-Chapter 4-

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El viento soplaba sobre su rostro. Ella sabía perfectamente que no debía molestarse, ofenderse o sentirse triste por aquellas palabras.

¡Al fin de cuentas eran la verdad!

Naruto la había visto crecer junto a sus hijos. La había cargado en sus brazos como a sus hijos...

La veía como su hija, dolía. Dolía mucho y no debía ser así.

Sin darse cuenta unas traicioneras lágrimas caían por sus mejillas. Una tras otra sin darle tregua mientras ese nudo en la garganta la quemaba, la asfixiaba lentamente.

¿Dónde estaba Sarada Uchiha?

¿Dónde había dejado ese temple?

Que estupidez tan grande. Se sentía tonta, ridícula.

Rota.

Sarada Uchiha era nueva en esto del amor... En esto llamado «desilusión» en la academia, en la casa... Nadie la había preparado para esto.

Su madre había tenido unas charlas pero poco le servían, sentir en carne propia el desamor es terrible.

Prefería el desgaste físico del entrenamiento, de una batalla... Heridas... Golpes y la peor dolencia física que la sentimental.

Limpio las lágrimas con ambas manos y volteo hacía atrás. La observaba aquella chica, la esposa del viejo Kurama.

—Si quieres que un hombre mayor te deseé... Deja de actuar como niña.

—No busco que me deseé ningún hombre mayor.

Respondió tajante, Sarada.

—Se nota a leguas que te gusta, y por tus lágrimas creo que lo amas. Es muy triste tu caso.

Sarada decidió irse de ahí, no quería dejar viudo al viejo.

Y no pensaba oír más a ese mujercita.

— ¡Espera! —le dijo la mujer. —Lamento ofenderte, pero en verdad... Deberías hacerle ver que no eres su hijita.

—Naruto-kun—susurró a su oído la fémina.

Su corazón se aceleró... Su cuerpo ardía en deseo mientras devoraba el cuello de su compañera.

Estaba oscuro, deseaba verla... Quería observar sus ojos mientras la hacía suya... Estiró el brazo y encendió la pequeña lámpara junto al buró.

Y ahí estaba ella... Sus negros cabellos esparcidos por la almohada.

Sus ojos no cabían en lo que veía... Era hermosa...

Pero no era su esposa...

— ¡Sarada-chan! —gritó Naruto en medio de la oscuridad de su habitación, se cayó de la cama sin comprender la razón de ese extraño sueño.

—Debo dejar de leer esto antes de dormir—murmuró mientras lanzaba lejos el último libro que había escrito Kakashi-sensei.

Esa noche, sería la primera de muchas en las que el hokague pasaría insomnio a causa de pecaminosos sueños.

Era un día ajetreado en su agenda. Pero mientras algunos se tomaban un merecido descanso el perdía unos minutos de tiempo en aquellas redes sociales donde mantenía contacto con sus amigos y hermana en Konoha.

Temari se veía muy feliz junto a su esposo, lo habían invitado a pasar un fin de semana allá por motivo del cumpleaños de su sobrino.

Dio unos cuantos likes a artículos de interés y notó que una nueva solicitud de amistad había llegado. Observó y negó mientras soltaba una bocanada de aire.

De nuevo negó la solicitud de amistad. Esto comenzaba a hacerlo sentir extraño.

Aquella niñita hija de Naruto era un tanto insistente. Desde pequeña lo era. Lo recordaba a la perfección.

La cosa es que de un tiempo para acá ya no era más una niña. Había heredado cierto encanto de su madre y un poco de atributos como ella, tanto en personalidad como atributos físicos que destacaban al ojo masculino.

Él jamás se fijaba en esas cosas tan banales, bueno en sí no se fijaba en nada que tuviera que ver con el sexo opuesto. Prefería ahorrarse problemas. Pero esa niña se daba a notar tal cual como su padre y hermano.

Gaara hasta el día de hoy era un solterón como decían sus hermanos y amigos más allegados.

No contemplaba en sus planes matrimonio e hijos, él no era un hombre de ese tipo y aquellos comentarios de la pequeña Uzumaki sobre si pensaba en casarse o tener hijos le causaban estrés.

Cerró la ventana de aquella red social y comenzó a evaluar las solicitudes de ninjas extranjeros que solicitaban ingresar en la academia ninja de la arena.

Con el paso de los años las únicas aldeas que mantenían ese rubro eran Konoha y su aldea ya que querían preservar la esencia ninja y los aportes médicos.

Y bueno, ahí estaba de nuevo el nombre de Himawari Uzumaki.

Era más pequeña que su hermano pero había adelantado muchas materias y cursos para colarse en ese grado académico.

¡Dios mío! Esta niña de nuevo.

¿Sería acaso que ella gustaba de él como insinuó Kankuro hace unas semanas?

Deseaba que no fuera así pues no quería problemas con su amigo Naruto.

—Es una pesadilla—bufó.

Sarada leyó los cientos de mensajes que había enviado su amiga. No tenía muchos ánimos de responder, se limitó a poner un simple "emoji" sonriente para aparentar que todo iba de maravilla.

Durante el día hubo varias reuniones, tomó notas. Conoció personas y se empapó de estas cosas que el hokague debía saber.

Aún deseaba llegar a ser hokague pero sus ánimos estaban un poco por los suelos ese día.

Su móvil vibro insistentemente.

[Ey, deberías salir con el amigo de Inojin]

[Basta de citas a ciegas...

Honestamente no necesito eso]

[¡Patrañas!]

[Estoy ocupada, hablamos luego]

[Buuuu... Gallina]

Apagó el celular y pudo notar como la miraba Naruto. Toda la mañana se había mantenido serio y cortante.

Primeramente pensó en el ajetreo del trabajo, hablar por horas y oír tantos puntos de vista.

Después entró en pánico al pensar que aquella mujer le hubiera hecho un comentario sobre lo que ella sentía por él.

¡Dios! ¿Y sí él lo sabía?

Que vergonzosa sería la vida ahora. Deseaba tanto no estar ahí en ese momento. Estar bajo las sábanas de su cama o entre los brazos de su madre.

Deseaba tanto no sentir esos absurdos e innecesarios sentimientos hacía Naruto Uzumaki.

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