Quisiera ser aquella cálida brisa primaveral que descongele la nieve del frío invierno.
Un par de mejores amigos de la infancia que sin importar cuántas veces se separaban el destino los unía. Miyazono Yuko, una chica amable que siempre ve por el bi...
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—¿Qué?— La voz de Yuko rompió el silencio del bosque. Volteo rápidamente y colocó sus manos en posición de defensa en el caso de que deba atacar por un peligro, al observar un mechón rubio las risas no tardaron en salir de sus labios. —Sal de tu escondite, Ishida.—
Obedeciendo a la mujer, el ojiazul se asomó entre los árboles del sendero que conectaba con el territorio de éste mismo.
—No deberías caminar sola por el bosque, Luna. Puede ser peligroso.— le dijo con un toque de diversión mientras se acercaba para así abrazarla.
Después de hablar con el Suzuki había ido a hablar con su madre. Natsuko estaba por las nubes con la idea de tener una nuera, tan feliz que en lo que restó de la tarde su aura oscura no se hizo presente.—Bueno, cuando es propiedad privada de el templo de tu familia; creo que puedo darme el lujo.— le dijo ahora causando las risas del más alto. Éste besó el mentón de la chica con suavidad para luego subir a sus labios. —Además —murmuró después del beso —Se que tengo un... ¿Novio? que me cuide—
—Definitivamente de tu novio, no lo dudes.— Yuko sonrió, no era en absoluto necesario una pedida formal. Los títulos no eran necesarios pues el amor que se profesaban era más que superior.
—Bueno mi tonto novio, vamos a casa, Umi debe estar esperándonos con la cena.— los viernes se le había hecho tradición ir a cenar con los Suzuki, donde se les unía la familia de su primo Hikaru. La fémina se dispuso a moverse pero la mano del rubio, firme a su muñeca se lo impidió.
—No, acompáñame.— la chica lo vio extrañada, el chico rio llevándola hacia el sendero del bosque. —Solo acompáñame, Luna... No te haré nada, bueno, no si tú no lo quieres.—
—Descarado.—
—Así me amas.—
—No lo negaré, vago.— la respuesta lo dejó sonriendo ampliamente.
Después de minutos el elegido de la amistad se detuvo en lo que parecía ser un claro, flores de nube crecían en este formando bultos esponjados de ellas en el suelo y unas cuantas luciérnagas se observaban dándole al lugar un aspecto mágico.—De día es un lugar perfecto para observar nubes, de noche se vuelve algo más mágico. Debes de preguntarte qué hacemos aquí, la verdad es que no me encuentro ni siquiera tan seguro de lo que haré pero...— comenzó a balbucear más cosas hasta que Yuko lo detuvo, colocó las manos sobre los hombros del chico dándole un suave apretón.
—Confía.— éste asintió mientras rascaba su nuca.
Era la situación más problemática de su vida.
—Miyazono Yuko, llegaste a mi vida de forma peculiar, inesperada e inigualable. Nos conocimos siendo tan solo amigos y aunque nos separamos, el destino hizo que nos volviéramos a juntar; después de que te mudaras, las cosas cambiaron pero a pesar de todo siempre terminábamos juntos— se pausó a sí mismo sin apartar la mirada de los ojos de su acompañante. —Todas las situaciones que vivimos nos hicieron crecer como personas. Pude conocerte como una mejor amiga, confidente, nuestra conexión es única e íntima, me permitiste descongelar aquella parte de ti que te impedía seguir adelante... Y tú me has hecho un mejor hombre desde el primer segundo en que nos conocimos, con esa calidez que emites casi de forma involuntaria pero que te caracteriza totalmente. Eres como la hermosa luna que alumbra a todos en la oscuridad.— finalizó al mismo tiempo sacaba un pequeño anillo del bolsillo de su pantalón.
