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𝓒𝘐𝘕𝘊𝘖 𝓗𝘈𝘙𝘎𝘙𝘌𝘌𝘝𝘌𝘚 𝓘𝘔𝘈𝘎𝘐𝘕𝘌
. . . ❛ DOMINGOS TORMENTOSOS ❜ . . .
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𝓔l suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas llenaba la habitación con una calma única. No había relámpagos ni truenos que la interrumpieran, solo el murmullo sereno de una tormenta tranquila. Para la mayoría, solo un día gris; para Reader, sin embargo, era perfecto. Estas tardes de lluvia, con el cielo cubierto de nubes grises, le traían paz y una sonrisa suave que encendía su rostro. Esa misma sonrisa que Cinco había llegado a adorar.
En la penumbra de su habitación, Reader se encontraba sentada en la cama, rodeada por una atmósfera de acogedora quietud. Las cortinas estaban abiertas, dejando entrar la tenue luz de las nubes, lo justo para iluminar las páginas del libro que descansaba en su regazo. Con una sudadera con capucha, mallas y calcetines gruesos, disfrutaba de la sensación de comodidad mientras sus lentes caían suavemente sobre el puente de su nariz y su cabello estaba recogido en un moño desordenado.
De repente, un golpecito en la puerta la sacó de su lectura.
—¡Adelante! —invitó con una sonrisa.
La puerta se abrió, revelando a una figura familiar que cruzó el umbral con una sonrisa ligera.
—Buenas tardes, preciosa —saludó Cinco con un tono que dejaba ver lo mucho que la había echado de menos.
Reader levantó la mirada, igual de satisfecha—. Buenas tardes, Hargreeves. ¿Cómo fue tu día?
Cinco suspiró suavemente, su mirada alargándose un segundo por la ventana—. Bastante tranquilo, pero esperaba hacer algo contigo hoy. Aunque, con este clima, no parece posible.
Reader se encogió de hombros, sonriendo mientras su mirada reflejaba el mismo brillo de la lluvia tras el cristal—. No siempre necesitamos un día despejado para que sea hermoso. Cualquier momento contigo lo hace especial.
Cinco la miró de cerca, sorprendido por su sencillez. En esos ojos que conocía bien, ella reflejaba una comprensión y calidez que lo dejaban sin palabras. Se dio cuenta de cuánto significaba para él el simple hecho de estar allí, en el silencio compartido de una tarde lluviosa.
—Tienes razón, amor —murmuró, entrelazando sus dedos con los de ella mientras su vista se suavizaba—. Y creo que he dejado pasar demasiado tiempo sin hacer esto contigo.
Reader alzó una ceja, percibiendo algo más en su voz. Acarició su mano en un intento de calmar sus pensamientos.
—Cinco, sé que tienes tus propios compromisos. No podemos estar juntos todo el tiempo, y eso está bien. Pero aquí estás ahora, y es todo lo que importa.
Él se relajó visiblemente, y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Entonces, ¿por qué no aprovechamos y hacemos de esto una cita de películas y abrazos? ¿Te parece?
—Perfecto —aceptó ella, dándole un beso rápido en la mejilla.
Reader se levantó para elegir una película mientras Cinco desaparecía brevemente hacia la cocina, dejando un eco de su risa mientras la habitación se sumía nuevamente en silencio. Minutos después, regresó con un bol de palomitas recién hechas y dos tazas. Había preparado un chocolate caliente para ella, con su toque favorito: cinco malvaviscos flotando en la superficie. Para él, un café oscuro y fuerte.
Al regresar, la encontró ya envuelta en su edredón, esperando a que se sentara a su lado. Le entregó la taza y se acurrucaron juntos, compartiendo el calor de las bebidas y el momento.
—Gracias, Cinco —susurró Reader mientras daba un sorbo a su chocolate, sus ojos brillando de gratitud.
Cinco sonrió, abrazándola con ternura mientras apoyaba la cabeza sobre la de ella—. No tienes nada que agradecer, amor. Hoy, solo quiero estar contigo.
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