𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝐈𝐗

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— 𝕯arius casi muere en las manos de una esclava zuyé – comentó Maglio a Zayd mientras entraban en el despacho.

— Esos infelices creen que se van a salir con la suya, pero terminarán siendo el polvo que pisamos. No veo la hora en que los destruyamos uno a uno— respondió el capitán con un gran rencor en su ser.

Zayd era hijo de Ciro, un gran herrero que trabajaba para Livar, antiguo rey de Galantes. Su padre siempre había esquivado las preguntas de su hijo en cuanto a su madre… solo le decía que en lo único que tenía que pensar era en odiar a los zuyé, ya que ellos la habían asesinado.

Cuando se acercaba los días de guerra, Zayd contaba con doce años de edad y la única persona que tenía a su lado era a su padre. Sin embargo, tendrían que alejarse por un tiempo, ya que Ciro iba a la guerra contra la tribu. Zayd no quería alejarse de su padre, pero él le dijo que lo hacía por honor a su país y en honor a él para que no tuviera que vivir esclavizado por la tribu.
Le prometió que volvería y lo protegería, que iban a volver a estar juntos. A pesar de su promesa, Ciro no pudo cumplirla.

Después de días de lucha teniendo en su mente el rostro de su esposa y la de su hijo, los zuyé lo interceptaron propinándole una herida mortal, dejándolo agonizando en el lugar, lejos de su hijo y de su hogar.

Al pasar de los días, la guerra había cesado derrotando a los galantinos… Zayd esperaba en la plaza ver el rostro de su padre, pero pasaban y pasaban soldados heridos y muertos en carretas, pero ninguno era él. Nunca llegó… se había ido.
Zayd tenía un terrible odio por los zuyé, un odio que consumiría poco a poco la inocencia que aun tenía, su corazón se llenó de venganza y se prometió así mismo que acabaría con las personas que asesinaron a sus padres. Después de la muerte de Ciro, Zayd se refugió en la armada de su país, soporto muchas humillaciones y el dolor de estar completamente solo, hasta que al pasar de los años ya siendo mayor de edad, fue digno de colocarse el uniforme galantino.

—Y cuéntame, ¿cómo va la extracción en la mina?— consultó Maglio
—Va muy bien, los vasallos están trabajando día y noche, estamos procurando que ningún dalacio nos vea y que corra con el chisme que estamos extrayendo toneladas de oro de la mina, no creo que a Darius le vaya a gustar— dijo Zayd mientras se escuchó el tocar de la puerta.

Adelante— ordenó Maglio —Padre… — dijo Olitte al entrar— Capitán, que bueno verlo— dijo dirigiendo su mirada a Zayd.
— ¿Qué quieres hija?, estamos ocupados— expuso su padre atrayendo su mirada hacia él.
—Es que vine a invitarlos a tomar el té en el jardín, la tía Azucena acaba de llegar de Ansuya—-. Expuso la princesa.
— Está bien, enseguida vamos— terminó diciendo Maglio mientras su hija hacía una leve reverencia para luego irse.

—Vamos a ver que bueno trae Azucena de Ansuya, espero que no haya sido en vano enviarla allí— dijo Maglio para luego levantarse e ir junto a Zayd al jardín donde se encontraba su hija, su esposa y “la tía Azucena”.

El jardín estaba repleto de flores y postres por doquier, todo lo habían hecho así para recibir a la tía favorita de Olitte, Azucena.
Al llegar Maglio y Zayd, todos los presentes se detuvieron para hacer un reverencia al rey y luego seguir en lo que estaban.

—Azucena querida— dijo Maglio mientras se acercaba a ella para besar su delgada mano. —Espero que me hayas traído buenas noticias— terminó diciendo el rey.

Amalia, Azucena y Maglio se instalaron a conversar mientras Zayd se apartaba un poco del gentío.

—Capitán, no se vaya…— dijo Olitte tomando su mano.
—Señorita, por favor no haga eso— dijo él soltando cuidadosamente su mano de la de ella.
—No es necesario que sea tímido conmigo— ella volvió a tomar su mano hasta llevarlo a sentarse— espéreme aquí le voy a traer un postre que hice yo misma.

Olitte se fue sin dejar apenas hablar a Zayd, que de lejos la veía con su vestido esmeralda que dejaba al descubierto sus delgados hombros. Realmente era una hermosa joven que estaba prohibida para él.

—Aquí esta, espero que le guste mucho— le dijo trayéndole una tarta de ciruela.
—Gracias, pero no quiero que me siga tratando de esta manera, no quiero que su padre malinterprete las cosas— dijo él, verificando que Maglio aún estaba distraído en la conversación.
Zayd, acaso no entiende que estoy enamorada de usted— soltó Olitte haciendo que Zayd se quedara congelado.
—Yo… yo quiero…— sin terminar la frase Olitte fue interrumpida por su madre.
—Disculpe capitán, necesito llevármela un segundo— dijo Amalia tomándola por el brazo y llevándola lejos de los ojos del público.

—¿Qué estás haciendo? ¿Estás demente?— soltó Amalia con los ojos muy abiertos.
—Madre, quiero casarme con él— dijo Olitte muy determinada.
—¡No! estas completamente loca, tu padre no lo va aceptar— contestó su madre.
—Porque no, él es su mano derecha… y además yo lo amo— refutó la princesa.
—¿Lo amas? Que estupidez es esa, tú apenas tienes dieciséis, no sabes que es el amor. Además él es un hombre mayor para ti y no quiero que te haga daño— dijo su madre. —Olitte todo esto es un capricho tuyo… espera a que seas mayor y veremos qué pasa, por ahora no quiero verte cerca de él— terminó Amalia dejándola en el lugar. 

Amalia conocía a Zayd desde hace un poco más de diez años. Desde que él se convirtió en la sombra protectora de su esposo, empezó a sentir una prohibida atracción que la quemaba por dentro, sin embargo nunca se atrevió a decirle alguna palabra… ahora que su hija Olitte estaba enamorada de él, sentía muchos celos.

Su hija estaba en el principio de su juventud y ella sabía que si seguía provocándolo podía llegar a pasar algo más que un simple coqueteo.

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𝖄a se acercaba la hora de dormir, todos en el palacio estaban en sus respectivas habitaciones excepto la servidumbre que hacía sus deberes.

—Señor, aquí le dejo su uniforme—dijo Olivia colocando el traje en un paral.
—Sírveme una copa — le ordenó Zayd desde el asiento de su escritorio. La joven obedeció y le llevó una copa de vino.
— Te quedarás conmigo está noche— le indicó él parándose frente a ella dejando un mínimo de espacio entre ellos.

La respiración de Olivia era más y más fuerte, la esbelta figura y los azules ojos de Zayd la intimidaban tanto que hacía que su cuerpo se paralizara.

—No tengas miedo, seré bueno contigo – le dijo él acercándose a su rostro y dejando un diminuto beso en los labios de la joven.

Su mano empezó a acariciar su cabello avellanado mientras la otra estaba sujeta a su pequeña cintura. Olivia poco a poco lo deseaba y posó su mano sobre el cuello de Zayd dejándose llevar por unos suaves y quietos besos que luego se convertirían en lujuria.
Zayd la subió a su escritorio y empezó a desatar el vestido de la sirvienta dejando al descubierto sus senos, desde el cuello de la joven empezó a bajar hasta ellos para luego besarlos y tocarlos atrevidamente hasta volver a sus labios tenuemente rosados.

Mientras la besaba la llevó hasta su cama dejándola acostada frente a él en aquellas blancas sabanas. Zayd se quitó la ropa mostrándole a su sirvienta su atractiva apariencia, se abalanzó sobre ella quedando frente a frente con el delicado rostro de Olivia.

—Eres tan hermosa Olivia —le susurró para luego besarla lentamente.

Olivia era una de las tantas sirvientas del palacio que atendía a la mayoría de la realeza, en esa mayoría se encontraba Olitte, que era muy cercana a ella. Olivia sabía que la princesa estaba enamorada del joven Zayd, sin embargo, no le importaba caer en los brazos de aquel hombre que la intimidaba.

Zayd recorría el cuerpo de Olivia con sus manos hasta llegar a sus piernas dejándolas a su merced. Después que la pasión los envolvía, él terminó por entrar en ella meciéndose con ligereza. Sus respiraciones se entrelazaban a medida que sus cuerpos se deseaban...

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𝕲𝖗𝖆𝖈𝖎𝖆𝖘 𝖕𝖔𝖗 𝖑𝖊𝖊𝖗.

Kiara, La Batalla De Los Reinos [+18] | Maryahn L.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora