El descubrimiento de un talento oculto

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¡Yo nunca me imagine, ni mucho menos llege a soñar que fuera dueña de un talento tan especial, es increíble la magia que se puede producir tan solo con un trozo de tela, unos pinceles y unos cuantos frasquitos de colorida pintura! Conforme iba transcurriendo el tiempo yo más iba progresando en mi terapia, ahora retomaba con confianza mis deberes estudiantiles, tenía cada vez mejor apetito, ahora jugaba con mis muñecos y con la infinidad de juguetes que poseía, estaba con mejor ánimo y con mayor disposición, la relación con mis padres se encontraba al borde de la perfección, además mi tratamiento médico estaba caminando muy bien ¿Qué más le podría pedir a la vida y a nuestro padre celestial? Sinceramente nada, más él se encargó de mandarme otro regalo, una cualidad muy especial que viniera a llenarme de satisfacción y terminar de colmar de bendiciones mi vida. Una tarde cualquiera, en que mis padres aún no regresaban a casa desde sus respectivos trabajos y yo me sentía un tanto aburrida en la sala de estar, decidí buscar en un antiguo mueble algo con que entretenerme, fue entonces que descubrí en una fina bolsa de género negro, un sinfín de pañitos de trevira blanca cortados milimétricamente en cuadritos del porte de una servilleta, junto a ellos pero en una bolsita más pequeña encontré una serie de pinturas para género de diversos colores, además allí dentro se encontraban amarrados con una lana color rosa, un montón de pinceles de diferente grosor y tamaño.

De inmediato al verlos una idea quizás un poco loca y descabellada, hizo eco en mi mente infantil, entonces sin pensarlo mucho y casi por inercia, empecé a trazar sobre uno de los pañitos líneas de colores con el más

fino de los pinceles; así pasé buena parte de la tarde, para cuando vine a darme cuenta ya casi era la hora de cenar, mis padres ya estaban en casa, Alicia me llamaba para que me lavara las manos y me sentara a la mesa. Yo miré el dibujo plasmado en la tela y mi admiración fue automáticamente impresionante, sin darme cuenta había pintado un hermoso ramillete de orquídeas, una verdadera obra de arte, la primera de muchas que vendrían.

Recuerdo que esa noche corrí al comedor y les mostré emocionada a mis padres mi creación artística, ellos la admiraron asombrados, haciendo toda clase de elogios a mi trabajo.

-Es realmente hermoso hija, tienes talento para la pintura- dijo orgulloso mi padre.

-Sí, nunca vi unas orquídeas retratadas tan hermosamente- replicó mi madre y luego añadió

-deberías tomar clases de pintura hija ¿Eso te gustaría?- el solo hecho de escuchar esa idea de mi madre despertó mi entusiasmo de manera automática, entonces feliz contesté.

-Claro que me encantaría, me gustaría muchísimo-

-Entonces está decidido, mañana mismo buscaré al mejor profesor de pintura de la ciudad- dijo entusiasta mi padre.

-¿No existe una mínima posibilidad de tomar las clases en una academia?

pregunté tímidamente.

-A qué se debe tan particular petición?- preguntó mi padre, para ellos resultaba muy extraño el hecho de que yo quisiera tomar clases fuera de casa porque toda mi educación había transcurrido dentro de ella.

-Me gustaría conocer el mundo de afuera, aquel espacio que se encuentra tan ser cano, pero a la vez me resulta tan desconocido, la verdad si me pongo a analizarlo he pasado gran parte de mi vida en esta casa y no se, me gustaría de pronto compartir con niños de mi edad, poder hacer amigos o algo así- mis padres en un principio se mostraron algo reacios a mi loca idea.

-Me parece un poco peligroso, pues como tú bien dices nunca has salido sola de casa, quizá más adelante cuando seas un poco más madura- dijo en tono serio pero amable mi padre.

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