Capítulo 8

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Donde se habla de castillos en el aire, y otras cuestiones

Amanecía en las montañas. Las tormentas de los últimos días habían pasado, y el aire era limpio y frío.

MingJue, señor de Yiling, alto y parecido a un cuervo, subía por el puerto de montaña, mirando a su alrededor como si buscara algo que hubiese perdido.

Llevaba de la brida un poni montañés marrón, peludo y pequeño. Se detuvo allí donde el camino se ensanchaba, como si hubiese encontrado lo que buscaba junto al sendero. Era un pequeño carro volcado y desmantelado, que bien podría haber sido llevado por un macho cabrío. Cerca del carro había dos cadáveres. El primero era el de un macho cabrío blanco, con la cabeza manchada de sangre. MingJue movió interesado el cuerpo con el pie; había recibido una herida profunda y mortal en la frente, equidistante entre sus cuernos. Junto al animal se hallaba el cuerpo de un joven muerto, su cara intacta, como debía ser en vida. No había heridas que mostrasen cómo había muerto, tan sólo un hematoma plomizo en la sien.

A varios pasos de aquellos cuerpos, medio oculto tras una roca, MingJue tropezó con el cadáver de un hombre de mediana edad, boca abajo, vestido con ropas oscuras. La carne del hombre era pálida, y su sangre se había acumulado bajo él en el suelo rocoso. MingJue se arrodilló junto al cuerpo y le levantó la cabeza tirando del pelo: su garganta había sido cortada con maestría, de oreja a oreja. MingJue contempló el cadáver, desconcertado. Lo sabía, pero aun así...

Y entonces, con un sonido seco y desagradable, empezó a reír.

—Tu barba —le dijo en voz alta al cadáver—. Te afeitaste la barba. Como si no fuera a reconocerte sin barba, ZiXuan.

ZiXuan, gris y fantasmal junto a sus otros hermanos, dijo:

—Me habrías reconocido, MingJue. Pero quizá hubiese ganado unos instantes durante los cuales yo te habría visto antes de que tú supieses que era yo —y su voz muerta no era nada más que la brisa de la mañana sacudiendo los espinos.

MingJue se levantó. El sol empezó a asomar y le bañó de luz.

—Así que yo seré el octogésimo segundo señor de Yiling —le dijo al cuerpo echado en el suelo y para sí mismo—, además de amo de la montaña celestial, senescal de las Ciudades Torre, custodio de la Ciudadela, alto señor guardián del Monte Huon y el monte Luanzang y el resto de posesiones.

—No lo serás sin el Poder de Yiling colgado del cuello, hermano mío —dijo XuanYu, secamente.

—Y después está la cuestión de la venganza —dijo GuangYao, con la voz del viento aullando sobre el puerto de montaña—. Antes que nada, debes vengarte del asesino de tu hermano. Es ley de sangre.

Como si les oyera, MingJue sacudió la cabeza.

—¿No podías haber esperado unos cuantos días más, hermano ZiXuan? — preguntó al cadáver a sus pies—. Te habría matado yo mismo. Tenía bien planeada tu muerte. Cuando descubrí que ya no estabas a bordo del Corazón de un Sueño me llevó poco tiempo robar un bote y seguir tu rastro. Y ahora debo vengar tus tristes despojos, por el honor de nuestra sangre y de Yiling.

—Así que MingJue será el octogésimo segundo señor de Yiling —dijo Song Lan. —Hay un proverbio referido principalmente a la poca sensatez que representa cuantificar los beneficios antes de llevar los huevos al mercado —señaló XuanYu. MingJue se alejó del cuerpo para mear sobre unos cantos rodados y luego regresó donde se hallaba el cadáver de ZiXuan.

—Si te hubiese matado yo, podría dejar que te pudrieras aquí —dijo MingJue—. Pero ya que el placer ha sido de otro, te llevaré conmigo un trecho y te dejaré en lo alto de un despeñadero, para que se te coman las águilas. —Dicho esto, resoplando por el esfuerzo, recogió el cuerpo pegajoso y lo echó sobre la grupa del poni. Desató la bolsa de runas del cinturón del cadáver—. Gracias por esto, hermano —dijo, y dio unas palmadas en la espalda al cadáver.

Polvo de Estrellas - [ADAPTACIÓN WANGXIAN] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora