Epílogo I/II

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Londres a 28 de septiembre de 1999

Mi amado Louis:

Sé que no leerás esto pero en serio necesito escribirlo, de lo contrario explotaré.

¿Recuerdas el día en el que hice esa estúpida llamada en la mitad de la madrugada? ¿Recuerdas que toda nuestra historia empezó por un estúpido “¿Su refrigerador está andando?” ¿Recuerdas tu cumpleaños, cuando te marqué y te canté el “feliz cumpleaños” esperando formar una sonrisa en tu cara, esperando borrar todo signo de tristeza, al menos ese día? ¿Recuerdas cómo estuve todo el día contigo cuando asesinaron a tu madre? ¿Recuerdas el día en el que te declaré mi amor y dormimos en la misma cama? ¿Recuerdas como, ese mismo día, tomé tus labios en un suave pero apasionado beso?

Extraño esa sensación, extraño abrazarte, extraño todo lo que tenga que ver contigo.

Cuando me llamaste por última vez, hace unos meses, juro que pareció como si mi corazón hubiera dejado de bombear sangre a mi cuerpo, decidí ir a tu casa, la cual tenía la puerta emparejada, entré y cuando te ví me desmoroné, nunca había sentido tanta impotencia como ese día. Verte en el piso, con el teléfono cerca de tu mano, tu cara pálida, tus ojos cerrados y tu boca entreabierta, como si estuvieras en un sueño del que nunca más despertarías. Me odié tanto por no haber podido salvarte.

Te llevé al hospital más bueno y caro de toda la ciudad y los doctores dijeron que no podían hacer mucho por ti. Lograron sacar todo lo que quedó de las pastillas de tu estómago, pero cuando se dieron cuenta de que habías ingerido alcohol junto con las pastillas no pudieron hacer más, solo esperar tu muerte.

Dijeron que no había muchas probabilidades de que despertaras, ya que tu corazón ya no latía, pero aún podían conectarte a una máquina que funcionara por si tu no lo hacías. Pedí que te conectaran y, aunque me costó demasiado dinero, yo tenía la esperanza de que volvieras.

Después de unos días los médicos me dijeron que no despertarías. Mi mundo ahora sí se vino abajo. Mis gritos retumbaron en todo aquel hospital. El llanto tan desgarrador que solté hizo que muchas personas que pasaban me miraran con pena y desprecio. Algunas personas, las más bondadosas, se acercaban y me abrazaban o me dedicaban palabras de consuelo, palabras que, obviamente, no servían, ya que yo estaba destrozado. No podía creer que esto estaba pasando.

Han pasado cinco meses desde que decidiste acabar con todo tu sufrimiento, desde que decidiste dejar de pasar por tanta mierda, desde que decidiste terminar con tu propia vida, dejando este mundo atrás, dejándome destrozado.

Llevo días pensando en ti mucho más de lo que debería, te extraño mucho, necesito que regreses, necesito ver tus preciosos ojos azules, hundirme en ese hermoso mar que hay en tus ojos. Te necesito a ti, y solo a ti.

Desde tu pequeño funeral, al que asistió toda tu pequeña e hipócrita familia, vivo en tu casa.

Todos los días despierto solo, con la esperanza de verte a mi lado, sonriéndome, agitando mis rizos a la par que te acercas a mi y me robas un beso. A veces imagino eso y una sonrisa se forma en mis labios, una sonrisa de felicidad combinada con tristeza. Hay veces en las que simplemente voy a tu sala y tomo el teléfono, mientras acaricio a Rey, tu gato, y finjo que sigo hablando contigo, como si nunca hubieras tomado todas esas pastillas junto con ese alcohol barato de alguna tienda cercana.

A veces voy a la cama en la que alguna vez dormimos abrazados y me pongo a recordar todo lo que pasamos, las llamadas, las bromas, los ataques de ansiedad, todas esas noches en las que me llamabas mientras llorabas e intentabas calmar tu depresión y tus ganas de llorar, gritar y romper todo.

A veces simplemente subo a la azotea y veo el precioso cielo nocturno salpicado de estrellas y te hablo, sé que pensabas que irías al infierno por ser gay, siguiendo la enferma ideología de tu familia, pero sé que no es así, que, aunque yo no crea en Dios y en todo eso, sé que estás en el cielo y que eres un precioso ángel, tan precioso que todos los demás ángeles te tendrían envidia.

Quisiera que regreses conmigo, que llegues y me digas que sigues aquí que todo fue obra de mi imaginación.

Hace unos minutos decidí hacer lo mismo que tú, decidí que hoy, 28 de septiembre terminaré con mi vida.

No, la vida no es vida sin ti. Esto no valdría nada si tu siguieras aquí.

Si mi letra se está haciendo inentendible es gracias a que tomé las mismas pastillas que tú junto con el mismo alcohol barato que tú tomaste.

No te preocupes por Rey, el está con Lottie, ella prometió cuidarlo muy bien. Rey está en buenas manos.

En cuanto a mí, la verdad no importa, solo sé que las pastillas están haciendo efecto y solo quiero despedirme de ti y de este mundo.

Te amo de aquí hasta la luna y de regreso mil veces, no sabes lo feliz que me hiciste alguna vez y lo feliz que me haces en este momento.

Te amé desde la primera vez que te escuché y cuando te ví no pude evitar enamorarme perdidamente de ti.

Te perdono y espero que tú también me perdones.

Y ahora solo me queda decirte que estoy feliz de poder volver a verte de nuevo. Prometo darte todos los besos que no pude darte en esta vida.

Me despido de ti no sin antes decirte que fuiste el protagonista de mis sueños desde que te conocí. Te amo demasiado.

TE AMO DEMASIADO LOUIS WILLIAM TOMLINSON.

Con amor, Harry, el amor de tu vida.

Teléfono Descolgado ┊┊ l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora