Capítulo 3

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—No lo sé, solo escuche algo de Italia y Francia

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—No lo sé, solo escuche algo de Italia y Francia. —respondió Meth encogiéndose de hombros.

—Oh, genial —conteste restándole importancia al tema.

Seguimos por la puerta, y el cálido aire me pego de frente.

Me gustan esas sensaciones, cambiar de aire, se siente como si tú mente se olvidara de mil problemas y al pasar a otra temperatura, se desaparecieran por algunos segundos.

Es algo satisfactorio que solo yo entiendo.

Seguimos caminando lentamente por el pasillo principal sin un lugar de destino, lo recorríamos en silencio, hasta que:

—¿Ya me dirás la verdad?

Miré a Meth de reojo, no sabía de qué rayos hablaba. O tal vez si pero me haría la confundida e indignada por unos minutos.

—¿De qué hablas? —exclamé, fingiendo mi confusión y sin mirarla.

Por paso siguiente, Meth me tomó de los hombros, y me volteó en su dirección.

Quedamos viéndonos a los ojos, ella tenía una especie de obviedad en la cara, que con esos ojos verdes te adivinaba hasta el alma, como si dijera: ¿de verdad Alysa?, ¿a quién quieres engañar?

Algunas veces me molestaba que ella supiera lo que me pasaba, no me gusta que las personas sepan mis problemas, no me gusta llamar la atención.

—Sabes muy bien de lo que hablo, Alysa. —me miraba con los ojos entrecerramos, como si tuviera unos rayos X, e intentara ver a través de mis pensamientos, para saber cuál era el verdadero problema.

Cosa que es muy difícil en mi, cuando soy de juzgar, sé mantener mi postura para que nadie la descifre.

—No, no lo sé, así que explícate.

—¿Por qué quieres saber del chico nuevo?. —inquirió Meth buscando Información —O más bien los chicos nuevos.

—Ya se que son dos, Meth.

—¿Entonces por qué quieres saber de uno?

En este punto me seguía sujetando de los hombros, eso hacía cuando quería averiguar algo. Cosa que le estaba poniendo difícil, porque nunca le doy una respuesta clara.

—Porque aún, no conozco al número dos.

Me solté de su agarre, y continué caminando por el pasillo hacia las escaleras de la derecha, para subir a la biblioteca.

Ahí pasaba la mayoría del tiempo, aunque no tuvieran libros enigmáticos, me gustaba estar sola y en silencio. Cosa que era difícil lograr con Meth a un lado.

—Tú nunca preguntas por los nuevos, — dijo Meth caminando tras mío para seguirme.

—Porque nunca los hay.

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