Capitulo 17

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El silencio se volvía insoportable, la cama era mucho menos que acogedor, su corazón no estaba tranquilo, sus nervios lo volvían tan loco que quería correr, pero no de alguien, sino hacia alguien, dios dolía como el infierno, sus ojos se cerraron con fuerza arrugando su cara en un gesto dolido, desde que le privaron lo máximo posible de la presencia de la castaña se dio cuenta de que nunca llego a apreciar su cercanía.


Ahora dolía, se sentía enfermo, se sintió enfermo en esas tres semanas.

Desde que Lori había hecho su escándalo todas se preocuparon, hambrientas de información y chistes como periodistas y reporteros de televisión nacional, siempre emboscándolo con preguntas que evadía como podía, a veces con su ingenio, otros pocos con Lori, pero casi siempre volvían por mas de la misma manera que una mosca cae en la misma trampa una y otra vez.

Pero la peor era Lori, nunca había odiado tanto a su hermana, mejor dicho nunca la había odiado hasta ahora, el enojo creó una chispa en su pecho, que con el tiempo se convirtió en un volcán, listo para hacer erupción y llevarse a su hermana mas mayor a un infierno de golpes y patadas, porque si, Lincoln Loud podía ser el mas fuerte cuando su enojo se elevaba como un ascensor en un 15vo piso, hubo una vez el año pasado en invierno, cuando ellos había ido a visitar a su abuelo, la mayoría se había ido, viendo lo que necesitaba el viejo Albert, aunque siempre aseguro que lo único que llegaba a necesitar serian su ya viejo tocadiscos con el cual escuchaba música que Lisa aseguro era aun más antiguas que el y su diario, el cual lo ayudaba a alejar su miedo al Alzheimer, cuando volvieron, su cuarto se habia vuelto la recreación de uno de los escenarios de cantina, lo único que necesitaba era un borracho dormido en una esquina y el olor rancia desplegado por todo el lugar, Lynn jugo con sus estúpidos balones cuando se había negado a acompañarlos, por cuestiones de trabajos escolares (Una brutal mentira) que termino con su llegada y una pelea que la mando con un ojo negro los labios partidos, el resulto en un conjunto de moretones a lo largo de su cuerpo y un hinchazón grande en su mejilla derecha, pero solo que sus golpes resultaron ser aun más profundos que los de Lynn, no se habían hablado en una semana, solo cuando su padre los castigo y los obligo a disculparse.

Pero tenía un problema, la llama en su pecho y el calor en sus venas se enfriaba ante el recuerdo de la soledad, dejándolo tan helado que cualquier atisbo de fuego moría en su interior como un bebe prematuro sin oportunidad de brillar mas allá de su interior, reduciéndolo en lo opuesto que naturalmente era, un niño alegre, energético, saltando de aquí para allá, ahora estaba pálido, sus ojos con las venas hinchadas y rojas, su garganta rasposa y lastimera, su corazón doliente y débil.

Escucho un golpeteo desde lo alto, lo que sea que golpeaba suavemente con las paredes revestidas de metal de la ventilación que daba con su habitación, ya estaba acostumbrado a escucharlo, era Lucy, últimamente lo hacia con tanta regularidad que tenía la sensación de que Lori la había enviado para vigilarlo, como una acosadora, su presencia era débil y transparente hasta que notabas su presencia, entonces se volvía pesado y amargo, con su respiración tan débil aunque te acerques a su cara, sus patos tan suaves y agiles como las de un gato al acecho de su comida, su rostro pálido se mostro entre las hendiduras viéndolo directamente desde lo alto, como un juez que desaprobaba su existencia, preguntándose si es que Lori había dicho algo de lo que vio y ahora era un paria para su sangre y carne, difícil de saber cuando todo lo que veía era una piel blanca, aunque dudaba que Lucy creyera cosas malas a su manera por querer tomar un poco del fruto prohibido, se imaginaba que ella más bien buscaría algo de que sacarle para sus poemas oscuros y plasmarlos en el papel para su gusto o simplemente incluso para ella era demasiado "oscuro".

Con un sonido metálico, la puertilla se abrió revelando a su hermana de rodillas al borde de conducto de aire, con su vestido que le llegaba hasta las rodillas sirviendo para que los mismos no toquen el frio metal, se quedo mirándolo como un gato en lo alto de la rama de un árbol, inexpresiva –Como siempre, pero nunca tuvo ningún peso hasta ahora—, hasta que finalmente se digno a hablar.

la risa que ilumina mis días (Luancoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora