que estaba confundida por aquel arranque de carcajadas —Compadezco al hombre que robe tu corazón… tu padre lo hará añicos.

Sarada se quedó muda pero un tanto nerviosa. Obviamente su padre bajo ninguna circunstancia debía saber aquello, jamás… nunca de los nunca. Suficiente era que su madre y Chōchō lo supieran.

— ¿Dije algo malo?

Ella negó y rápidamente esa bonita sonrisa que tan bien la caracterizaba se formó en su rostro.

Una de las cosas más lindas de Sarada. A veces cuando la observada le era inevitable recordar su rostro cuando las dudas sobre su origen la invadieron.

Ese día por alguna razón se sintió identificado con ella y sintió el deber de ayudarla, de decirle algo que aliviara su dolor.

Esa niña que ahora era una brillante jovencita era hija de las personas que más quería aparte de su familia, fueron las primeras personas por las cuales en verdad ser preocupó y en verdad sentía que cuidar de Sarada era como su deber.

Entonces meditó de nuevo su anterior cometario y quiso agregar un poco más ¿por qué?

Quién sabe, sólo él sabía.

—Siendo honesto —su voz era diferente a la de hace unos minutos. Sarada pudo notar la seriedad del momento y como esos ojos azules parecían pedacitos de mar indescifrables pese la poca claridad ella notaba un brillo diferente y eso la hizo sentir escalofríos —Yo también pondré los ojos sobre aquel que robe tu corazón, creo que nadie será merecedor de alguien tan especial como tú.

Naruto ingenuamente pensaba que podría ir a intimidar junto a Sasuke a cualquiera que no fuera merecedor de Sarada pero lo que él desconocía es que el corazón de aquella jovencita le pertenecía desde hacía ya mucho tiempo atrás.

Querido Hokage Donde viven las historias. Descúbrelo ahora