Introducción.

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30/09/2021


Está ahí, tan indefensa, tan frágil... Mis dientes se aprietan con fuerza, al mismo tiempo que mi puño derecho sobre el cristal. Una oleada de ira, naciente en mi estómago, me obliga a tensar mis brazos. Siento la sangre hervir y unas estúpidas ganas de llorar.

—Vas a romper ese vidrio.

Esas palabras me obligan a reaccionar. Resoplo un poco, al tiempo que relajo mi cuerpo. No tiene caso que me gire a mirarlo, sé quién es.

—Creí que estabas descansado.

—No puedo dejarte sola —rodea mi cintura por la parte de atrás, y en seguida estoy entre sus brazos; eso podía relajarme en el pasado, más no ahora—. Llevas dos días aquí, ni siquiera te has cambiado.


Mis párpados se cierran, tratando de sacar aquellas lágrimas que ya molestan, pero no pasa nada, sólo un infernal ardor. Vuelvo a resoplar, entre el coraje, el cansancio y la desesperación, siento como si el mundo se hubiera detenido.

—No ha habido ningún cambio, Russell.

Sus manos dejan mi vientre, y suben hasta mis hombros para girarme—. Los médicos hablaron contigo, te dijeron la situación... —su mirada es intensa, como si penetrara el escudo que tengo en este momento, acribillando cualquier insulso rastro de optimismo—. No tiene muchas esperanzas... Deberías hacerte a la idea que...

—¿Alex Coulson? —la voz grave y profunda que nos saca de aquél trance, viene de un hombre alto, pelirrojo, y con una barba incipiente—. Lamento interrumpirte de esta manera, pero Karen Rhoades me dijo que tú puedes ayudarme con mi investigación.


Mi ceño se frunce con exageración, no entiendo quién es, y mucho menos, por qué Karen tendría tratos con él. Russell me suelta para ponerse entre los dos, pero coloco mi brazo como barrera.

—¿De qué investigación habla? —soy yo quien debe enfrentarlo; y de un paso, ya estoy enfrente—. ¿Quién demonios es usted?

Sonríe ladinamente, eso me enfurece más. Lleva su mano hasta el grasoso cabello anaranjado, amarrado en una mediana coleta; cada movimiento que hace enerva más mi paciencia—. Me llamo Ben, soy periodista —aquellos ojos tan brillantes y claros me observan fijamente; no dejo de notar cierta burla en su expresión que me incomoda y me provoca deseos de golpearlo—. Tengo información recabada que vincula a la compañía Umbrella con los extraños sucesos de canibalismo en la rocallosa Arklay; asimismo de otros datos que no cuadran con su fachada de farmacéutica.


Todo se hunde bajo mis pies. Todo menos este hombre; además, siento como si una avalancha cayera directamente sobre mí. Lo miro fijamente a los ojos, y por más que intento, mi cuerpo no reacciona a las órdenes que desesperadamente le mando.

—¿Qué está diciendo? —mi voz suena entrecortada, temblorosa.

Vuelve a sonreír con ese maldito cinismo, como una bofetada a mi orgullo—. ¿Te interesa o no?

—Alex, basta —Russell se pone a mi lado para empujarme hacia atrás—. No lo escuches, sólo vino a molestar —me sigue moviendo pero yo me resisto, porque, aunque sea mentira lo que diga, necesito saberlo.

—Hable de una vez —digo, con los dientes bastante apretados, y no sale tan claro como quiero.


Aquél pelirrojo mueve su cabeza, diciéndome que lo siga. Y sin más, da media vuelta y se va por la puerta que está detrás de él.

Siento el cuerpo tenso, mis rodillas tiemblan, y las uñas están lastimando la piel de mis palmas.

—¿Te estás volviendo loca? —de un momento a otro, Russell se pone frente a mí, y noto en sus ojos avellana la genuina preocupación, y molestia, por todo lo que acaba de suceder—. No tienes idea de las intenciones de ese sujeto. Bien puede ser una trampa.

—¿Y qué más puedo hacer? Ya no tengo nada que perder —Russell niega con la cabeza, bastante molesto. Yo trato de ponerme en su lugar; pero al mismo tiempo, siento un fuerte presentimiento de que él puede ayudarnos—. Debo hacerlo por todos ellos, y por los que están en peligro.

Él bufa, y me hace enojar todavía más, algo que está pasando por primera vez en nuestra relación. Sabía que nadie nos creería, aunque no pensé que mi propia pareja se pondría de ese lado. Se cruza de brazos y gira la cabeza, mirando a través del vidrio del cuarto. Sé que no dirá nada, lo conozco por tantos años.

Estoy fastidiada, lo hago notar en mi semblante y en la forma en la que lo empujo al ir a la puerta.


Camino entre enfermeras, médicos, personal de limpieza, civiles, incluso, paso al lado de Andrew, quien no se ha dado cuenta de mi presencia. Desde que regresamos, está ido, y notablemente afectado. Yo concentro mi atención en el periodista que está bajando las escaleras, dirigiéndose al patio. Me detengo a unos metros de la puerta, mirándolo por la ventana; si fuera una trampa ¿por qué me lleva a un sitio concurrido y al aire libre?

Va a sentarse a una banca, justo en medio del lugar. No creo que pueda verme, aunque mira hacia acá de una manera muy insistente, como si supiera que apareceré por ahí tarde o temprano.

Muerdo mi labio inferior. No sé qué hacer exactamente. Tengo miedo de perder aún más, más de lo que ya he perdido y estoy perdiendo: mis compañeros, mi trabajo, la confianza de la ciudad... ¿qué más se puede ir de mis manos? Suelto un largo suspiro y recargo mi frente contra el cristal, si este tipo tiene las pruebas suficientes para hundir a Umbrella, una ayuda como la mía no le vendrá mal; a nadie le vendrá mal.


Pongo ambas manos en la puerta, y la empujo, al igual que a dos civiles que quieren entrar al mismo tiempo. Voy directamente hasta donde está, sin decir nada, sólo lo miro, y él mantiene aquella sonrisa burlona.

—Sabía que vendrías.

—Más le vale que esto sea real.

Se mueve a un lado, dejándome el espacio suficiente para que yo pueda sentarme—. Es tan real, como las atrocidades que conociste.


Miro aquella banca, porque aún lo estoy dudando demasiado; pero ya estoy aquí, no tengo marcha atrás. Me siento lentamente, sin quitarle la mirada de encima, no me había sentido tan asqueada antes, a excepción de cuando estuve frente a Irons por primera vez; y aunque la mirada de este tipo no sea la misma, esa sensación sí.

—¿Por dónde quieres empezar? -dice, mientras se busca algo en la chaqueta.

—Por el principio es lo más conveniente, ¿no cree? —mi tono es irónico, déspota y retador, no estoy para soportar preguntas tan estúpidas.

Suelta una risa, igual de socarrona que toda suactitud—. ¿Cuál es el principio para ti, Alex Coulson?

RESIDENT EVIL Nightmare La MansiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora