⟴Desde tiempos remotos siempre ha existido lo prohibido... Aquello que se nos he impedido y restringido, pero que por mucho que nos advierten terminamos envueltos en ello, así como Adan y Eva en el edén, comieron de la fruta prohibida que nos conden...
Después de haber dejado a Jimin en su casa, me dirigí a la mía. Había pasado todo el día en la empresa, había bastante trabajo estos días y estaba muy cansado, pero verlo hoy hizo que se recargaran mis energías.
Llegue a casa y subí las escaleras hasta llegar a mi habitación. Una vez a dentro me despojé de mis ropas y me entré a la ducha. Deje correr el agua por mi cuerpo y pensé en él...
Hoy se veía diferente, pero totalmente hermoso. ¿Cómo hacía para verse más bello cada día? ¡Dios!
Me hubiese encantado pasar más tiempo con él, pero la vida a veces es cruel. Solo esperaba a que aceptara mi invitación y viniera. Me conformaría hasta solo verlo de lejos...
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Finalmente estaba vistiéndome para la cena de hoy. ¿A que se debía? No sé y tampoco me importa. Hoy solo estaba por ver a Jimin, después todo quedaba en segundo plano.
Me coloqué una camisa roja dejando los tres primero botones desabrochados, un pantalón negro de tela y unos zapatos negros. Por consiguiente; me puse reloj, perfume, bálsamo labial y finalmente ordene mi cabello y ya estaba listo.
Me supongo que todos ya deben estar abajo. Ruego por que Jimin haya venido.
Antes de irme de la habitación, tome el pequeño juguete que le daría diversión a la noche y salí.
Cómo supuse todos estaban allí, incluido Jimin. Mi sonrisa se ensanchó una vez lo vi. Estaba tan hermoso, ese color de pelo me fascina, lo hace ver más precioso de lo que ya es.
Taehyung aún no estaba allí, así que me tome el atrevimiento de sentarme a su lado. Mis padres estaban conversando con otras personas en la mesa, así que aproveche para hablarle al oído.
— ¿Quién te crees que eres para pasearte desnudo por mi mente, eh?
— ¡Basta!— regaño dándome en el muslo por debajo de la mesa.
— Estás muy sexy — relamí mis labios.
Me puso atención y me miró detenidamente.
— Tú igual— me siguió el juego y sonreí.
— Está tarde me dejaste muy caliente ¿lo sabías?— coloqué mi mano en su muslo apretándolo un poco— no sabes lo que me estoy conteniendo ahora de ponerte encima de esta mesa y hacerte mío de todas las maneras posibles.
