Escena IV

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Serkan miraba de reojo aquella flor que había guardado, cuyos pétalos violetas se veían marcadas por el tiempo; comenzaban a marchitar y para él, no sólo se convertía en un recordatorio de aquella rosa terca de ojos café sino también de el hecho q...

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Serkan miraba de reojo aquella flor que había guardado, cuyos pétalos violetas se veían marcadas por el tiempo; comenzaban a marchitar y para él, no sólo se convertía en un recordatorio de aquella rosa terca de ojos café sino también de el hecho que tenía los días contados antes de que la belleza de ese pedazo de naturaleza sea lo único que pueda testificar que el paso de Eda en su vida si ocurrió.
Tal vez canalizar todos sus pensamientos sobre algo material podía calmar la oleada de emociones internas que no se atrevía a admitir a sí mismo, y que definitivamente seguirían volviéndose una tormenta cuando ella salga por la misma puerta por la que entró. Serkan estaba confundido, entre lo que conocía y desconocía del privilegio de conocerla. Recuperar el proyecto del hotel ecológico, como una excusa para retenerla y detener el tiempo, había sido una de sus ideas más cuestionables, pero no sabía qué hacer.
Se sintió acorralado, pero también liberado. Ya no era el trabajo, ni dinero, ni acciones lo que podían hacerle ganar algo tan valioso como el perdón de Eda sino que unas palabras, una disculpa, que hayan florecido desde su corazón, sería suficiente. O eso quería creer, mientras miraba el portátil y las dudas aumentaban sus nervios, se preguntó si aquella nota tendría algún efecto en ella. ¿Lo perdonaría? ¿Aquel pedazo de su corazón, en aquel terrario, sería suficiente para esa mujer tan extraordinaria?
Su respuesta llegó cuando se presentó ante él, con esa mirada que podía consumir su alma y destruirlo hasta convertirlo en polvo de estrellas. Se puso de pie con cautela, y se acercó cautivado.
—Has venido —dijo Serkan.
Ella asintió levemente, sin apartar la mirada.
—He venido —respondió.
Serkan la estudiaba e intentaba disimular el temblor en su corazón, las campanas que lo despertaban, el fuego que quería consumirlo hasta consumirla a ella. Se veía tan preciosa que dolía, como cada vez que la miraba y aún así le temía más a la monótona vida antes de ella.
—¿Te quedarás esta vez? —soltó.
—Me quedaré —aseguró, ladeando la cabeza con una mueca dulce.
Unos segundos de silencio y ambos en un hechizo, como si no existieran otras miradas semejantes, permanecían envueltos en aquella conexión a través de sus ojos, hasta que Serkan volvió a hablar.
—¿Lo prometes?
Eda intentó ocultar la sonrisa, pero le fue inevitable sentir una corriente eléctrica y su mente no se limitaba al imaginar otra situación, otro escenario, otro momento...
—Lo prometo —sentenció, contagiando a Serkan aquella pequeña, tan cómplice y hermosa sonrisa.
Ninguno de los dos tenía idea de que aquella promesa permanecería en el espacio, el tiempo y sería un timbre que sonaría con fuerza cada vez que sus corazones quieran permanecer con las puertas cerradas.

Sen Çal Kapımı: Narraciones...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora