𝐈𝐗. 𝐍𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐨 𝐯𝐞𝐫 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐨́ 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐦𝐢́

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—Felicidades, Link—Máster Hand exclamó con gusto—, ¿debo tu presencia a lo que creo que es?—sugirió, no es que no le gustase recibir a los luchadores, es solo que este asunto le daba euforia de alguna forma

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—Felicidades, Link—Máster Hand exclamó con gusto—, ¿debo tu presencia a lo que creo que es?—sugirió, no es que no le gustase recibir a los luchadores, es solo que este asunto le daba euforia de alguna forma. Era la primera vez que sucedía.

—Gracias—respondió el héroe con cierta vergüenza y tristeza, no queriendo admitir que esa era su única razón para estar ahí presente—, creo que ya he decidido, sí.

—¿Y bien, qué es lo que pedirás?

—Pues...

La vida en Ordon siempre fue tranquila

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La vida en Ordon siempre fue tranquila.

Las cabras eran adorables cuando tenían crías, las calabazas brillaban entre la tierra con su distintivo anaranjado, los niños crecían mientras sus padres se avejentaban cada vez más... Eso era Ordon, una villa pequeña, llena de paz y sonidos naturales a todas horas del día.

Link recordaba su vida de héroe como una época llena de desesperación, de tormento y presión. Demasiada presión. En algún punto de la actualidad se dio cuenta de que estaba bastante disociado de lo que había pasado hace, al menos, cuatro años atrás.

El tiempo pasaba distinto, se le advirtió desde los inicios, donde nadie lo conocía y sonreía a todo aquel que fuera amable con él. Los torneos Smash eran una realidad que lo mantenía alejado de casa, según la misma Ilia, al menos un mes entero.

Siempre trazaba la misma mueca de asombro luego de escucharlo salir de sus labios, sin duda el tiempo era relativo... Y la magia también, pues, ¿cómo era eso posible? Aún pasaban interminables horas de insomnio, con grillos y gatitos maullando afuera, veladas donde se inquiría una y otra vez el alcance del hechizo multidimensional que lo hacía coexistir por años y devolverlo en semanas.

Mas, ciertamente, no era lo único que mantenía al hyliano despierto; rato después de que la rubia de ojos verdes decidiese marcharse dejando un beso afectuoso en su mejilla, el héroe de Hyrule y el Crepúsculo rememoraba episodios de su vida con la nostalgia invadiéndole.

En ocasiones, solía recordar lo atento que era Marth ante sus pláticas, lo risueño que se notaba ante las bromas, pero que contenía en delicadas carcajadas melodiosas escapando en un hilo de voz, echaba de menos sus consejos oportunos, su forma de ver la vida y lo allegados que solían ser. Por otro lado, estaba el mercenario de Crimea, usualmente sarcástico y con un excéntrico humor que le resultaba bastante afín a final de cuentas, extrañó los chistes del peliazul hacia su altura, añoró las prácticas repetitivas en los simuladores y, aún si los tres estaban exhaustos, él marcaba el optimismo triunfal para seguir adelante.

𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐆𝐨 𝐃𝐚𝐫𝐤 || 𝐏𝐢𝐧𝐤 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora