Primera vez

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-¿Necesitas ayuda? -Pregunté saliendo de la casa para ver como iba con el tema de limpiar la canaleta.

-No, ya solo me falta la del jardín trasero ¿Cortaste la leña? -Me preguntó mirando hacia abajo desde la escalera.

-Sí, ya está listo eso. -Dije simplemente mirando hacia la colina, viendo como las nubes se acercaban con lentitud.

Un temporal se acercaba.

Jean estaba limpiando todos los conductos del techo de la casa para que el agua no hiciera destrozos en el interior y en las cercanías de las ventanas y puertas al no tener por donde pasar, ya que estaban llenos de hojas por el otoño.

Las cosas pasan por algo, eso lo sabíamos todos.

Llevábamos viviendo juntos apenas un mes, Jean había aceptado un cargo dentro de la milicia por parte de la monarquía para controlar la ideología extremista de los jaegeristas, se había quedado en la isla al igual que Connie mientras que Armin estaba haciendo lo posible para poder realizar su trabajo de forma remota en Paradise.

Todos tenían puestos importantes, tenían, a sus veintitrés años, la vida resuelta. Seguíamos luchando con los demonios del pasado, pero debíamos avanzar, tener algo de paz y vivir muchos años, así lo hubiera querido Eren.

Pero... ¿Qué hacíamos viviendo juntos yo y Jean?

Desde que había vuelto con los chicos, las visitas de su persona se habían hecho constantes; una plática junto a un té por las tardes, comidas compartidas, encuentros en la colina, nos topábamos con frecuencia por el mercado y me acompañaba a buscar leña a los espacios rurales.

Jean seguía siendo Jean.

El compañero de grupo con el liderazgo innato, el chico que con los años la sabiduría de la reflexión lo transformó en una persona de confianza, él podía comprender todo contexto, tenía empatía, ayudaba por altruismo, era amable con todos y severo cuando algo no le parecía... Todo lo que siempre supe que era, pero ahora lo notaba a consciencia.

Sus atenciones a mi persona me descolocaban a veces, pero sabía que lo hacía para ayudarme, para que yo no estuviera sola. Sin embargo, su compañía poco a poco se volvió más agradable, podía compartir con él toda la tristeza y angustia que tenía en mis pensamientos, jamás me iba a juzgar por mis acciones y me calmaba en los peores tormentos; el tiempo compartido se volvió costumbre y casi una necesidad de saber todos los días de él. Su mirada reflejaba un anhelo que no logré entender hasta que un día camino a la colina casi tropiezo con un pequeño tronco, él alcanzó a tomarme de la mano para no caer, su toque fue cálido, protector, sentía esa preocupación y atención que sentía que jamás había tenido de parte de un cercano.

Desde ese momento, el tomarnos de la mano era algo normal y sin pensarlo, esperaba esas caminatas, esperaba poder caminar a su lado y que nuestras manos se unieran.

-No creo que entre el agua... ¡Ah! Maldición, debieron habilitar el edificio antes de invierno -Dijo Jean bajando de las escaleras para mover esta hacia un costado y seguir con el resto de la canaleta, tirando las hojas al suelo.

-No te preocupes, no es para tanto -Comenté acercándome a la puerta trasera de la casa para sacar desde un costado la escoba y comenzar a juntar las hojas para hacerle compañía.

-¿Qué no me preocupe? No quería que pasarás otro invierno en estas condiciones, apenas pase el temporal iré a la instancia gubernamental a ver lo de la solicitud de vivienda, esos malditos deben trabajar más rápido. -Sonreí por sus palabras al tiempo que sentía ese calor constante en mi pecho cada vez que trataba de velar por mi bienestar.

JEANKASA SMUTWEEKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora